Capitulo 7.

5.4K 454 39
                                    

—Y bien, querida, ¿te divertiste anoche?

Juliana se sobresaltó y se ruborizó, mientras su mirada se dirigía con impotencia hacia Valentina, al otro lado de la mesa, al esforzarse para contestar la pregunta de su madre. Hasta entonces no se dio cuenta de que la señora Borges se refería a su cita con Hunter. Su rubor se hizo más intenso y se estremeció.

—¡Cielos! No pudo haber estado tan mal, ¿o sí? Pobre Hunter; va a quedar muy desilusionado.

—¿Hunter? —preguntó Valentina con ligereza, levantando la cabeza del periódico que leía—. ¿Estamos hablando de Hunter Cabot, el dechado de virtudes?

—Sí, Valentina, de él hablamos y no tienes por qué usar ese tono. Hunter es un hombre fino y gentil.

—Si tú lo dices, mamá —le lanzó a Juliana una significativa mirada—. ¿Eso es lo que tú piensas, Juliana? ¿Qué Hunter es un hombre muy fino y gentil?

Juliana no supo qué contestar. Fue un impacto para ella encontrarla en el comedor, cuando bajó. La señora sonrió al ver que se quedaba titubeando en la puerta, la llamó y exclamó con una voz muy complacida:

—¿No es agradable esta sorpresa? Valentina se ha tomado unos días de descanso. Llegó anoche, después de que te acostaras.

Juliana no podía mirarle. Fue muy ingenioso por parte de Valentina, protegerse de esa forma, pero no era necesario. Ella no tenía intenciones de hablar de lo que había sucedido entre ellas.

—Valentina, lo que Juliana piense de Hunter no es asunto tuyo. ¡Dios santo! ¡Ya es muy tarde! Juliana, querida, no quiero apremiarte, pero quisiera estar en Boston cerca de las once. Tengo una junta al mediodía y te necesitaré para que tomes nota. 

—¿Va a Boston? Le agradecería que me llevara, si no es molestia. ¿Qué hará a la hora de comer?

—Yo comeré con los miembros del comité —replicó la señora Borges con pesar.

—Bien, tal vez Juliana quiera comer conmigo, entonces —sugirió Valentina.

Juliana no podía creer lo que oía. Abrió la boca para expresar su negativa, pero tardó demasiado. La señora Borges se adelantó:

—Ah, sí. Valentina —se volvió hacia Juliana—. Eso será fantástico, Juliana. Valentina te podrá enseñar un poco más de la ciudad. Me temo que yo estaré ocupada con los miembros del comité.

Juliana quería decirle que le gustaría comer sola, pero la señora ya se estaba poniendo de pie, al igual que Valentina. ¿Por qué diantres dijo que quería comer con ella? Era lo que menos esperaba.

La señora Borges ya había salido del comedor, pero Valentina se quedó parada junto a la puerta. La esperaba, reconoció Juliana, con el corazón latiéndole con violencia.

—¿Ya se te ha pasado el dolor de cabeza?

Juliana se ruborizó, turbada. En su nota había puesto que no se sentía bien, que le dolía la cabeza, una mentira que la mayor no creyó.

—No quiero comer contigo —le dijo tajantemente.

—¿No? ¿Por qué no? ¿Esperas verte con Hunter, tal vez?

—Val...

—Tenemos que hablar —la interrumpió ella, con voz cortante.

A pesar de que decidió que no quería estar con Valentina, para evitar la humillación de oírla decir que lo de la noche anterior era algo que debían olvidar, Juliana no pudo resistir la tentación de lucir sus nuevos atuendos. Se dijo que era porque no quería decepcionar a la señora Borges, pero su corazón decía otra cosa. Si iba a tener que soportar el rechazo de Valentina, al menos lo haría con la cabeza en alto. Lo que más le dolía era que ella creía que tenía que decirle que lo ocurrido había sido una aberración que no quería que se repitiera. ¿Creía en realidad que era tan cándida que pensaba que, porque le había hecho el amor, significaba que estaba enamorada de ella?

Sentencia |Juliantina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora