Capítulo 10

61 5 0
                                        

El tipo no se había dado cuenta que yo ya sabía que él nos acechaba. Lo cual me daba la ventaja de unos segundos para poder pensar que podía hacer. Estaba en desventaja, eso era obvio, si sacaba mi arma, el hombre me dispararía antes de que le sacara el seguro. Por otra parte, si disparaba, eso pondría en alerta a sus secuaces y sabrían que es una trampa.

¿Qué debo hacer?

Se me acaba el tiempo, en cualquier momento el enemigo tomaría acciones contra nosotros, y no podríamos hacer nada.

Lo miré disimuladamente de reojo, examinando sus movimientos, vi que se acercaba cada vez más. Luego miré a Robert concentrado en la casa, seguramente pensando el riesgo de todo esto, el peligro de no volver a ver a su hija. Su preocupación era patente, se podía notar en el como empuñaba el cuchillo en su mano.

El cuchillo en su mano.

Eso es.

Tanto Robert como yo sabíamos que no podemos usar armas, porque eso alertaría a los enemigos. Por lo que teníamos que defendernos con cuchillos. No solo Robert tenía un cuchillo en su mano, sino que yo también tenía uno. Pero había una diferencia entre Robert y yo.

Y esa diferencia es que Robert usaba el cuchillo para pelear de cerca, pero yo, gracias a las enseñanzas de Samanta, podía lanzarlo desde lejos, con una precisión casi exacta.

Relajé mi cuerpo, y agarré firmemente el cuchillo en mi mano. Tendría que girar bruscamente y lanzar el cuchillo mientras volteo para evitar darle tiempo de reaccionar, el problema era que si fallaba, podría considerarme hombre muerto.

No, Carl, no hay espacio para fallos.

Entonces realicé mi maniobra, giré a toda velocidad hacia el hombre, al mismo tiempo que soltaba el cuchillo. Observé como este seguía su trayectoria hasta clavarse en la frente del hombre, el cual no tuvo tiempo de reaccionar.

Me giré hacia Robert, quién me miraba sorprendido y confundido.

- Es hora. - Le digo poniéndome de pie.

Él comprendió que no era momento para preguntas.

Después de recuperar mi cuchillo, confirmé que el sujeto que maté era uno de los hombres que estaba con los Saqueadores, por lo que pude confirmar que son ellos quienes nos acechaban.

Corrimos hacia la casa, tratando de encontrar un ángulo en el que ellos no percibieran nuestra llegada. Silenciosos con nuestros pasos, cautelosos ante ojos acusadores, cruzamos la distancia en un par de segundos, hasta llegar a un costado de la casa.

- Miren con quién nos encontramos, señores. - Es la voz del líder de los Salvadores. - Nada más y nada menos que a la cabrona niña que se cree muy ruda. - Sé que se refiere a Sam, y me asusta porque se supone que ellos no debían de llegar a ellas, realmente no sé que está sucediendo ahí adentro. - ¿Y por qué se esconden tus amigas? Son demasiadas cobardes para enfrentarnos. ¡Vaya parece que eres la única que tiene ovarios!.

Lo escucho reírse mientras imagino lo que sucede adentro. Puedo imaginar que Sam despertó luego de nuestra partida, y que salió al encuentro de los Saqueadores cuando ellos entraron a la casa, dejando escondidas a las demás.

Arriesgando su vida.

Nuevamente.

Otra vez, otra vez lo vuelve hacer, dar su vida por un grupo que apenas conoce, justo como quiso hacer los primeros días que nos conocimos.

Cuando quiso entregarse a Vicente, a cambio de que nos dejara ir.

Vaya, en que momento vengo a recordar el nombre del tipejo ese.

LiderazgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora