C A P Í T U L O 6
Pesadillas.- ¡Sos una mierda! - grita la voz de una mujer. Se me hace muy conocida, pero todavía no puedo saber de quien se trata - ¡Te cagas en todos y en todo! ¿Cómo te da la cara de volver, después de todo?
El ruido de un jarrón estrellándose contra el piso resuena en toda la casa.
- ¡Porque esta es mi casa, carajo! ¡Ni tuya ni de nadie, mía! - responde otra voz, con un tono más fuerte y seco. No logro reconocerla, pero parece ser la voz de un hombre mayor.
- ¡No te quiero volver a ver! ¡Andate, ya!
La mujer sonaba cansada, como si todos los días tuviese que soportar esos gritos y sea lo que sea que haga ese señor para molestarla.
- Está bien, me voy. Pero vas a tener noticias mías, ¡te lo aseguro!
Un fuerte portazo fue lo último que oí. Me despierto con un grito ahogado, sobresaltado y con sudor en mi frente, cuello y espalda, la respiración agitada y la garganta seca. Unas manos acarician mi cara y la voltean, Marizza me mira preocupada, con sus labios entreabiertos y ojos achinados.
- Ya está, fue una pesadilla nada más, Pabli - dice mientras sus pulgares acarician mi mejilla sudada.
- Yo... no, no sé porque me desperté así. ¿Qué...? ¿Qué hora es?
Marizza me regala una sonrisa tranquilizadora, sin embargo, veo que no se refleja en sus ojos.
- Son las siete y algo. ¿Estás bien? ¿Querés seguir durmiendo o...? - la interrumpo.
- No, no, estoy bien. Vamos a dormir, es temprano todavía - relajo mis hombros tensos y vuelvo a acostarme.
Marizza me mira dudosa, pero luego se acuesta a mi lado.
- Para, veni - dice, la miro con el ceño fruncido.
Ella acuna mi cabeza entre sus delicadas manos y la coloca sobre su pecho. Abrazo su cintura con mi brazo derecho por debajo de su cuerpo y dejo mi brazo izquierdo sobre el mismo hasta dejar mi mano en su hombro. Hundo mi cabeza en su pecho y suspiro, cansado.
- Así dormís más cómodo, rubio - susurra Marizza.
Su mano derecha se encuentra sobre mi pelo, acariciando los mechones de éste, y dejando algunos detrás de mi oreja. Quita los de mi frente y deja suaves caricias a su paso, dándome una tranquilidad única. Me relajo en sus brazos y comienzo a relantizar mi respiración.
Me siento bien si estoy con ella.
- Gracias - musito unos segundos antes de quedarme completamente dormido bajo sus mimos.
No sé que haya sido ese sueño, o porqué lo soñé. Ni siquiera creo que sea algo de lo que deba preocuparme, no pude distinguir ninguna de aquellas voces, por lo que estoy casi seguro de que no tiene nada que ver conmigo.
Pero... no puedo negar que sentí algo extraño en el pecho al despertar, y no era sólo ese momento de miedo al despertarme de golpe.
+++
Abro mis ojos con algo de dificultad, todavía sigo con sueño, pero es muy probable que ya sean como las cinco de la tarde, y no quiero dormir todo el día. Me desperezo en la cama estirando mis brazos y haciendo sonar los huesos de mi espalda, pero me doy cuenta de algo.
Marizza no se encuentra en la cama.
Frunzo el ceño y me incorporo de inmediato, me levanto de la cama de un salto y corro hasta el baño del pasillo, pero justo cuando estoy por abrir, sale Marizza de él envuelta en una toalla y con su pelo castaño todo mojado.
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Desde que te ví. ©
Romance¿Qué es lo que en verdad siento por ella? ¿Amor? Si, eso es. La amo. Amo a mi mejor amiga. Pero eso sólo yo puedo saberlo. (En proceso). [Prohibida la copia parcial o completa de esta historia] © Ella Méndez.