Liderazgo

Capítulo 1

Si les digo que no extraño Alexandria y mi familia les estaría mintiendo, porque les añoro muchísimo. Desde nuestra partida ya han pasado varias semanas en el cual lo único que hemos hecho es correr, matar caminantes, mal dormir y comer. El agotamiento es tan terrible como lo recordaba, pero aun así, esto no me ha hecho que me replantee volver a casa, con mis seres queridos, porque eso sería aceptar que me equivoqué –lo cual no creo— y dar a creer a todos que no soy capaz de proteger a Sam, ni a mismo. Por lo que mi camino junto a la hija de Daryl Dixon se aleja más de nuestra familia hacia un lugar que no sabemos.

A pesar del tiempo que ha pasado desde que nos fuimos, aún no hemos planeado una ruta a seguir, solo seguimos avanzando –y alejándonos— más de nuestra familia. Procuramos viajar solo al oeste, para alejarnos así cada vez más de Negan y su gente.

Las noches de luna, cuando a penas se oculta el sol, enciendo mi radio y espero hasta que el sonido de la voz de mi padre aparezca del otro lado. Siempre pregunto cómo está todo por allá y me alegra que por ahora todos estén bien. Me cuenta cosas como que ahora Maggie es la nueva líder de Hilltop, o como van las planeaciones para acabar con los Salvadores. La última vez que hablé con mi padre ya hace unas semanas –ya que faltó a la última noche que debíamos hablar—me dijo que atacarían el santuario en unos días. Por lo que supongo que ya lo hicieron.

A pesar de que ya llevo varios días sin hablar con mi progenitor, no me preocupo porque sé que está muy ocupado. También no me preocupo porque Daryl habló con Sam la noche anterior al ataque al Santuario y aunque desde eso no hemos tenido más noticias de ellos, no me preocupo, porque algo en lo más profundo de mí ser, me dice que están bien.

Observo a las estrellas en medio del cielo despejado de nubes sintiendo el frío calándome los huesos a pesar de las mantas que me cubren. Sam yace dormida a mi lado, acurrucada en un intento de entrar en calor, si la temperatura nocturna sigue bajando aún más tendré que preocuparme por el riesgo a que nos dé hipotermia. No voy a mentir, tengo sueño y frío –mucho frío— pero hoy me ha tocado la primera guardia para vigilar que no nos ataquen caminantes.

Hace dos noches nos internamos en un bosque y no hemos podido salir de él, por lo que nos vimos obligados a dormir al raso, con ramas literalmente como almohadas. De ahí la razón de que haya que hacer guardia y nos estemos muriendo de frío a pesar de la fogata que arde cerca nuestro.

Observo a Sam dormir con lo poco que ilumina la fogata, sin evitar cuestionarme qué estoy haciendo, a qué la estoy obligando a soportar por no quedarnos en Alexandria, sintiendo un dolor sordo en el pecho por no poder proporcionarle la seguridad que ella necesita.

Sin embargo, mi único consuelo es que tampoco estaba a salvo con la amenaza de Negan acechándola en Alexandria, pero es imposible no preguntarme muchas veces sobre cuál opción es la más segura para ella.

Las latas que he puesto alrededor de un grupo de árboles que nos rodea suenan y de una me pongo en alerta. Tanteo el suelo al lado mío donde sé que dejé una linterna de batería, y mis dedos se cierran sobre ella cuando la encuentro. Me pongo de pie y enciendo la linterna, apuntando donde escuché el sonido de las latas.

Es un solo caminante, que se está volviendo a levantar tras tropezar con la cuerda. Busco con rapidez mi cuchillo aguardo mi arma en la funda que pende de mi cintura. Sostengo la linterna con la mano izquierda y en la derecha sostengo el cuchillo.

Antes de que el caminante se acerque más, le clavó el cuchillo en su putrefacta cabeza.

El cuerpo cae pesadamente en el suelo, pero yo no le presto atención, porque estoy ocupado en tratar de ver más allá de donde vino el caminante, en busca de más, pero solo alcanzo a ver árboles y un búho que alza vuelo cuando la luz lo enfoca. Al parecer era un solo caminante, pero no me permito bajar la guardia.