Narra Marta
Al despertarme me dirigí al baño para refrescarme la cara, arreglarme el pelo y hacer mis cosas, me coloqué un vestido negro ajustado, como de costumbre y mis plataformas. Tomé un vaso de leche y unas tostadas y me dirigí a la tumba de mi mejor a miga a llevarle flores. Lo hacía una vez al mes.
Me arrodillé enfrente de su tumba acostando la cabeza en la piedra cuando a unos metros vi algo deslumbrar en el suelo.
Me dirigí a ver qué era y lo agarré, era una precioso colgante, creo que era oro y llavaba colgando un rubí. No sabía si era falso o no, así que fui a una joyería cercana para comprobarlo.
La señora del local, me dijo que debía tener cuidado, era valioso y no era falso. Me lo coloqué y me dirigí a casa.
Cuando llegué a casa vi a lucho tocando mi puerta.
—habia salido ¿Llevas esperando mucho tiempo?— pregunté.
—n,no, acabo de llegar— cuando me vio estaba un poco paralizado.
—¿estas bien?
—si, estoy mejor que nunca— respondió y sonrió.
Narra Lucho
Me senté junto a ella en el sillón.
—Oye...¿De donde sacaste eso?— pregunté señalando el collar que llevaba.
Yo tenía uno exactamente igual en mi bolsillo, aunque si me lo ponía automáticamente me teletransportaría al infierno. Ella al ser una humana tendría que esperar hasta las doce.
—lo encontré en el cementerio—respondió— estaba tirado en el suelo.
Ese collar lo llevaba un chica que amaba mucho, era una hechicera. En la Edad Media se transportaba al infierno con ese collar para verme. Aunque cuando los hombres de esa época descubrieron el poder que tenía, la quemaron viva en ese mismo sitio donde Marta encontró el collar. Aún estoy vivo porque soy inmortal, aparento dieciocho años pero realmente tengo 1800.
Hoy al venir acá estaba pensando en matar a Marta para llevármela al infierno, pero con ese colgante ya no hace falta, si no se lo quita a las doce vendrá sola.
—lucho?— preguntó chasqueando los dedos.
—perdón, estaba pensando en mis cosas ¿Decías algo?
—no, pero parecía que estabas en otra dimensión.
—tu colgante es muy bonito, no te lo quites nunca, en cualquier momento si te descuidas te lo podrían robar, mejor no te lo quites ni para dormir.
—esta bien...— dijo alzando una ceja.
—bueno, me tengo que ir...tengo cosas que hacer—nos paramos y le di un abrazo, ella dejó un beso en mi mejilla.
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