1. La mañana

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-¡A entrenaaaar!

-...

-¡He dicho que a entrenaaaar!

-...

-Muy bien, me parece que alguien va estar sin comer ni dormir lo que queda de año.-En ese momento, el padre de Edhros empezó a subir las escaleras que conducían a la habitación de su hijo. Una vez arriba, no vio a nadie en la habitación.-¿Donde esta este debilucho ahora?

-No seas tan duro con el chico, Jhon.

-Yo no soy duro con él, lo que pasa es que él es muy blando. Voy a ver si está en el campo de entrenamiento.-

En efecto, allí estaba, practicando como siempre, en tranquilidad, intentando aislarse del mundo que le envolvia, especialmente de su padre, que nunca le dejaba en paz.

-Así que ya estabas entrenando...

-Sí.

-Lo siento, creía que estabas en tu habitación.

-¿ A caso no me conoces?

-Ya te he dicho que lo siento... ¡Bueno! Luchemos a ver como se te da.

-Jajaja, no quiero hacer daño a un viejo flogeras como tú.

-¿Que me has llamado?

-Jajaja

-Ahora verás como te coja.-

Ed empezó a correr por todo el establo, y rápidamente, su padre, detrás de él. Ed saltó la valla que encerraba a los caballos, y rápidamente, cogió al más rápido de ellos, llamado Ginebra, por su color. Cabalgo hasta salir del establo, donde estaba la pista de hipica, cobs sus vallas viejas y destartaladas, resistentes y de madera de roble, cuyos bordes, en sus tiempos resplandecían por la perfección y la delicadeza que puso su padre en fabricarlos. Cuando Ed creyó que ya había perdido a su padre, paró un momento sin darse cuenta de que Jhon(Su padre) se abalanzo sobre él, saltando de su caballo y cayendo sobre el saco de heno que alguien había dejado, y que probablemente le salvó unas cuantas costillas.

-Jajajaja. Corres muy poco

-Te he dejado que me alcances, me hacías pena.

-Claro, claro. Venga, vamos con tu madre, que no sabía donde estabas.

-Vamos.

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora