EL SOL ESTABA más intenso que otros días, era algo curioso para la de cabello rosa pálido mientras bostezaba por tercera vez ante el cansancio.
Sin darse cuenta cerraba los ojos para quedarse dormida, segundos después sintió como alguien se sentaba a su lado haciendo que se levante de golpe del piso con los ojos totalmente abiertos.
—¿Kokoro? —preguntó Kamado sin entender mucho su acción.
—O-oh... Kamado–san... —murmuró volviéndose a sentar con mucho pudor.
—¿Sabes? Ya en un tiempo me voy a ir —sonrió— y bueno, espero que dejes de dudar de tú potencial cuando vuelva, Kokoro.
—¿T-te vas...? —preguntó con tono preocupado y él solo asintió— Ya veo... Ya te has recuperado... —cada vez disminuía su tono de voz.
Empezó a darle palmadas en su hombro con su sonrisa, esa sonrisa que ponía muy nerviosa a la joven y sentía todo su rostro arder. Era extraño para ella sentirse bien cada vez de escuchar su nombre de los labios de Tanjiro.
Su cara empezó a arder más al pensar en ello y llevó sus manos a sus mejillas mientras negaba con la cabeza, logrando que su acompañante ladeara la cabeza al no entender aquello, pero no iba a negar que se veía muy tierna.
Se quedó mirando las estrellas, eran hermosas, así que empezó a dibujar con mucha tranquilidad, sin notar los ojos brillosos de Nezuko, Zenitsu e Inosuke a la lejanía.
Una vez que terminó, sonrió satisfecha con lo que había hecho, creía que era uno de los mejores dibujos que había hecho hasta la actualidad.
Esperaba ansiosa para entregárselo a esa persona.
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—¡Que tengan un buen viaje! —escuchó mientras vió como él salía.
—K-Kamado.... San —balbuceó mientras sus piernas temblaban, el nombrado volteó a verla pero con un poco de duda ya que la joven decía cosas inaudibles.
—¿Pasa algo, Kokoro? —preguntó inclinándose un poco para ver sus ojos.
Con la poca valentía que tenía, extendió sus brazos mostrando la hoja y su dibujo de un paisaje con las estrellas.
—T-Ten un buen viaje.. —habló cerrando los ojos fuertemente.
Una sonrisa se apoderó de él, tomó la hoja con un leve sonrojo que agradecía que ella no viera en estos momentos.
—Kokoro—ella alzó la vista lentamente— Está hermoso —habló mirando el dibujo— Es un bello arte, como tú.
Ella sintió como si un flechazo invisible acababa de caer en su pecho.
Era cálido, pero le ponía triste pensar que él ya no volvería.
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