4. La huida

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Ed, estaba corriendo, sí, estaba decidido a ir a China, le daba igual cómo, le daba igual todo, en ese momento solo pensaba en escapar de ese pueblo y del año 1789, año en el que vivía Ed.

Paró un momento a descansar, pero no estaba cansado, no, lo que le pasaba era que no estaba seguro del paso que iba a tomar. De repente, oyó gritos, decían:

-¡Vosotros por ese callejón y vosotros por aquel! ¡Se llama Ed, y ya habéis visto el retrato y la recompensa, no podemos dejarle escapar. Tú, ve a avisar a los soldados que cierren las murallas de la ciudad.

-Voy mi señor.-

Le estaban buscando, a Ed. Estaba muy asustado, y corría y corría por los tejados de las casas, con cinco guardias pisándole los talones.

-¡El comandante le quiere vivo!-dijo un guardia.

-¡De acuerdo!- Respondieron los otros cuatro al unísono.

-No voy a morir, no voy a morir...- Se repetía Ed continuadamente.- No me pueden coger, si lo hacen nunca me podré ir.-

Solo le faltaban dos tejados para llegar a la muralla, que podía saltar fácilmente gracias a la altura proporcionada por las casas.

-¡Ya es nuestro!- gritó el comandante de los guardias, pero en ese momento, Ed dió un salto, con el cual llegó a apoyarse en el borde de la muralla. Estaba muy alto, y los guardias estaban a punto de echarsele encima, pero como en un acto reflejo, saltó al vacío...

El destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora