Fueron de las primeras en bajar del avión y pasaron pronto por la aduana.
Aunque la señora Borges le había advertido que el clima era más cálido en Boston, Juliana no estaba preparada para la ola de calor que la envolvió al salir a la calle.
Le maravillaban los jardines cuando el coche se detuvo frente a unos impresionantes portones de hierro forjado. Se abrieron como por arte de magia y el coche entró hacia una casa de piedra gris oscura. El frente de la casa daba al camino y la parte de atrás al mar. El diseño del exterior de la casa parecía una mini fortaleza.
—Le pedí a Mary que te preparara una habitación con vistas al mar; pensé que eso te agradaría, pero si prefieres cambiar... —comento la señora Borges.
—No, me parece perfecto —comentó Juliana. Se sentía desaliñada y fatigada; además, sabía que la señora Borges estaba ansiosa por ir a ver a su amigo—. Subiré a guardar mis cosas —agregó—. Supongo que querrá que empiece a trabajar de inmediato. Si me indica dónde está el estudio, podría revisar los archivos, mientras usted está fuera.
—Juliana, eres una adicta al trabajo —la miró con afecto—. No te diré dónde está el estudio, porque no quiero que trabajes esta tarde. Esta es tu primera experiencia fuera de Europa y, si quieres aceptar mi consejo, te familiarizarás con la casa y el jardín esta tarde y luego te acostarás temprano. Si quieres, le diré a Mary que te de una pastilla para dormir. He descubierto que la mejor manera de evitar las consecuencias del cambio de horario es adaptarse de inmediato al del país en el que me encuentro, pero eso no es tan fácil como parece.
—No, gracias; creo que estaré bien así —repuso Juliana, pues no le gustaba la idea de tomar drogas sin necesitarlas.
—Bien, si tienes alguna dificultad para dormir, no dudes en llamar a Mary. Creo que subiré a mi habitación para arreglarme. Ah, aquí está Mary —sonrió cuando apareció una bonita mujer de pelo castaño. Mary no se parecía nada al ama de llaves de la señora Borges en Londres. Era más joven y, a pesar de su acento bostoniano, Juliana reconoció de inmediato su ascendencia irlandesa. —, Mary, ¿quieres subir con Juliana a su habitación, por favor? —le preguntó la señora Borges, después de presentarlas.
Su habitación, aunque muy diferente a la que ocupaba en Londres, era igual de cómoda. Los muebles eran de la época victoriana, Le encantó descubrir que tenía un balcón y que desde la ventana podía ver, más allá del jardín, el mar.
—Tenemos acceso privado a la playa, por esa escalinata —Mary señaló hacia un sendero—. El cuarto de baño está aquí —le indicó Mary, abriendo una puerta—, y la habitación y la salita de la señora Borges están tres puertas más allá, por el pasillo. Si quiere, le puedo traer el té, o si lo prefiere, puede tomarlo conmigo en la cocina.
Juliana optó por lo segundo. No quería estar sola y Mary parecía bastante amable. En la casa, evitaba las conversaciones, por temor a que le preguntaran acerca del juicio, pero allí no tenía de qué preocuparse. Era poco probable que su fama se hubiera extendido hasta el otro lado del Atlántico.
{...}
Durmió muy bien, sin soñar, y la despertó Mary a las siete de la mañana, con una bandeja con el té. Cuando Juliana protestó, diciendo que no estaba allí para que le sirvieran, Mary negó con la cabeza.
A las diez, cuando bajó la señora Borges, ya había hecho una investigación completa de los archivos y sintió alivio al ver que no estaban tan desorganizados como los de Londres.
—A trabajar —anunció la señora Borges en tono alegre—. He llamado a los miembros del comité y tendremos una junta en la ciudad al mediodía. Quiero que vengas conmigo, Juliana, pues te los quiero presentar. Después te llevaré a un rápido recorrido por la ciudad. Seguramente querrás hacer algunas compras — agregó con diplomacia, mirando el suéter de lana y la gruesa falda de Juliana. Ella se sonrojó, sin querer explicarle la pobreza de su guardarropa veraniego.
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Sentencia |Juliantina.
RomanceEl testimonio de su primo hizo que acusaran a Juliana Valdés de un delito que no había cometido. Todos la abandonaron, y hasta su abogado la creía culpable. Lo peor de todo era que la fiscal era Valentina Carvajal, famosa de ganar todos los casos. *...