Carolina

21 0 0
                                    

Me despiertan los primeros rayos del sol. Me estiro y bostezo. Hace tiempo que no dormía tan bien. Qué amables por haberme dejado la habitación de invitados,
mueblada con tan buen gusto como el resto de la vivienda. El parquet es de madera oscura, una cama Box Spring invita a achucharse y un armario blanco resalta de las
paredes color pastel.
Me dejaron también una camiseta para dormir. ¿O es más bien un camisón? Miro detenidamente el trocito de tela que cubre mi cuerpo: efectivamente, se trata de un
camisón con pequeños bordados, muy ajustado. Al ponérmelo ayer por la noche, no le había prestado atención ¡con la borrachera que llevaba! ¿Cómo es que hay ropa
de mujer en el piso? Tal vez de una ex de uno de ellos, ¿pero esto significa que igual no son gays?
Tengo hambre y necesito ir al lavabo. Me levanto y atravieso la habitación a pies descalzos.
Qué bien, es sábado y no tengo que ir a trabajar.
Ay sí, de hecho, ya no tengo que trabajar para nada, no tengo trabajo ni piso ni Tobías.
Noto como me vuelve a subir la ira, mejor estar enfadada que afligida y, de un golpe, abro la que imagino es la puerta del baño.
–Buenos días angelito, ¿has dormido bien? –Desde su cama, cubierta de una sábana de satino negro, Liam interrumpe su lectura. Su busto desnudo de proporciones
perfectas y su pelo oscuro de recién levantado me dejan sin aliento. ¡Cómo demonios se puede ser tan sexy a primera hora de la mañana!
–Perdona, estaba buscando el baño.
–Es la puerta de al lado. Lástima, pensaba que querías acurrucarte conmigo. –Liam pone morritos.
Me río.
–No sé, tal vez más tarde –le contesto y cierro la puerta de su habitación. La próxima es la del baño, menos mal. Me siento en el váter, pero al momento se abren las
puertas de la mampara. Me levanto con un grito.
–Buenos días. –Delante de mí se planta Marcos, el surfista, en todo su esplendor. Mi presencia no parece molestarle en lo más mínimo. Alcanza una toalla y
empieza a secar su busto, muy lentamente y con tanto descaro que se me seca la boca de ardor. Mi mirada queda fija en su pene bien proporcionado, levemente erecto.
Tampoco intenta esconder su sexo con la toalla, como si quedarse desnudo ante mí fuera lo más normal del mundo.
–¿Quieres ducharte? –me pregunta socarrón. –Lástima que acabo de ducharme, si no, ¡te hubiera acompañado!
No estoy acostumbrada a tanta testosterona a la vez por la mañana. ¿Qué me hizo pensar que los chicos podrían ser gays? Salgo del baño disparada. Creo recordar
que en la entrada había un lavabo de cortesía.
Para llegar a la entrada tengo que pasar por el comedor y ahí tropiezo con Álex.
–Buenos días Carolina.
Por lo menos uno con algo de ropa. Álex lleva unos pantalones de pijama a cuadros y un tank top blanco. Está preparando el desayuno para todos.
–Buenos días –le contesto– necesitaría ir al baño. ¿Verdad que había uno de cortesía en la entrada?
–Cierto, en la entrada a la derecha. El desayuno ya está. Si quieres, vístete y te sientas con nosotros, monada.
Le doy las gracias y desaparezco hacia el baño. ¿Dónde diablos me he metido? ¿En un nido de modelos masculinos? De acuerdo, existen cosas peores que
despertarse por la mañana y encontrarte tres hombres guapos intentando ligar contigo. El resto del día seguro que no será tan bonito. Tengo que pensar cómo seguir con
mi vida, sin trabajo y sin piso.
Quince minutos más tarde nos reunimos alrededor de la mesa. A falta de alternativa, llevo el vestidito negro del día anterior. Menos mal que Liam y Marcos ahora sí
llevan ropa: vaqueros y unas camisetas muy ajustadas. Si me pudiesen ver ahora mis amigas, se pondrían verdes de envidia. Caro y los modelos de la tabla redonda,
sonrío para mis adentros.
–¿Ya sabes qué quieres hacer? –me pregunta Álex, dándole un mordisco a su rosca.
Me encojo de hombros.
–La verdad es que no.
Noto que Liam me está buscando con su mirada.
–Podrías quedarte a vivir una temporada aquí, con nosotros –propone.
–¿Cómo? –lo miro desconcertada.
Marcos le pregunta perplejo:
–¿Y cómo lo tenías pensado?
–Pues, como siempre –le contesta Liam–. Podría ser una experiencia nueva. A mí me gusta, a ti también y Álex adora a todas las mujeres…
Me quedo mirando a los tres, atónita:
–¿Alguien me puede explicar de qué va esto?
–A menudo nos visitan mujeres que suelen quedarse algunas semanas… a cambio de ciertos servicios –me explica Marcos. Su mirada me hace estremecer.
–¿Qué tipo de servicios? –logro preguntar, algo corta de aliento. Espero que la respuesta no sea la que me está rondando por la cabeza.
–Las damas no pagan alquiler y reciben una generosa remuneración, a cambio de mantener relaciones sexuales con nosotros. Obviamente solo si les apetece. –Liam
clava sus ojos azules en los míos.
Doy un brinco tan fuerte que se vuelca la taza de café:
–¿Estáis chalaos o qué? ¿Tengo pinta de prostituta?
¡Qué desfachatez! Solo quiero salir de aquí. Corro hacia la habitación de invitados para recoger mi bolso, pero Álex me alcanza y me sujeta del brazo.
–Carolina, espera por favor.
–¡Suéltame! –le espeto, dando palos de ciego.
–Carolina, lo siento. Estos dos a veces son bastante torpes.
–¿Y tú? ¿Te crees mejor? Si he entendido bien, tú también participas en todo esto. –Estoy furiosa.
Mientras tanto, nos alcanzan Liam y Marcos y los tres me cierran el paso. Me siento amenazada. Empiezo a gritar: –¡Socorro!
Liam sacude la cabeza, sonriendo.
–¿Pero qué crees que somos? No te tocaremos, no te preocupes. No haríamos nada a una mujer si no es que lo quiere.
–¡Pero, qué tíos! –Entro en la habitación y alcanzo mi bolso.
Resulta ser un error porque ahora me encuentro atrapada, como un ratón ante el gato.
–¡Dejadme pasar, ahora mismo! –les chillo.
Qué tonta, Carolina, una locura así solo te puede pasar a ti.
Noto como se me dispara la adrenalina y que mi corazón empieza a latir a lo loco. No me harán nada, ¿no? Y nadie sabe dónde estoy. ¡Dios mío! Ya estoy viendo
los titulares: Hallada muerta una chica de 29 años – la policía no tiene pistas.
–Tranquilízate, mujer. –Se me acerca Liam, me sujeta de los hombros y me obliga a sentarme en la cama–. Siéntate, que sino acabarás desmayándote. Pareces un
fantasma. No te haremos nada, te lo prometo. Te puedes ir cuando quieras, pero antes me gustaría que escucharas lo que quería decir.
–Creo que lo he entendido muy bien –digo con voz ahogada–. Pagáis a unas putas cualquiera para que vivan en vuestra casa y así podáis follar con ellas cuando os
apetezca.
–No es bien bien así. –Liam se sienta a mi lado. Yo me aparto de él. No sé como he podido dejarme engañar por un tío así.
Liam les hace una señal a Álex y Marcos y éstos se retiran. Pero aún oigo Marcos decir en voz baja –¡Qué idea más tonta querer contratar a Carolina!– Dónde coño
me he metido, ¿en un burdel privado?
–Escúchame Carolina, lo siento. No quería asustarte. Generalmente, no traemos mujeres ‘normales’ a este piso. Pero ayer me dabas pena y no quería que tuvieras
que pasar la velada a solas. Vete si quieres, pero me gustaría explicarte de qué va todo esto. –Liam me mira fijamente, ya no parece tan peligroso, más bien avergonzado.
Me callo y espero, de alguna manera sí que me interesa saber qué es lo que hacen los chicos en este piso.
–Es cierto que pagamos a las mujeres que viven con nosotros, pero no por el sexo, esto lo hacen voluntariamente. Nunca obligaríamos a nadie a hacer algo que no
quiere. Tampoco se trata de prostitutas, sino más bien de mujeres con inquietudes, con ganas de experimentar y vivir cosas diferentes. Publicamos un anuncio,
explicando lo que buscamos, y elegimos una de las candidatas para que conviva con nosotros durante algunas semanas y le pagamos por ello.
–Pues a mí me suena a prostitución –bufo de ira–. Y normal, lo que se dice normal, tampoco es. Sí que sois tíos raros, compartir la misma mujer.
Liam suspira.
–No es así. Los tres coincidimos muy poco. Se trata de nuestra segunda residencia, cada uno mantiene su propia vivienda y los tres tenemos nuestras razones para
mantener este piso. Marcos es algo galán y no quiere comprometerse. Sin embargo, a veces le falta el día a día con una mujer, como por ejemplo cocinar, mirar juntos la
tele, o también seducir a una chica que no sea acabada de conocer. Para él, todo eso es ‘jugar a pareja’. Álex trabaja mucho y viaja a menudo. Le gusta llegar a casa y
encontrarse con una agradable compañía, alguien con quien poder dejarse ir. Y yo, también tengo mis razones. –De repente, Liam tiene la voz tomada.
–¿Que serían..? –le pregunto, mientras aprieto mi bolso con fuerza, como si me pudiese proteger.
–No quiero hablar de esto. Pero te puedo garantizar que hasta ahora, no hubo ni una chica que se arrepintió de haber vivido con nosotros. A algunas les hubiera
gustado quedarse más tiempo, pero esto va contra nuestras reglas.
Qué friki, Dios mío. Sin duda son guapísimos, pero a los tres les falta un tornillo.
–De acuerdo. Gracias por haberme dejado dormir aquí y por el desayuno. Ahora quiero irme –le contesto y me levanto.
Liam se levanta a su vez.
–Entiendo que todo esto te parezca raro. Pero, por si cambiaras de opinión, te dejo mi número de móvil.
–Raro es quedarse corto –le contesto y guardo el papel con su número de teléfono, más por educación que por otra cosa.
–¿Quieres que te acompañe a casa? –me propone Liam.
Me lo pienso. «No sé si quiero que sepa donde vivo, podría ser peligroso. Pero como tengo que mudarme de aquí poco… Además, me hubieran podido agredir y
nadie hizo nada. Es más, todos se han comportado muy bien conmigo.»
–De acuerdo –le contesto.
Álex y Marcos siguen en la cocina, acabando de desayunar.
–Ahora vuelvo, llevo a Carolina a casa –les explica Liam.
–¡Mejor, no fue muy buena idea, la verdad! Además va en contra de nuestras reglas, pero ya lo hablaremos. Hasta luego Carolina –contesta Marcos. Ni siquiera me
da la mano. Álex por lo menos es cortés y me acompaña hasta la puerta.
–Encantado de haberte conocido. –Me aprieta la mano –. Te deseo todo lo mejor. ¡Y no dejes que tu ex te trate de esa manera!
¿De qué trabajará Álex? Realmente es muy majo. En comparación, Marcos es más frío e impasible. ¿Pero por qué le doy más vueltas? Ya no los veré más.
–Gracias por el alojamiento –le saludo desde la puerta y sigo a Liam. Parece incapaz de mantener sus ojos quietos. Noto como su mirada se pasea por todo mi
cuerpo.
–¡No tienes ni idea de qué te pierdes! –exlama, apretando el botón para llamar al ascensor.
–¡Calla o voy andando! –Le pego un bufido.
–Lástima que seas tan estrecha.
Me enfado:
–No soy estrecha para nada. Ayer estaba en el bar porque quería ligarme a alguien, pero vosotros, frikis, me lo habéis estropeado todo.
Se abren las puertas del ascensor y entramos.
–Sabes, de momento tengo otros problemas. Me he quedado sin trabajo, sin piso y sin novio.
–Siento haberte estropeado la velada. Pero creo que le das demasiadas vueltas a todo –me contesta Liam pulsando el botón de parada.
El ascensor se detiene tan bruscamente que los tacones me hacen perder el equilibrio y caigo contra Liam.
–Hala…
Entrelaza mi pelo y tira mi cabeza hacia atrás. No me queda más remedio que alzar la vista hacia él.
–Qué co.. –pero Liam no me deja hablar. Su lengua sigue el contorno de mis labios y pide paso, abriéndolos. Estoy tan desconcertada que no me defiendo. El beso
me quita el aliento y me endurece los pezones. Poco a poco, su mano explora mi cuerpo, se mete debajo de mi vestido y acaricia mi pubis. Como si sus dedos
estuviesen bajo tensión, mi clítoris empieza a latir bajo sus caricias.
¡Continúa, por favor!
–Anda, date la vuelta.
Desconecto mi mente y hago lo que me manda. No puedo hacer otra cosa, mi cuerpo está hambriento de sexo y quiere más, a toda costa.
–¡Las he vistas más rápidas! –Me gira de golpe –. ¡Agáchate hacia adelante!
Estira de mi tanga, levanta el vestido y se arrodilla detrás de mí. Me aguanto en la barra del ascensor. Las paredes me devuelven el reflejo de lo que está haciendo.
Dios mío, qué sexy.
La lengua de Liam dibuja pequeños círculos alrededor de mi vulva, noto como me humedezco. Abre los labios, muy poco a poco, luego su lengua se mete en pleno
en mi sexo, mientras que los dedos estimulan mi clítoris. Gimo y le ofrezco mis nalgas.
–Pues no tan estrecha como pensaba. –Me da un cachete–. Qué culito más guapo, se me ocurren muchas cosas que se podrían hacer. –Se levanta.
–No por favor, no pares, ¡continúa! –le ruego.
–¿Es esto lo que quieres? –Se desabrocha los vaqueros, a cámara lenta.
Todavía estoy con mi culo al aire.
–¡Sí!
Veo su polla, grande y erecta en el espejo detrás de mí y me muerdo los labios. ¡Dale! El agarra su pene y pasa con la punta encima de mi culo, luego en mi clítoris.
Lo quiero sentir dentro de mí, ¡ahora mismo!
–¡Basta! –Se separa bruscamente de mí.
¿Cómo? ¡No!
–Basta para hoy.
–No por favor, Liam. –Mi vulva está hinchada, mi clítoris palpita, quiero que me follen, ahora.
Pero Liam no parece estar por la labor y se cierra los pantalones, sonriendo.
Me incorporo.
–¿Y esto?
–Hoy no hay más. Solo quería que vieras todo lo que te pierdes. –Está apoyado a la pared y me mira divertido.
Estoy frustrada y me arreglo las braguitas y el vestido.
–¡Cabrón!
–Gracias, y si quieres repetir, ya sabes…
Dios, qué canalla. Estoy a punto de explotar. Y de volver al piso y follar con Marcos o Álex. Lo que necesito es que me follen. Liam sigue con la misma sonrisa de
canalla y aprieta el botón para volver a poner en marcha el ascensor.

Los Caballeros del Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora