Chiquitín.

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Corría velozmente, esquivando a cada transeúnte que se encontrará en su camino. Llevaba sus manos en su pecho, sosteniendo algo con fuerza y cuidado, temiendo lastimar a su pequeña carga. Lo cubría de las miradas de los curiosos.

La anciana los había dejado cerca de sus apartamentos así que correr hasta ellos sería lo más rápido. Pero... ¡Esto no es lo que pidió! ¡¿Qué rayos pasaba por la mente de la mujer que terminó dándole una vuelta de 180 grados a su deseo?! Ni siquiera pensaba que fuera capaz de cumplirlo así que solo lo dijo por decir. No pensó que todo se volvería un problema aún mayor. Apretó los labios. Sin duda, Onodera lo culparía de todo.

Llegó hasta el edificio, apresurándose a alcanzar su piso. Acurrucó con fuerza a su paquete. Había una mujer en el ascensor. Disimuló su nerviosismo pegándose a la pared. Pero la chica no dejaba de verlo de reojo. Solo esperaba que fuera por su rostro-lo cual era lo más común-y no por lo que cargaba en sus manos.

Suspiró aliviado cuando por fin bajó del ascensor. Apretó con una de sus manos a su paquete y con la otra abrió rápidamente la puerta de su apartamento. Avanzó hacia la sala, dejando con cuidado en su sofá el ahora pequeño cuerpo de su "no" novio.

-Por Kami-sama...*-Sacudió sus cabellos.-¿Estás lastimado o algo?-Preguntó arrodillándose para quedar frente a frente.

El pequeño se revisó el cuerpo.-No, nada.-Se tocó su pequeña ropa.-Solo te hiciste más grande.-Lo señaló acusador.

-¿Yo más grande? ¡Tu te encogiste!-Onodera puso sus manitas cubriéndose los oídos.

-No grites.-Al parecer, ahora su pequeños oídos no toleraban la vibración y el volumen de la voz de Takano.-Me duele.-Frunció el ceño.

Takano se sentó en el piso, acercando su dedo índice hacia el menor para comprobar que todo esto era real. Lograr tocar su pequeña mejilla era la señal de que si, todo era horriblemente real.-Lo siento.-Le pareció lindo las muecas que puso el castaño cuando se puso a tocarlo. Ahora, no media más que su mano. Que cosa más extraña.

-¿Qué haremos?-Preguntó el pequeñín tomando con sus manos el dedo de Takano que no paraba de acariciarlo.-¿Cómo vuelvo a mi tamaño?-

-No lo sé.-Se sentó recto, colocándose en posición para pensar.-Tal vez...-Suponía que era lo más lógico, ¿no?-Si me dices que me amas, todo vuelva a la normalidad.-Sonrió de lado. Puede que no, pero él ganaría algo a cambio de todos modos.

-¡¿Por qué tendría que hacer eso?!-Respondió sonrojado, viéndolo molesto. ¿No podía tomarse enserio esto?

-Bueno, eso fue lo que pedí.-Recalcó los eventos pasados.-Si ella quería que te confesaras y cree que de esta manera lo conseguiría, si lo haces, todo volvería a la normalidad.-Si, era todo un genio, como siempre.-Adelanté.-Dió un fuerte aplauso, contento de todo el lío, esperando que lo dijera.

-No lo voy a decir.-Se volteó para no verlo a la cara. ¿Qué clase de estupidez era esa? No lo haría.

-Entonces...-Lo agarró con su mano, acercándolo a él.-Habrá que esperar. Como dicen, el tiempo lo soluciona todo.-Sonrió divertido. Un rato con Onodera así, no sonaba tan mal... para él.

-¿No puedes ir a buscar a la señora?-Exclamo molesto. Ahora ni siquiera se podría librar de sus manos.

-No se donde está y no creo encontrarla.-Lo dejó de nuevo en el sillón.-Por ahora, calmémonos y pensemos tranquilamente que vamos a hacer. Iré a hacer café.-Fue a la cocina a preparar algo de café. Le ayudaría con los nervios.

-Yo también quiero uno.-Olvidándose por un momento de su nueva estatura, se dispuso a bajar del sillón. Cuando recordó, ya era muy tarde para intentar salvarse de no caer. Se encogió esperando un golpe que nunca llegó. En vez de eso, sintió algo cálido sosteniéndolo.

El pequeño Onodera➖Sekai-Ichi Hataukoi➖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora