A la mañana siguiente, me desperté bastante temprano para lo que era habitual en mí y, dado que recién estaba amaneciendo, como se veía a través de la ventana de mi cuarto, decidí salir de la cama, vestirme con el vestido más cómodo que tenía y salir a dar una vuelta. Yo era más de paseos a la luz del crepúsculo, pero esa mañana pensé que era lo correcto.
La casa en la que me encontraba no estaba muy lejos de los acantilados que daban a la playa, por lo que me acerque hacia ellos. La brisa marina era agradable, gracias al calor de las primeras semanas del verano, haciendo el camino muy tranquilo y que podía despejar la mente de cualquiera. Tenía mucha curiosidad por conocer a Miyeon. Según lo que me había contado su madre, su vida no era algo así como un cuento de hadas, a pesar de su posición económica. Por lo que, como le había prometido a su madre, sabía que debía apoyarla aquellas semanas que estuviera por allí. Quien sabía, a lo mejor hacía una amiga y todo.
De regreso a la casa, entré por la puerta principal, que abrió Soyeon, que me invito a pasar a la cocina para tomar el desayuno. Este fue muy rápido y silencioso, dado que la rubia debía hacer sus tareas y me había comentado que madre e hija estaban desayunando en el salón donde había conocido a Soojin el día anterior.
Cuando acabé, no permitiéndome Soyeon que recogiera nada, me dirigí a la habitación en la que se encontraban las dos mujeres de la casa. Al entrar, vi a Soojin de cara a la puerta. En cuanto me vio, dejó su taza en la mesa.
- Buenos días, señorita Kim. ¿Acaba de levantarse? ¿Le apetece desayunar con nosotras?
- No se preocupe, señora Cho. - le contesté, casi desde el marco de la puerta. - Ya he tomado el desayuno en la cocina. He salido a pasear nada más despertarme y Soyeon me lo ha servido allí cuando he llegado, supongo que antes que a ustedes.
- Está bien. Siéntate, por favor. En cuanto terminemos, podéis empezar la clase. - señaló una butaca que había libre a su lado.
Cuando estaba a punto de sentarme, vi por primera vez a Miyeon. Era como las princesas de las historias para niños. Tenía la piel blanquecina, un pelo castaño oscuro largo, recogido en un moño de la época. Tenía unos rasgos definidos y delicados, dignos de ser retratados por los mejores pintores. Se notaba una elegancia y una tranquilidad en la mirada, la cual no levantó de la taza de la que bebía. Ni siquiera cuando su madre nos presentó.
- Señorita Kim, aún no se han conocido. Ella es mi hija Cho Miyeon. Hija, ¿puedes decirle algo a la que será tu tutora de piano? - pero la joven hizo caso omiso y se mantuvo centrada en su desayuno. Soojin suspiró y se dirigió a mí. - No se preocupe, a mí tampoco me ha hablado desde que se ha levantado.
El resto del desayuno de las dos mujeres fue bastante tranquilo, dado que la señora Cho se dedicó a hacer preguntas banales sobre mí de las cuales ya conocía la respuesta para que Miyeon me conociera más. Sin embargo, siguió en silencio absoluto, siendo lo único que se escuchaba de vez en cuando el tintineo de la cucharilla dando vueltas a su té. Yo no sabía qué le ocurría, pero, por lo que me había contado Soojin, tomé la decisión de marcarle sus tiempos y que fuera ella quien decidiera abrirse a mí.
Unos veinte minutos después de haberme sentado, la señora Cho dio por finalizado el desayuno y nos indicó que la siguiéramos a la sala de música. Cuando entré, observé que era una habitación más de la casa, pero tenía un piano en uno de los lados. Este se notaba viejo, como había observado en gran parte del mobiliario que me rodeaba, pero no fui yo quien hizo alusión a ello en voz alta.
- El piano se trajo de la capital hasta esta casa hace casi treinta años. A la hermana de mi esposo le gustaba tocar y fue un pequeño capricho que él le concedió. - comentó Soojin. - Puede comprobar su estado antes de comenzar la lección, si lo desea. - yo sólo asentí.
Estaba claro que el paso del tiempo había hecho mella en aquel objeto, pero creía poder haberlo sonar con algún mantenimiento básico que había aprendido en todos aquellos años. Decidí decirle a la señora que todo tenía solución y que no se preocupara, que lo haría aquella misma tarde, que no hacía falta para lo que íbamos a ver hoy. Soojin se despidió con una reverencia, deseandonos suerte en nuestra sesión, y abandonó la sala.
- Está bien. Para empezar a tocar el piano, lo primero que debemos aprender es un poco cómo funciona este. Siéntate conmigo aquí, por favor. - le indiqué que ocupara el banco que había frente al piano, mientras yo acercaba una silla hasta este. Ella me hizo caso, pero no dijo palabra alguna. - Bien, lo primero que debes saber es cómo está compuesto. - en aquel momento, fui interrumpida por ella.
- Sé cómo es un piano. Lo he visto mucho tiempo, no hace falta que me lo diga. - yo me quedé parada ante sus palabras frías y cortantes. Que las primeras frases que me dirigiera fueran en aquel tono era sorprendente, pero tomé una respiración profunda y continué con la explicación.
- Está bien. Entonces pasemos a las escalas. - y ya no me volvió a interrumpir el resto de la mañana, pero tampoco me hizo un gran caso.
Más tarde, aquel mismo día, mientras madre e hija salían a dar un paseo, me acerqué a Soyeon a pedirle lo que necesitaba para mejorar el piano. Aproveché para preguntarle sobre Miyeon.
- Una pregunta, ¿sabes si le pasa algo a la señorita Cho? Es que el tono con el que se me ha dirigido la única vez que ha hablado durante la clase y por sus modales hacia mí, debe haber ocurrido algo.
- La verdad es que la señorita se ha vuelto infeliz desde la muerte de su hermana, la señorita Shuhua. Puede que estén ambas cosas relacionadas, pero sí es cierto que ni a su madre la trata siempre con respeto. Imaginarse al servicio. - yo asentí ante su confesión. Debía emplear con ella otros métodos para intentar ganarme su confianza y que, a lo mejor, no me quisiera dar de patadas y matarme en la siguiente sesión.
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Una mujer en llamas - MIMIN
Fanfiction#MIMIN ALTERNATIVE UNIVERSE / FANFIC Kim Minnie es contratada para darle clases de piano a la joven Cho Miyeon, prometida de un noble japonés. Pero, por el camino, no solo se formará una gran amistad, sino un vínculo demasiado especial entre ellas. ...