Capítulo 17: Sobre la Familia que se elige.

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Débil, con frío, sólo en medio de la noche oscura y nublada, con una hemorragia en el rostro que no cesaba, y con una lluvia que prontamente se había transformado en una tormenta que torturaba con sus gotas heladas cada parte de mi piel, comenzaba a sentirme débil. De pronto, una intensa tos me atacó seguida por una desesperante dificultad para respirar. Esto me llenó de terror, tal vez moriría. La cosa empeoró cuando sentí como si alguien estuviera apretujándome el pecho. Sentía que nada de aire estaba entrando en mi cuerpo. Me sentí marear, de pronto caí al suelo, justo en un gran charco enlodado. Sentí como mi cuerpo entero se mojó, y después, no supe más de mí.

Después de eso, solo recuerdo que supe que había llegado la mañana del día siguiente porque, aun con mis ojos cerrados logré escuchar una voz gritando: "¡ya amaneció!", yo me sentía muy débil como para abrir los ojos, pero pude sentir varias presencias alrededor mío. Busqué saber dónde me encontraba, utilizando mi olfato. El lugar era pestilente, parecía azufre... ¿podría ser que yo estuviera en...?

En aquel momento, escuché una voz que entusiasmada dijo:

"¡Miren, está despertando!, la medicina de Shimbekh tuvo que hacer efecto, ¡Que bueno!"

¿Shimbekh?, pensé yo, ¡pero claro!, eso sólo podía significar una cosa: Me encontraba en el Cementerio de Elefantes. Eso de algún modo me reconfortó.

Lentamente abrí mis ojos. A la primera que vi fue a la madre de Shenzi, quien me miraba fijamente.

"¿Te encuentras bien, cachorro?"

"Ehmm... eso creo." Respondí algo confundido. Entonces la siguiente en dirigirme la palabra fue la pequeña Shenzi.

"¡Qué bueno que estás bien!, todo gracias a las hierbas medicinales de Shimbekh"

Así, lentamente intenté ponerme de pie. Me sobé la cabeza.

"¿Qué me pasó?," pregunté. Después recordé mi cicatriz. Me la toqué: ya no sangraba, lo único que se sentía era un ligero ardor-que se había reducido bastante desde que mi padre me la había hecho-, y el rastro de una gran marca, pero nada más.

"Creímos que ibas a morir," dijo entonces Shenzi. "Tosías y te daban espasmos, además de esa cortada gigante. Pues, ¿quién te la hizo?"

No pensé que me fuera a preguntar eso.

"Es... es una larga historia." Le dije sin más.

"Si hubieras permanecido en la lluvia, te hubieras muerto." Aseguró entonces La madre de Shenzi.

"¿Pero cómo...?"

"Sí," intervino de pronto la sacerdotisa Shimbekh. "Te estaban dando unos ataques de asma fuertísimos."

"¿Unos ataques de qué..?," pregunté consternado.

"De asma. Es una enfermedad muy frecuente entre nosotras las hienas. Sobre todo desde que vivimos en el cementerio; TÚ SABES, CON ESO DE QUE RESPIRAMOS TANTO GAS DE METANO Y AZUFRE, PUES...." Me contestó Fabana. Realmente me sentí culpable cuando dijo eso. "Y, más vale que te vayas acostumbrando porque una vez que da, es muy difícil que se quite del todo."

"Bueno pues," comencé a decir; "Gracias por su ayuda. Ahora debo partir."

"Pero, ¿Hacia dónde?" preguntó Shenzi.

"Hacia ningún lado," les dije. "Ya no tengo ningún lugar a donde ir, ahora que no tengo hogar."

"¡Que no tienes hogar!, ¿Cómo es eso?," preguntó entonces Fabana.

El Rey León: LAS MEMORIAS DE SCAR/TAKADonde viven las historias. Descúbrelo ahora