¡¿Qué?!

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Golpeaba y golpeaba la puerta, pero nadie respondía. Llamaba a Ricchan constantemente, sin embargo no le contestaba. Ya había ido hasta la editorial en donde trabajaba y le dijeron que él no había venido a trabajar desde hace más de una semana. Eso la preocupó bastante. Incluso intento buscar al chico alto y pelinegro del cual su amigo estaba enamorado-aunque no lo admitiera-, pero no sabía su nombre siquiera.

Siguió tocando con más insistencia. Si tenía que hacerlo, acamparía en la puerta hasta que alguien le abriera. Se sentó en el pasillo, apoyándose en la entrada del apartamento de Ricchan, esperando. Tendría que salir en algún momento.

-Ah.-Escuchó una exclamación por encima de ella. Alguien había llegado desde el ascensor. Alzó la mirada para fijarse quien era. Al parecer el destino le sonreía. ¡Era el chico pelinegro!

Se levantó de su lugar algo apurada, acercándose al mayor.-Señor.-Dijo, haciéndole recordar al otro que todavía no se habían presentado.

-Takano.-Comentó deteniéndola.-Takano Masamune.-Ese nombre... Sacudió su cabeza. No era momento para eso.

-Kohinata An.-Dijo, haciendo una rápida reverencia.-Takano-san, ¿usted sabe dónde está Ricchan?-Preguntó preocupada. La madre del castaño le había dado desde hace unos días algunas cosas para darle, suponiendo que sería una buena excusa para que se vieran. No tuvo el corazón de negarse o de decirle algo. Después de todo, el contarle a su madre sobre la relación que llevaba con otro chico le correspondía plenamente a su amigo.

-Ah... bueno.-Takano se rascó el cuello algo incómodo. ¿Cómo le decía a la chica que su amigo se había encogido? ¿Podría decírselo? Tenía que preguntarle primero a Onodera.-Si, está bien, no te preocupes.-Por ahora, calmarla era lo mejor.

Suspiró aliviada.-Gracias a Kami-Sama.-Colocó sus manos en su pecho.-Estaba muy preocupada, no contesta mis llamadas.-Takano asintió. Onodera no contestaba llamadas personales mientras trabajaba, incluso aunque estuviera en su casa. Si que era intenso.-Y... ¿dónde está?-

-Pues vera...-Se dirigió hasta su apartamento, preparándose para abrir la puerta.-Espere aquí, Kohinata-san.-Le dijo, alzando su dedo índice y pidiéndole algo de tiempo.

Ella asintió, viéndolo entrar. Esperaba que Ricchan estuviera allá dentro. Le agradecería eternamente a Takano-san si se había encargado de cuidarlo. Se pegó un poco a la puerta, intentando escuchar las voces de adentro para ver si encontraba la del castaño. Solo oía la del jefe de su amigo. ¿Con quién hablaba entonces?

Sintió los pasos del mayor acercándose, por lo que se apartó de la puerta.-Puedes pasar.-Dijo Takano-san, abriéndole paso para que entrara.

-Con permiso.-Esperó a que el editor cerrara la puerta luego de entrar al apartamento. No andaría dando vueltas por ahí sin el dueño de la casa. Era de mala educación.

-Vamos.-Takano empezó a caminar por el pasillo. Convencer a Onodera de que la viera fue difícil, pero era lo mejor. Ella se veía realmente preocupada por su amigo. Además, ella sabía de su extraña y bizarra relación. Así que supuso que no debía cuidarse de ella como en un pasado hizo.

Anduvieron juntos hasta la sala, en donde el mayor le pidió a la muchacha que se sentara en alguna de los sofás más pequeños.-Ya vuelvo.-Se retiró por un momento.

An se permitió mirar con más detenimiento el lugar. Parecía un espacio limpio y ordenado, contrario a lo que cualquiera pensaría de alguien con un trabajo tan exigente y soltero-más o menos-. Se imaginada que la de Ricchan si estaría vuelta todo un desorden. Giró la cabeza, mirando un portarretrato que se encontraba en la mesita a su lado.

El pequeño Onodera➖Sekai-Ichi Hataukoi➖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora