Capítulo 3: Los golpes de la vida

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El día siguiente, me levanté tan temprano como el día anterior y me dirigí hacia la cocina. Soyeon ya se encontraba levantada y preparando todo para el desayuno. Se sorprendió al verme aparecer casi con las primeras luces del día, pero sonrió cuando me senté en la pequeña mesa que allí se encontraba.

- Buenos días, señorita Kim. Está usted levantada muy pronto. ¿Desea algo de mí?

- La verdad es que sí. ¿Cuánto tiempo lleva en esta casa? - le pregunté.

- Solo dos años. En realidad, era mi madre quien se encargaba de las tareas domésticas hasta entonces, pero la pobre mujer ya no estaba en condiciones para hacerlo y yo tomé su lugar.

- Eres una buena hija. - ella sonrió agradecida. - Te lo preguntaba porque quería saber cuán bien conoces a Miyeon y qué me podrías decir sobre ella que me ayudara a conocerla más.

- Pues la verdad es que la señorita Miyeon, antes de llegar usted aquí, estuvo internada en un colegio religioso todos sus años de educación. Es el único centro de estas características en toda la isla de Jeju y ha estado allí hasta hace poco más de un año aproximadamente. Como sabrá, la hija mayor de los Cho, Shuhua, era la prometida del señor Yuto Adachi hasta que perdió la vida el verano pasado. Las circunstancias de su muerte nunca han sido comentadas mucho, pero tengo la impresión de que se quitó la vida y no un accidente, como dijo la señora. La señorita Shuhua no era feliz en la posición en la que su madre la había colocado y no aguantaba la presión de casarse con alguien que no quería. Era muy cercana a la señorita Miyeon. Se llevaban como los perros y los gatos, pero se las veía felices. Cuando la señorita Shuhua falleció, su hermana cambió. Pasó de tener una sonrisa siempre en el rostro a ser solitaria. Pasea todas las tardes junto a su madre, pero no hace nada más a lo largo del día. Se encierra en sus aposentos, creo que a leer una y otra vez los mismos libros. Come muy poco, de ahí su estado físico enclenque que se observa a pesar de su belleza natural, y me trata de una manera seca. Debe aprender a tratarla con respeto, no intente forzarla. Yo creo que debería intentar ganarse su confianza antes de que le haga caso. Si no, sus clases van a ser un tormento. - Soyeon respiró después de todo lo que había dicho. - Le cuento esto a pesar de que no nos conocemos de nada porque quiero ver a la señorita feliz. Me gustaría que volviera a ser la joven alegre que era cuando regresó a esta casa. ¿Cree que pueda hacerlo?

- No lo sé si se conseguirá, pero haré mi mayor esfuerzo. Muchas gracias, Soyeon. - como vi que había terminado con el desayuno, le dije. - ¿Me permite llevarle el desayuno a las señoras de la casa?

- Como usted quiera, señorita. - y dicho aquello, me tendió la bandeja con desayuno para tres y me dirigí al salón, donde ya se encontraban las Cho.

- Buenos días. - saludé nada más entrar a la sala. - Me he ofrecido a traer el desayuno, si no les importa que lo tome con ustedes. - Soojin me sonrió.

- Por supuesto que no. Siéntese, por favor. - agradecí aquello con un asentimiento de cabeza.

Intenté, durante el rato que estuvimos sentadas, sacar cualquier tema de conversación. Sin embargo, solo la señora Cho intentaba responderme a las preguntas que le hacía y, aunque intentaba hacer partícipe a Miyeon, esta mantenía su mirada fija en la taza de té o en la comida, como había hecho el día anterior. No me desesperé y mantuve mi mejor sonrisa hasta que acabamos.

- Bueno, pueden comenzar ahora con la clase, ¿no? - preguntó Soojin.

- Si me permite el atrevimiento, hoy me gustaría pasear con la señorita por los alrededores para conocernos mejor, si no es ningún inconveniente. - creo que la sonrisa y determinación en mi rostro hicieron que la señora Cho asintiera, aceptando mi propuesta.

Minutos después, Miyeon y yo salíamos de la casa, rumbo a la playa. Durante el camino, volví a intentar que la joven me hablara, que dijera cualquier cosa por mínima que fuera, pero me fue sencillamente imposible. Como no había manera, decidí que lo mejor era mantenerme callada. Cuando llegamos a los acantilados que permitían descender hacia la pequeña playa de arena, Miyeon detuvo sus pasos, haciendo que yo hiciera lo mismo. La castaña se giró para mirarme por primera vez desde el día anterior, sin decir palabra alguna. Estuvo estudiándome con los ojos, moviéndolos de un lado a otro de mi persona hasta que se detuvieron en los míos. Estuvieron ahí más segundos de lo normal y, entonces, decidió hablar.

- ¿Por qué se esfuerza tanto en hablar conmigo, señorita Kim? - preguntó, manteniendo el tono seco del día anterior. - Pensaba que con mi trato de ayer no intentaría hacerme hablar o que la tratara como una persona a la que conozco de toda la vida. ¿Por qué el interés de saber sobre mí?

- Porque, si voy a tener que darle clases de piano durante dos meses, espero al menos que tengamos una mínima relación cordial. - dije, segura y sin apartar su mirada, que no era intimidante para mí si era lo que pretendía. - Quiero saber más de usted porque es la única manera de poder tener esa relación, ¿no cree? - Miyeon se pensó la respuesta.

- Puede que tenga razón, pero yo no quiero tener ningún tipo de trato con usted. No es más que mi tutora, la cual va a desaparecer de mi vida en unos meses. ¿Para qué molestarme en que nos llevemos bien?

- ¿Y por qué no? - sabía que le podía molestar que le contestara con preguntas, pero no podía achantarme ahora. - Nunca está de mal hacer nuevas amistades.

- Las amistades no sirven de nada. De un día para otro te las pueden quitar de un plumazo y es absurdo perder el tiempo manteniéndolas. - nunca me lo dijo en aquel momento, pero suponía que se refería a su hermana.

- Bueno, si no me da una oportunidad para intentarlo, nunca podremos saber lo que habría pasado. - di un paso hacia delante, lo que hizo que me mirara extrañada. - ¿Qué le parece mi trato? ¿Intentamos llevarnos bien y crear una relación y, si ve que no vale la pena, solo la trataré como una tutora más? - Miyeon volvió a pensarse qué decirme ante aquella propuesta.

- Sabe, admiro su osadía al intentar esta propuesta. Pero, no tengo nada mejor que hacer y me da la sensación de que no se va a dar por vencida. Así que, qué más da. Por qué no. - y empezó a andar, en este caso dirección a su casa. No era la respuesta que me habría gustado, pero sí la que esperaba, así que estaba contenta con el paso hacia delante que había conseguido, por lo que me podía dar por satisfecha. Di media vuelta y la seguí, manteniendo la distancia, pero con una gran sonrisa en el rostro. 

Una mujer en llamas - MIMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora