Capítulo IV: Derrumba la barrera, Tierra.

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Capítulo IV: Derrumba la barrera, Tierra.

Los dos chicos caminaban rodeando todo el bosque, en algunos momentos Fénix sentía que ya había pasado ese lugar, pero aún así no era la dirección por donde ella había entrado.

Wayne la observaba, era una maravilla para la vista, sí. Pero no era una especie que despertara algún interés en la suya.

Fénix volaba incontables veces buscando algún sitio para trasladarse al próximo destino, pero no, su mirada sólo recorría los cientos de kilómetros de la barrera que separaba las secciones.

Ya las dos estaban hastiados de tanto ir y venir, no sabían como podían romper aquel duro material. Wayne se sentó en la grama ignorando la presencia de la vampira que ya estaba comenzado a exasperarse por la frustración que le causaba no tener el poder de la situación.

En un ataque de ira Fénix fue capaz de lanzar una bola de fuego, y allí tuvo una idea. Manejando de manera inexperta su poder, creo una bola muy poco estable la cual lanzó a la barrera con la esperanza de poder romper o hacer una brecha en ella, pero nada. Era casi imposible que aquello cayese así porque sí.

—¿Para qué sigues insistiendo? Sabes que no se romperá por más que lo intentes.—Habló Wayne sentado en el suelo mientras veía los diversos intentos de la vampira por romper aquella barrera puesta hace tantos años.

—Por lo menos hago algo más útil que verme el trasero cuando crees que estoy distraída ¿No, lobo?—El sarcasmo de Fénix había salido a la luz, Wayne se sonrojo al ser descubierto. Pensó que la chica estaba lo suficientemente concentrada en ello y no se daría cuenta cuando sus ojos caían accidentalmente en aquel lugar.

Carraspeo su garganta tratando de aminorar la tensión que se había creado a su alrededor.

—¿Y como entraste aquí? Tuviste que atravesar la barrera para poder llegar al lugar de los lobos desde el mundo vampiro ¿Cómo lo hiciste?

Fénix se encogió de hombros indiferente.

—La barrera se abrió por un momento, pasé y se cerró. Y aquí estamos. Fin.

Eso era algo imposible de creer, todos sabían que desde la guerra de los dioses la barrera nunca se había abierto mágicamente. Todos estos años ha permanecido allí separando a cada raza para evitar su destrucción y extinción.

—Sabes que eso es algo muy poco creíble ¿no?

—Pues adivina, perro mugroso. ¡Me vale mierda si me crees o no!—Fénix no pudo evitar gritar lo último, sus colmillos habían salido más afilados y grandes que antes a producto de la rabia, haciéndose notables para el lobo que inmediatamente se puso a la defensiva dispuesto a atacar si era necesario.

—Si das un paso no me temblara el pulso para atacarte, Vampira.

Fénix sonrió, pero en su sonrisa no había ni un ápice de diversión era una sonrisa tensa y molesta.

—¿Me vas a atacar? ¿A mí?—En un pestañeo Fénix estaba detrás de Wayne que sorprendido quedó congelado en su lugar, la pelinegra lo tenía apresado apretando su cuello con uno de sus brazos.—Debería morderte y volverte un vampiro, allí sabrás lo mierda que se siente que te señalen con cada paso que das.

Wayne tragó grueso, la voz de Fénix tenía aquel tono oscuro y maligno que su raza transmitía. El chico no quería ofenderla, pero toda su vida le enseñaron que el enemigo era aquella raza chupasangre. No era su culpa que, ahora que estaba por primera vez frente a una vampiro, estuviese todo el tiempo atento a cualquier movimiento sospechoso.

Buscando a los cinco.© (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora