Capítulo 1: Llegada a Jeju

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Sin aliento. Llegué a aquella isla sin aliento en mis pulmones. El bote que me iba a acercar a la costa decidió que era mejor dejarme antes de lo previsto para que me mojase las caras ropas que llevaba. Casi asesinando con la mirada a aquel hombre sin compasión, mis pies se adentraron en el agua y, llevando el equipaje en ambas manos, empecé a caminar hacia la playa. Cuando llegué hasta esta, evidentemente mi vestido empezó a cubrirse de arena. Estaba segura de que podía quedarme sin mi mejor vestido ante lo que me estaba pasando, pero no me quedaba otra que continuar. Si volvía a ver a aquel hombre alguna vez en mi vida, me prometí a mí misma que le haría pagar aquellas prendas. Pero me daba a mí que eso no acabaría pasando nunca.

La casa a la que me dirigía no quedaba muy lejos de la playa en la que me habían dejado. Sin embargo, cargar con dos bultos bastante grades, tanto o más que yo misma, hacía el trabajo mucho más complicado de lo que podía parecer en un principio. Finalmente, aunque no con el mejor de los aspectos en ninguna de las partes de mi cuerpo, llamé a la puerta de la enorme mansión frente a mí. Una chica joven, de, deduje por su aspecto, una edad parecida a la mía, la abrió y se dirigió a mí muy amable y educadamente.

- Usted debe ser Kim Minnie, la profesora de piano de la señorita de la casa. La señora Cho la está esperando para hablar con usted. Por favor, pase. - y se hizo a un lado para dejarme entrar. - Deme eso, yo me encargo de su equipaje. - sin darme tiempo a replicar, la sirvienta tomó mis bártulos y empezó a caminar por el pasillo.

Mirase a donde mirase, me encontraba con lujo por doquier, cosa que caracterizaba mucho a las familias ricas del tiempo en el que me encontraba. No era una experta en objetos de valor, pero saltaba a la vista el poder económico de aquella familia, aunque ciertos objetos se veían algo antiguos y desgastados, suponía que del paso del tiempo.

Una vez atravesamos el pasillo y subimos las escaleras hasta el primer piso, giramos en la primera habitación de la izquierda donde, como había dicho la chica que me acompañaba, se encontraba la señora Cho.

- Señorita Kim, la estábamos esperando. Siéntese, por favor. - asentí, después de haberle hecho la reverencia de cortesía, y me senté en la butaca al otro lado de ella. La criada, que había desaparecido de mi vista por unos instantes, regresó desde el pasillo diciendo que iría a preparar té para ambas. Una vez solas de nuevo, la señora se presentó. - Soy Cho Soojin y soy quien ha contratado de tus servicios. Pretendo que le des clases a mi hija pequeña, Miyeon. Esta se va a casar con un hombre de alta cuna de Japón y a este le gusta mucho la música, por lo que pensé que sería un bonito detalle para él que su mujer toque el piano. - Soojin tomó de la taza que tenía frente a ella y siguió hablando. - He oído hablar de usted, señorita Minnie. Hija de un respetado médico de la capital amante de la música y su hija, usted, es una prodigio del piano desde temprana edad. También sé que ha estado viajando mucho y que no para mucho por Seúl últimamente. ¿Dónde ha estado? Si no es molestia que lo cuente, por supuesto.

- Para nada. He estado en Hong Kong últimamente, señora. - contesté educadamente. - Cuando recibí su carta estaba dando clases allí. La insistencia que puso a que viniera hizo que aceptara el trabajo. Aunque seguro que había muchas otras personas que podrían llevarlo a cabo sin ningún tipo de problema.

- El hecho de que muchas de las personas de mi entorno a las que preguntara por profesores de piano y me dijeran que usted era la mejor dice mucho de sus capacidades. Espero no haberme equivocado.

- Por supuesto que no, señora. No va a tener ningún problema conmigo. - la criada interrumpió nuestra conversación con la llegada del té.

- Soyeon, ¿está preparada la recámara para nuestra invitada? - preguntó la mujer frente a mí. Debía recordar el nombre de la chica, Soyeon.

- Así es, señora Cho. También he dispuesto la sala del piano, como usted dijo, por si quiere pasar antes a verla. - contestó la chica.

- Perfecto, muchas gracias. Puedes retirarte. - y con una reverencia de 90 grados, Soyeon desapareció escaleras abajo.

- Señora Cho, si no es molestia que le pregunte, ¿qué debería enseñarle a su hija?

- Lo máximo que pueda. Sé que sólo ha a estar aquí por dos meses, por lo que no le puedo pedir que mi hija sea la mejor pianista de todo el continente, pero sí que sorprenda a su esposo. - Soojin tomó del nuevo té y posó su vista en el cuadro en la pared por encima de la chimenea, lo que también me hizo mirarlo a mí. En él estaba retratada una chica muy joven, con la piel blanquecina y el pelo largo y negro como la noche. - Sabe, yo tenía otra hija, Shuhua. Ella iba a ser la que se casara con Yuto Adachi, el prometido de mi hija Miyeon, pero falleció trágicamente el verano pasado. No quiero que le pase lo mismo a Miyeon, es lo único que me queda. Esta familia se cae a pedazos y no quiero que mi única hija se ahogue en los problemas económicos que nos dejó su padre al morir. Así que, si puede ser, le pediría que no le perdiera la pista nunca y que fuera una buena compañía para ella mientras esté aquí. Lo necesita. - yo había escuchado atentamente sin apartar la vista del cuadro hasta que oí silencio por parte de mi acompañante, que hizo que volviera a mirarla. - Ya es tarde y seguro que su viaje hasta Jeju habrá sido largo, así que la acompañaré a sus aposentos. - volví a asentir y dejé que la señora Cho me llevara al cuarto donde pasaría las noches de los siguientes meses.

Una mujer en llamas - MIMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora