Capítulo tres | primera parte.

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C A P Í T U L O 3
Una noche en el infierno.


Mía se había subido al auto luego de una mini charla con Franco, su padre. Ella venía igual o apenas un poco más arreglada que Marizza. Parecían dos reinas, las dos preciosas. Aunque mi deber como mejor amigo de una, y amigo de la otra, me forzaba a ser como un viejo cuida.

- ¿Y qué onda ese lugar? ¿Fueron alguna vez ustedes, chicos? - preguntó la rubia desde la parte trasera.

- No mi amor, es la primera vez que vamos - contestó Manuel -. Debe estar bueno, supongo.

Ah, me olvidé ese pequeñísimo detalle: Manuel y Mía son novios hace aproximadamente un año. Ellos parecían odiarse desde que se vieron, y terminó pasando el típico cliché de amor entre el odio. Un día parece que chaparon y de ahí, ¡pum! El amor les golpeó la puerta a ambos. Descubrieron que se amaban con locura y se pusieron de novios unos meses después. Ahora son dos tarados enamorados que no se despegan por nada en el mundo.

Lo mismo que Marizza y yo, sólo que ellos de novios. Nosotros no nos amamos de esa forma. De sólo pensar en Marizza y yo de novios, quiero vomitar. Ambos somos muy distintos, nos complementamos muy bien como amigos, pero ¿novios? No, eso jamás.

Y ahora se entiende el porqué de mi no-atracción por Mía Colucci, además de ser un amigo para mí, es mi queridísima cuñada.

Veo un cuerpo de la parte trasera inclinado hacia delante, así que volteo la cabeza y observo a Mía besando a mi hermano, quien se dobló de tal forma que pudiera abrazar a su novia miemtras la besaba.

Al final come más tu hermano que vos, Pablito.

Vuelvo la vista hacia el frente.

- Todo bien con su romance, pero hoy no empalaguen, porfi - dice Marizza desde la parte trasera. Manuel y Mía se separan. Los veo por el rabillo del ojo.

- Nosotros no empalagamos, nena - replica Mía a su lado.

- No, obvio que no. Solamente se devoran frente a nosotros siempre que pueden - dice sarcástica.

- Concuerdo con la enana - hablo ésta vez yo -. Si van a partirse la boca toda la noche los dejo en un telo y salimos nosotros a bailar - digo divertido.

Siento la penetrante mirada de mi hermano, él y Mía me están mirando de una manera que da miedo.

- Dale, estaba jodiendo nada más... - una carcajada nerviosa escapa de mis labios -... ¿qué linda está la noche, no? - ojeo rápidamente la ventana a mi izquierda y vuelvo a mirar la calle para evitar chocar.

- Que cagón resultaste - dice Marizza riendo -, Pablin.

- ¡Ja! - replico rodando los ojos -. A ver si te callas...

Estaciono a unas dos cuadras del boliche, ya que parece ser que mucha gente viene acá por la gran cantidad de autos estacionados alrededor de el gran lugar.

-... Ya llegamos - añado con una sonrisa.

Bajo del auto destilando facha, como siempre, mientras peino un poco mi pelo con los dedos. Sonrío y hago las muecas que practique hoy en mi habitación, después cierro la puerta tras de mí, al igual que los demás quienes me miran alzando las cejas y con expresiones divertidas.

- Ah, Pablito, Dios mío. Vas a matarme - exclama Marizza acercándose a mí rápidamente -, mi amor. ¡Mira lo que sos! Te como todo - grita exageradamente.

- Si hermano, matas a todas las chicas - ríe Manuel -. Sino mira como la tenés a Marizza.

Mía los mira entre lágrimas, riendo como foca epiléptica mientras se retuerce a un lado del auto.

Desde que te ví. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora