✓ Capítulo 9

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Richard no conoció ni un poco al hombre que decía ser su compañero.

John Pyrea.

Grabó ese nombre, su rostro, su traición. Aquel barbudo le pagó a dos chicos a sus espaldas para que persiguieran a la criatura que juntos prometieron dejar libres, y ahora que lo piensa, ¿Cómo no se dio cuenta? El más bajo lucía demasiado tranquilo al saber que dejarían libre al principal y único sujeto de la investigación. Los cómplices esperaron escondidos detrás de un par de arbustos, luego siguiendo órdenes, capturaron nuevamente al hada. John quería realizarle un par de pruebas porque tal vez aquella partícula en sus alas podía servir para algo más; algo más macabro de lo que cualquiera podría llegar a pensar. Pero la criatura estaba en muy mal estado, no era la misma, ya no quedaba rastro de brillo en su piel, sus alas tenían un color opaco enfermizo que, con solo verla, John lo supo enseguida, no le serviría para nada, necesitaba capturar a otra para poder utilizar aquella desconocida toxina que sus alas poseían. Aunque el licenciado Pyrea pensó en que tal vez serviría como guía hacia el árbol mágico del que tanto habló Richard. Dejando libre a la pequeña para seguirla hasta su hogar, se enojó demasiado, el hada era incapaz de volar, a pasos lentos es que lograba desplazarse por el bosque. Y como una de las virtudes del barbudo hombre no era la paciencia:

—Olviden a esa, no llegará lejos —Dijo hastiado de verla caminar más lento que un caracol—, morirá pronto y no me sirve así.

Aunque esperaba más de ella, por un lado la subestimó. Aquella hada débil, cansada de caminar, con un dolor insoportable en los pies y algo extraño en el corazón, logró llegar a la casa de la única que podía salvar lo que quedaba de ella. Liss mantuvo el secreto de su regreso a la aldea cuando ya la daban por desaparecida. Pero lamentable estaba tan enferma que, sonará imposible de creer, pero ninguna de las posiciones curativas del hada mas sabia y antigua de todas logró curarla. Aquella hada murió demasiado joven, con muchas cosas por decir, faltando una historia por contar.

Por otro lado, estuvo un muy molesto y decepcionado biólogo, Deluke cuando logró llamar a su jefe para verlo en el laboratorio pudo estallar. Golpeó un par de veces la mesa y empujó unos frascos que cayeron con fuerza rompiéndose en miles de pedazos.

El comité hacía un día que estaba completo y listo para revisar los proyectos de los integrantes de la organización secreta de la ciudad, Carls esa misma tarde buscaba a Richard para avisarle, pero a quién se encontró fue a su compañero más cercano, a John, al cual informó y encargó de decirle al castaño que era momento de presentar su descubrimiento e investigación. La noticia jamás llegó a oídos de Richard, el moreno no le dijo aquello tan importante porque sus intenciones estaban ya planeadas desde que vio a la criatura cautiva por primera vez. Pensaba en que le convenía más capturar al hada para él solo.

Buscaron a John, a pesar de que fue en vano, había desaparecido, o se había ocultado muy bien, intentaron llegar a él por todos los medios posibles pero simplemente nadie lo conocía, nadie sabía dónde vivía o de dónde venía. Carls con ayuda de unos amigos policías buscó por la zona que decía vivir según su expediente, pero el número de la casa que anotó como su residencia desde hace años que no era suya, ahora pertenecía a una señora de avanzada edad que solo compró el lugar porque le pareció ideal para sus serpientes. Cada rastro hacia John era confuso, extrañamente elaborado para no encontrarlo jamás.

A pesar de todo lo que ocurrió, Richard quiso presentar su proyecto, entregó su libreta en donde estaban plasmados los exámenes que le realizaron a la criatura, fotos de su estructuras, escritos de su comportamiento en las diferentes situaciones a las que la expusieron y lo más importante que era la muestra de aquella partícula desconocida. Mala idea. Nadie pudo mirar la libreta con la seriedad que merecía, los del comité se rieron de él y de su ‘supuesto trabajo’, como le dijeron. Con solo pensar en que un reconocido biólogo como Deluke presentó un proyecto sobre hadas llegaron a la cruel conclusión de que había enloquecido. Sus compañeros lo veían con tristeza, los integrantes del comité le pidieron ver a tal famosa criatura, pero ya no la tenía consigo.

—¿Entonces se te fue volando o cómo? —Dijo uno entre risas. Detrás de la largada mesa estaban todos los integrantes, algunos con expresiones serias y otros burlonas.

—Hey, —Se quejó el que estaba a un lado— ¿Cómo puedes decir eso? —Soltó una risa y le dio una corta mirada al hombre de pie frente a ellos— Siempre estuvo en su imaginación.

—Lamentamos lo que te ha sucedido con tu compañero de trabajo —Habló por primera vez alguien que no se reía—, pero la información que recolectaste... Es importante, sí, pero ¿Y el hada? No podemos aprobar tu descubrimiento basándonos en fotografías —Dijo en un tonto de lamento.

—¿No encontraste otra revista de dónde sacar las imágenes? —Dijo hastiado otro integrante del comité, reconocía que eran duros pero jamás se habían comportado de esa manera con el castaño de ojos verdes—. Pensé que eras un biólogo Richard, no un creador de caricaturas.

—Soy un biólogo —Dijo con los dientes apretados, sabía muy bien que a partir de ese momento nadie lo vería de la misma forma.

—Bueno, creo que sabes de sobra que no vamos a apoyarte con esto —Agarro la libreta y la metió en una caja que luego debía llevarse Richard—, créeme cuando te digo que esto es...

—¿Ridículo? —Un par de risas sonaron, cualquiera se hubiese roto en llanto desde hace minutos que hacían tales comentarios hirientes, pero Deluke era más fuerte de lo que aparentaba y lo estaba demostrando mejor que nunca. Él sabía lo que valía, la realidad de lo que vio y lo importante que fue su descubrimiento, solo sentía enojo de que los demás no pudieran ver lo mismo que él.

Carls, su amigo y jefe, era el único que lo entendía, pero no podía hacer nada porque por una razón se creó el comité: para que los proyectos fueran visto desde varios puntos de vista antes de ser aprobados o rechazados. Carls tenía la primera palabra, pero no la última.

—No, iba a decir decepcionante —Corrigió rápidamente, algunos asintieron.

—Entendemos si no estás de acuerdo con nuestra decisión, pero no podemos aprobar un proyecto basado en una criatura que no tienes. Gracias por presentar tu propuesta de todos modos —Richard asintió sin decir nada más, ya anteriormente les había explicado como sucedieron las cosas pero no quisieron escucharlo, hablaban, se burlaban, reían, lamentaban, pero ninguno de ellos fue capaz de escuchar.

Se acercó a la mesa y tomó la caja con todas sus cosas referente a su proyecto mientras aún murmuraban sobre él.

—Ahora entiendo porqué el compañero lo abandonó. Está loco —Fue lo último que escuchó antes de salir de allí, y decidir no regresar a aquella organización jamás. La única persona que lo apoyaba no era suficiente, por lo que dejó el proyecto guardado, bajo el polvo y telarañas de burlas.

Se fue de Laboratorios Fregin's porque además de lo mal que lo trataron los integrantes del comité, lo que había hecho John era aterrador, como si estuviese acostumbrado a mentir desde hace demasiado tiempo. Él era peligroso, fue tarde cuando comprendió la crudeza de la oscuridad en su mirada. Y mientras Richard pensaba en alejarse de todo lo que parecía abalanzarse sobre él para asfixiarlo, el licenciado de barba azabache pensaba en un plan, sí, no se quedaría de brazos cruzados sabiendo que en el bosque que rodeaba la ciudad de una forma curiosa, había algo con lo que podía beneficiarse. Pensaba y pensaba, solo era el comienzo de su malvado plan, solo su mente era capaz de maquinar tales cosas como las que planeaba hacer. Porque ciertamente no le bastó lo que hizo, ¿Mentir?, ¿Huir?, ¿Utilizar a las personas? No era nada más que su día a día, siempre lo había sido. Deseaba poder, control, dinero, algo único que lo hiciera especial y mejor que el resto, por lo que su plan consistía en llegar de alguna manera al árbol de donde provenía la criatura tan exótica que tuvo la fortuna de ver, apoderarse del árbol, de su riqueza, de cada cosa valiosa y desechar lo demás. Por supuesto que la guinda del pastel eran las hadas, no podía pasar por alto aquello, las capturaría, vendería, podría hacer todas las pruebas que quisiera cuando las tuviese para él, de todos modos nadie podría detener al fantasma que desapareció en sus narices. Estaba confiado, cada vil engaño le salía de maravilla, conseguir el árbol mágico y capturar a las hadas no sería la excepción.

Gema, el hada especial © [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora