Capítulo 2.

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Juliana seguía pensando en Valentina Carvajal cuando salía del metro hacia la oficina de su abogado, la mañana de la entrevista. Una visión momentánea de una mujer con cabello castaño, en un coche lujoso, llamo su atención, hasta que ella volvió la cabeza y Juliana adivino que no era Valentina Carvajal y que ella la miró con descaro. Se sonrojo y siguió su camino, furiosa consigo misma.

Ya era hora de dejar de pensar en Valentina Carvajal. No tenía sentido seguir pensando en lo que sucedió, volver a vivir el tormento de esos minutos en el tribunal.

Era curioso, pero de nada le servía pensar que fue ella quien resultó derrotada. En los últimos meses, la oficina de su abogado se volvió tan familiar para ella como su cuarto amueblado. Estaba en el tercer piso de un edificio viejo, cuyo único ascensor le recordaba una crujiente y aterrorizada jaula, así que prefirió subir a pie.

El abogado en persona le abrió la puerta, Juliana observó que el abogado estaba nervioso.

—Siéntese— Le dijo el con una sonrisa.

Ella obedeció de mala gana, preguntándose que querría discutir con ella. En realidad, debería estar buscando trabajo. Esa misma mañana, vio a su casero, quien le recordó que ya se aproximaba el pago del alquiler. Con lo difícil que era conseguir alojamiento en Londres, él podía cobrar lo que quisiera por su miserable cuarto y ella sabía que si no pagaba a tiempo, no tendría ningún escrúpulo en echarla. Juliana atendía dinero para pagarle , pero una vez que se acabará, ¿Qué sucedería con ella?

El abogado se aclaró  la voz nervioso.

—Le.... le pedí que viniera está mañana, porque ... me han ...— dejó de hablar y removió los papeles del escritorio, agachando la cabeza como si no estuviera seguro de lo que va a decir.

—¿Sí?

—Verá... Una antigua cliente mía, una viuda cuyo marido la dejó en buena posición económica ...Ella ...es presidente de una sociedad de beneficencia y busca una persona que le ayude con el trabajo de oficina. Necesita a alguien que puede vivir en su casa. Vive en Londres, pero también pasa mucho tiempo en Boston. En una norteamericana que se casó con un inglés— Juliana frunció el ceño, sin saber que sentido tenía esa larga explicación, hasta que él la miro y dijo, algo nervioso—. Se me ocurrió que ese puesto podría convencerle a usted, señorita Valdés. Sé que... tuvo que dejar su empleo anterior.

Juliana se le quedó mirando, sin poder creer lo que oía. Ella que estaba tan preocupada por encontrar un empleo y de pronto, como caído del cielo, no sólo un empleo, sino también dónde vivir. O tal vez no había entendido bien.

—¿Está seguro? ¿Me aceptaría esa señora bajo mis circunstancias actuales...? Tal vez ella no lo sepa.

—Ah, si, ella sabe todo acerca de su caso—se apresuró en tranquilizarla—. Esta interesada en entrevistarla. Dijo que parecía ser usted la persona que buscaba. El salario es excelente..., realmente, muy generoso, y por supuesto, no tendrá gastos de ningún tipo. Todo está incluido. La señora Borges siempre viaja en primera clase y me aseguró que cuando lo haga, usted irá con ella.

—¿Y la institución paga esos gastos?

—Ah, no— el abogado parecía escandalizado—, por supuesto que no. Como ya he dicho la señora Borges tiene fortuna propia y es encantadora. Es usted muy afortunada de que le ofrezcan este puesto—Juliana se quedó intrigada por su actitud. 

Al principio, creyó que él fue quien la recomendó para ese empleo, pero en ese momento parecía tener dudas acerca de su conveniencia. Iba a preguntarle algo al respecto, cuando sonó el teléfono. Él levantó el auricular, lo tapó con la mano y puso frente a Juliana un pedazo de papel—. Esta es la dirección —le dijo—. He concertado una entrevista para usted hoy, a las dos y media, aunque no creo que tenga ningún problema. La señora Borges está convencida de que usted es la persona idónea —se volvió y empezó a hablar por teléfono, dando a entender que esperaba que ella se fuera.

Sentencia |Juliantina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora