Carolina

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-No ehtá mal, señorita. ¡Una muy buena diressió! –El taxista asiente impresionado–. Musho mehó que el hotel.
–El conductor para el coche delante de la casa de
Liam y baja para descargar los cartones. Yo también bajo del coche, pero ahora sí que las piernas me fallan un poco. Carolina, ¿qué demonios estás haciendo? Si ni
siquiera lo conoces.
Si no fuera por el taxista que me mira expectante y todos mis enseres amontonados en la acera, hubiera dado marcha atrás.
–¿Qué le pasa señorita? Toque el timbre. ¿O nessesita ayuda pá subí lah cosah?
–No, gracias. –Sacudo la cabeza y le pago el viaje. Respiro hondo y le doy al timbre.
–¿Carolina? –Del interfono resuena la voz profunda de Liam.
–Sí, soy yo. Necesitaría ayuda.
–Ahora bajo.
–Creía que querías quedarte como mucho dos días. ¿O al final sí que quieres entrar a vivir con nosotros? –me pregunta Liam al ver mi bagaje, con un guiño de ojo.
Está otra vez fundido en ese jersey de cuello alto negro y ceñido que le queda tan sexy.
–No, no, los dos días. A no ser que te portes mal, entonces me voy antes. ¿Puedo dejar mis cosas aquí mientras tanto?
–¿Qué entiendes por ‘portarme mal’? –Liam sonríe socarrón.
–Lo que hiciste el otro día en el ascensor, por ejemplo. Calentarme tanto para luego dejarme como me dejaste, eso no está bien –bromeo.
–¿Tú crees? –Liam me regala una de sus sonrisas mientras carga un cartón. El movimiento deja entrever el bíceps debajo del jersey. Mmm..., que cosa más apetitosa.
–¡Sí señor, te lo devolveré! –le contesto y agarro otro cartón.
–Muy crecida para ser una persona sin hogar.
–¿Tú crees?
–Sí señora. –Liam entra el cartón. Yo le sigo sonriendo, para mis adentros. ¡Ya te enterarás, querido!
Poco después subimos en ascensor, con todas mis cajas y las dos maletas. El dedo de Liam apunta al botón de parada.
–¿Quieres que apriete? –me pregunta, socarrón.
–Si quieres, pero esta vez no me engañas.
–¿No?
–No, seguro que no. Hoy me toca a mí.
–¿Hacer qué?
–¡Ya lo verás!
–Me tienes intrigado.
Qué sexy, un intercambio de palabras. Y esa mirada… solo por su mirada me siento desfallecer. Lo que me pide el cuerpo es asaltarle, aquí y ahora, pero no lo haré.
Quiero demostrarme a mí misma que todavía soy capaz de mantener el juego, lo necesito para mi ego. Dos días salidos con Liam y después espero estar lista para
empezar mi nueva vida.
–¿Y qué, ya sabes qué harás? –me pregunta Liam mientras guardamos los bultos. Sus ojos azules brillan pícaros.
–Puff, qué agotador –le contesto con un suspiro más que teatral. Me paso la mano por la frente–. Creo que ante todo, me voy a duchar. –Empiezo a desvestirme
muy poco a poco.
Liam levanta una ceja:
–Vas al grano rápidamente, tú. –constata, regalándome una sonrisa.
–¿Por qué? Solo voy a ducharme –le contesto coqueta abriendo mi sujetador.
En un santiamén lo tengo a mi lado.
–Las manos quietas, ¡prohibido tocar! –Me lo quito de encima.
–¿Y qué quieres que haga?
–No sé. Si te portas bien, te dejo mirar mientras me duche.
Dejo que los tirantes del sujetador bajen lentamente por mis brazos. Me planto delante de él, solo fundida en vaqueros.
–¡Qué sexy eres! Lo sabes, ¿verdad? –me refunfuña.
Me río echando la cabeza hacia atrás y me quito los pantalones. No le hago caso y me dirijo al baño; solo llevo puesto el tanga negro. Menos mal que esta vez doy
con la puerta correcta. Liam me sigue, parece una pantera persiguiendo a su presa poco antes de atacarla. Esta vez, seré yo quien sorprenda al felino.
Me pongo debajo de la ducha de lluvia y abro el grifo, dejando la mampara abierta. Liam está apoyado en la pared, mirándome. El agua cae sobre mi cabeza y
encuentra el camino entre mis pechos. Al llegar a mis ingles, desgarro mi tanga de un tirón.
Liam empieza a jadear.
Me río contenta, pongo un poco de gel en mis pechos y empiezo a repartirlo, entreteniéndome con mis pezones hasta que se endurecen. Me pone que Liam me esté
observando y veo que él también está excitado, la forma de su polla destaca claramente debajo del tejano. Dejo que mi dedo baje para poder acariciar mi clítoris. Cuando
estoy toda húmeda, introduzco dos dedos y estimulo mi punto G.
Liam se quita de encima lo que llevaba puesto y se me presenta en todo su esplendor. Me estremezco. Me gustaría sentir su erección pulsante dentro de mí, pero
todavía tiene que esperar. Antes le quiero torturar un poquito, tal como lo hizo conmigo en el ascensor.
–¿Puedo entrar?
Le niego con la cabeza.
–¡Ya estoy! –Cierro el grifo y alcanzo una toalla. Liam me impide el paso, me agarra del pelo mojado y me regala un beso. Noto su erección en mi cadera.
–¡Déjalo! –Me lo quito de encima y voy hacia el dormitorio, Liam me sigue, peligrosamente rápido.
–¿Qué es lo que quieres? ¿Esto tal vez? –le pregunto coqueta, dejándome caer sobre la cama y metiéndome otra vez un dedo en mi vagina.
Se sienta a mi lado. Veo que su sexo está completamente erecto. Alarga la mano…
-¡Ahora me toca a mi!
–¡Olvídate, prohibido tocar! –decido. Me repliego sobre él y meto su polla dura en la boca. Chupo su glande y cierro mi mano sobre el tronco. Lo oigo gemir.
Aumento el ritmo de masaje, de mis labios y mis dedos, le chupo con tal intensidad que su volumen aumenta aún más. La polla de Liam ocupa toda la cavidad de mi
boca.
–¡Dios, no pares! –gime.
Me aparto de un tirón.
–Pero ¡qué haces! –gimotea.
Me echo hacia atrás, colocando mis brazos detrás de mi cabeza.
–Hoy no hay más. Solo quería que vieras todo lo que te pierdes–. Repito la frase que me dijo en el ascensor.
–¡Demasiado tarde! Te dejaré ir después de haberte follado. –Agarra mis piernas y me da la vuelta–. Espero que estés lo suficientemente húmeda.
Coloca un cojín debajo de mi monte de Venus, dejando mi culo al aire. No me defiendo, estoy más que preparada.
–Eso, por haberme torturado –me espeta entre dientes y me penetra con tanta fuerza que grito. Vuelve y vuelve a penetrarme. Todo mi interior explota de deseo, lo
engullo todo, presento mis caderas. Continúa penetrándome con fuerza, una y otra vez hasta que no aguanto más y me corro, gritando su nombre. Me la clava dos veces
más, gime y se vacía dentro de mí.
–Mmm..., ¡qué bien! –Liam me acaricia la espalda.
–¿Qué, ahora los preliminares, después de follar? –le pregunto fresca.
Me mira divertido.
–Si acabamos de tenerlos. Volveremos de aquí poco. ¡Hoy no te dejo salir de mi cama!
Siento que la pasión se apodera otra vez de todo mi cuerpo. ¿De veras podrá otra vez? Su pene sigue levemente erecto.
–A ver si todavía estás lo suficientemente húmeda. –Pone un dedo sobre mis labios hinchados–. Mmm...… Habrá que ayudar un poquito. –Abre un cajón de la
mesita de noche y saca una pluma de ave negra, besa mi barriga y mi pubis mientras acaricia mi vulva y mi clítoris con la pluma. Aunque la zona esté irritada, noto que
me vuelvo a humedecer.
–Ves como sí. –Se saca un mechón de la cara y sonríe. Dios mío, nunca he tenido un hombre tan sexy en la cama. No es que los demás fueran de mal ver, pero nadie
se le acercaría a Liam, ni siquiera Tobías.
–Continúa –le incito y le acerco mi pelvis. La pluma dibuja círculos sobre mi clítoris, sube por las ingles para bajar por los muslos y volver siguiendo la parte
interior de los mismos, hasta llegar otra vez a mis labios. Gimo, ¡más, quiero más!
Liam sujeta mi mano para que acaricie su pene. Noto como se empalma mientras sigue torturándome con la pluma.
–Ya estás lista –decide y vuelve a abrir el cajón. Levanto la cabeza para ver qué hace. Tiene una cosa transparente, alargada, redonda y texturizada entre mano.
–¿Qué es eso? –pregunto curiosa.
–¿Nunca te han follado con una funda?
Niego con la cabeza. Tobías no quería oír hablar de juguetes sexuales aunque a mí sí me hubiera gustado probar cosas.
–Pues, ¡ya es hora! –Liam se coloca la funda sobre su pene erigido.
–Ahora te toca a ti. –Se coloca boca arriba, indicándome su polla–: ¡Móntame!
Manoseo la funda, la textura promete buenas sensaciones. Con la funda puesta, el pene de Liam parece erguirse aún más. Tengo la boca seca pensando que dentro de
nada lo notaré dentro de mí. Mi clítoris palpita de deseo. Me siento encima de él y bajo mi pelvis hasta que mis labios tocan la glande. Jadeo, no me hubiera imaginado
estar lista tan rápido otra vez. Estoy tan húmeda que su polla entra sin problema. Parece que para Liam esto tarde demasiado, me agarra de mis caderas y me aprieta
hacia abajo. Me clava con toda su erección, me empala. Y yo, grito de placer.
–Eres demasiado lenta –me gruñe y mueve su cadera debajo de mí. Me empuja con fuerza y yo me acoplo al ritmo, me lo trago todo. La textura masajea mi vagina,
estimulando mi pobre carne sensible. Cabalgo sobre él, mientras a su vez, él me cabalga. Me dejo ir, gritando mi placer hasta que me corro por fin.

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