Carolina

20 0 0
                                    


No sé cómo, pero al final he logrado dejar atrás todo este grotesco fin de semana.
Me despedí bastante fríamente de Liam, después que me dejara en casa con su elegante coche negro. Tampoco le invité a subir. Por un lado me pareció raro invitarle
al piso de Tobías, por otro, mi feminidad aún estaba muy afectada por la negativa sexual.
Mi vagina todavía no había entendido que no habría más sexo. Mis labios aún estaban muy hinchados y decidí meterme mano. No me salió ni eso, porque no había
manera de dejarme ir del todo. Pensaba continuamente en Liam, en sus amigos y en su propuesta rara. Y a ratos, también me asaltaba el recuerdo de Tobías.
Para distraerme devolví las llamadas a todos aquellos que me habían dejado felicitaciones en mi buzón de voz. Sin embargo, no les comenté nada de la carta de
Tobías ni de la ruptura con él. Primero tenía que aclararme las ideas yo sola, sin los buenos consejos de turno. Esta era mi manera de solucionar problemas.
El domingo por la mañana, me quedé mucho rato en la cama. Finalmente, logré levantarme y cocinarme algo. Luego empecé a ordenar mis cosas y a hacer cajas de
mudanzas. De vez en cuando me vencía la pena e intentaba contactar con Tobías, pero nunca cogió el teléfono. ¡Qué vil cabrón!
Hoy, lunes por la mañana, estoy delante de mi portátil en la cocina tomando un café y leyendo ofertas de trabajo. Acabo de contestar a dos ofertas de empleo, pero
no me hago muchas ilusiones de recibir una respuesta positiva. En el ámbito del marketing, los empleos están muy buscados y hay muchísimos candidatos. Tampoco es
fácil encontrar un piso de alquiler que no sea tan caro. Estoy por contestar a un anuncio de un estudio minúsculo, cuyo alquiler casi sobrepasa mi presupuesto, cuando
oigo como se abre la puerta de entrada.
¿Tobías? Siento como me sube la adrenalina. Me levanto corriendo hacia la puerta.
–Hola Carolina.
En la puerta me encuentro a la Sra. Baena, la secretaria de Tobías. Debajo del brazo lleva un cartón pequeño, del cual sobresale un marco: El cuadro que le pinté a
Tobías para Navidad y que hasta hace poco colgaba en su despacho. Parece no quererlo más.
–Hola –le contesto entre dientes.
–Escúcheme, Carolina. Todo esto me sabe muy mal –refunfuña la Sra. Baena, dejándome el cartón–. Estas son sus cosas personales del despacho. Solo recojo
algunos documentos para el Sr. Méndez Villaterra y me voy.
Muevo la cabeza en desaprobación. No dejaré escapar a la Sra. Baena sin más.
–¿Qué le ha explicado Tobías? ¿Y qué dicen los compañeros de todo esto?
–De hecho esperaba no encontrarla en casa –suspira la Sra. Baena. Parece sentirse incómoda con la situación–. Bueno, el Sr. Méndez Villaterra nos explicó que se
habían separado, también nos comentó lo del bebé…
La miro desconcertada:
–¿Qué bebé?
–¡Uy! –La Sra. Baena abre los ojos de par en par e intenta escabullirse al despacho.
–¡Quieta ahí! ¿Qué bebé?
–¿Pero no se lo comentó? –Me mira con pena–. Su novia y él esperan un bebé. ¡Está embarazada de cuatro meses!
Uf, esto sí que es un golpe en el estómago. ¿Tobías será padre y su novia está de cuatro meses? Y yo, idiota de mí ¿no me di cuenta de nada? ¡No puede ser!
Vuelvo a la cocina y llamo otra vez a Tobías: ¡qué me lo explique él!
Dejo que el teléfono suene durante un buen rato, pero Tobías no lo coge y su buzón de voz no está activado. ¡Qué cobarde! Probablemente ha cambiado de número,
¿por qué otra razón no descuelga su maldito móvil? Me entran ganas de desmontar el piso y destrozarlo todo. A ver dónde irá a vivir con su novia y el bebé: a una casa
en ruinas.
–Ya me voy. –En la puerta de la cocina aparecen los rizos canosos de la Sra. Baena, debajo del brazo lleva un fajo de papeles–. Le deseo lo mejor. –Lo dice
mirándose los zapatos. Me trago el comentario, ella no tiene la culpa de que Tobías se comporte tan mal conmigo.
–Gracias, igualmente –le contesto y espero que se cierre la puerta antes de coger la taza favorita de Tobías y tirarla con toda mi fuerza al suelo. Trozos de porcelana
vuelan por toda la cocina. ¡Qué alivio!
No me quedaré ni un minuto más en este piso. Buscaré un hotel barato para tres o cuatro noches y ya pensaré qué hacer.
Recojo mis vestidos como una endemoniada, menos mal que no tengo mucha cosa. Al final lleno cuatro cartones y dos maletas grandes. La mayoría de mis
pertenencias todavía está en el garaje de mis padres. Seguramente podría ir a vivir una temporada con ellos, pero preferiría encontrar otra cosa. Mis padres son
realmente muy majos, pero su casa es pequeña y qué ganas de volver a vivir con los padres, a los 29 años. Desde luego no es ninguna opción para mí.
En su tele de plasma tan querida le dejo un recado, escrito con un rimel impermeable:
FUCK OFF AND DIE. Satisfecha, pido un taxi.
Al ver mis cartones y las dos maletas en el pasillo, el taxista comenta:
–Ay Señora, ¿qué? ¿Problemá con su novio?
–Pues, algo por el estilo –le contesto, soplándome un mechón de cabello rebelde. Repartimos mis cosas en el maletero y los asientos traseros. Me dejo caer en el
asiento del copiloto.
–No se preocupe, verá como tó se arreglará. Seguro que vendrá a pedí perdón.
–Que va, esto ya no hay quien lo arregle. ¿Conoce algún hotel céntrico que esté bien de precio?
–Pueh, no sabría, hay mushoh.
–Arranque; de hecho me es igual a qué hotel me lleve, basta con que el viaje no pase de 15 euros.
El taxista frunce el ceño, pero asiente. –De acuerdo, como quierah. Sé de un hotel muy maho.
Seguro que el buen hombre ha visto ya muchas cosas en su trabajo. Dejar a una mujer con sus cartones delante de un hotel no será una cosa muy extraordinaria.
Cierro los ojos un momento e intento recomponerme. No llores, Caro, ahora no.
–Ay, no se preocupe. Ya se arreglará. En unoh díah ehtará riéndohe de tó eho –. El taxista intenta alegrarme el momento.
Le regalo una sonrisa forzada.
¡Un sonido en mi bolso! ¿Un mensaje? ¿Tal vez de Tobías?
Miro mi móvil: efectivamente, un mensaje nuevo. ¿Pero de quién será? No conozco este número. Le doy al icono de mensaje SMS.
¿Hola, qué tal? L.

¿L? ¿L de Liam? ¿De dónde ha sacado mi número de móvil?

¿Cómo conseguiste mi número?

¿¿?? ¿No te acuerdas? Me lo diste tú, en el bar.

Efectivamente, no me acuerdo. ¿Le di mi número de móvil a Liam? ¿Cuándo?
Intento hacer memoria. Pues sí, es cierto. Ahora caigo, lo había olvidado completamente. Culpa de los Apple Martini. Sí que se lo di, cuando Marcos estaba en el
lavabo y Álex pidiendo una ronda le pasé mi tarjeta de visita. Miércoles, porqué habré hecho eso. Bueno, tampoco sabía nada entonces del piso compartido ese raro…
¿Sigues ahí?

¿Contesto o no contesto?
¡¿Y por qué no?! Por lo menos uno que quiere saber cómo estoy. De mis compañeros de trabajo no me ha llamado nadie. Seguro que le tienen miedo a Tobías, ¡qué cobardes!

Sí. Estoy de camino a un hotel, acabo de dejar el piso.

Madre mía, sí que vas rápida. ¿Dónde te alojas?

No sé todavía. El taxista decide dónde ir.
¿Y eso, por qué?

Porque me da igual. Total, no puedo quedarme mucho tiempo, no tengo pasta.

Lo siento
¿Te apetece una aventura? Pues ven a mi casa, Álex y Marcos no están y yo tengo unos días libres…

No sé… Seguro que no estarían de acuerdo. ¿Todavía no habéis encontrado ninguna puta que os vaya bien a los tres?

Me dejas k.o. Cuántas veces tengo que repetirte que no es eso. A Marcos y a Álex no les tiene que importar lo que hago o dejo de hacer. Al menos mientras no estén…

¿Y vuestras reglas?

¡Olvídate de las reglas! Las reglas están para infringirlas,
Venga, un baño relajante en compañía, una cena romántica y un poco de sexo.

Pues, suena bien. De todas formas, mejor que quedarme sola en un hotelucho los próximos días.
¿Por qué no disfrutar un poco? Tobías lleva meses haciéndolo. Hay cosas peores que pasar unos días de locura con un tío como Liam, y mientras no estén los otros
dos… Y además: ¿tengo algo que perder?

Ok

¿De verdad te vienes?

Sí, siempre que los otros dos no estén. Pero solo para dos o tres días, como mucho.

:-) ¿Te acuerdas de la dirección?

¡Sí!

Hasta ahora, qué ilu, L.

Mientras le digo la nueva dirección al taxista van aumentando los cosquilleos en el estómago y el bajo vientre. Pienso en la escena caliente del ascensor y noto como
se me endurecen los pezones. Hoy follaré con Liam, sí o sí, no lo dejaré escapar otra vez. Prepárate, que yo también tengo mis truquillos. Antes de la relación con
Tobías probé de todo y sé que soy buena. Solo que Tobías no sabía apreciarlo… al aburrido de mi ex le gustaba solo el sexo rutinario.
¡Qué se aburra con su nueva mujer! Yo estoy libre y puedo hacer lo que me dé la gana. Y es lo que voy a hacer: calmar mi ansia sexual y divertirme. Es hora de
volver a vivir a lo loco. Solo tengo 29 años y aún no estoy para tirar.

Los Caballeros del Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora