Capítulo 9: Promesas

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Era mi último día en la isla. Sabía que algún día llegaría, pero, cuando había tomado tierra por primera vez en Jeju, jamás me habría imaginado el sentimiento de tristeza que me albergaría cuando ese momento llegara. Aquella también sería la antepenúltima noche de Miyeon en la casa. Su madre y ella se habían pasado los tres últimos días preparando todo su equipaje para partir hacia Japón. La verdad es que yo no la veía exageradamente triste para llevar a cabo algo que, supuestamente, no le hacía feliz como era casarse con un hombre que no había conocido nunca. Me llamaba demasiado la atención y se lo había preguntado en alguna ocasión, pero ella lo dejaba pasar y me cambiaba de tema, principalmente besándome, lo cual era mi absoluta perdición. No había estado con ella el tiempo suficiente para poder decir que estaba enamorada de ella, pero sí era consciente que, en otras circunstancias, mis sentimientos sí habrían sido mucho más fuertes.

Aquella noche, después de haber pasado juntas algunas horas de placer, aunque jamás le habíamos puesto nombre a lo que hacíamos por lo que aquel sería el mejor término posible, nos encontrábamos descansando, yo boca arriba y con ella encima de mi pecho. Con una mano, acariciaba su cabello, mientras que la otra la pasaba arriba y abajo de su desnuda espalda. En aquel momento de vulnerabilidad de ambas, o al menos eso pensaba, le pregunté lo que me rondaba la cabeza durante un tiempo.

- ¿Estás emocionada por empezar una nueva vida lejos de Jeju?

- La verdad es que ni me emociona ni me entristece. Por un lado, tengo ganas de salir de esta isla, cosa que no he hecho desde que era muy pequeña y visitamos una vez Seúl. Además, es un lugar distinto y Japón puede llegar a ser interesante. Sin embargo, no quiero casarme con una persona que no conozco solo por mandato de mis padres. Me gustaría conocer a alguien a quien pudiera amar y ser feliz con esa persona. Pero sé que las cosas no son siempre como uno desea y lo que me ha impuesto mi madre es lo que debe cumplirse. Asumido eso, debo poner mi mejor cara para afrontar la situación.

- Entonces, en otras circunstancias, ¿crees que podrías haber encontrado el amor con alguien? ¿Conmigo, por ejemplo? - era una pregunta complicada, porque nunca habíamos hablado de cómo nos sentíamos conforme a la otra, pero era mi última oportunidad para saberlo. Miyeon levantó su cabeza y me miró a los ojos, como intentando leerlos.

- ¿Tú te has enamorado de mí? - preguntó, algo juguetona.

- No era esa la pregunta. Te he preguntado si podrías haberte enamorado de mí en otras circunstancias. Yo no he dicho que esté enamorada de ti. - intenté defenderme.

- Pero lo estás, ¿no es así? - volvió a insistir.

- Contesta por favor mi pregunta, que siempre consigues salirte con la tuya. ¿Podrías haberte enamorado de mí? - me estaba molestando con ella de que intentara salirse por la tangente de la situación, otra vez más.

- Podría, pero nunca llegaremos a saberlo. - sabía que era una respuesta demasiado ambigua, pero sabía que no podría llegar a conseguir nada más de ella.

- ¿Qué vamos a hacer a partir de mañana? ¿Te vas a ir y olvidarte para siempre de mí? - le pregunté, intentando mantener la neutralidad en mi voz.

- Eso es lo que dijimos en un principio, pero no lo sé, Minnie. No sé qué va a pasar a partir de mañana, ni pasado ni al otro. La vida es muy difícil de prever. Hace dos años no me habría imaginado casarme con un hombre del otro lado del mar o incluso haberte conocido a ti. ¿Quién sabe qué puede ocurrir? ¿Qué quieres hacer tú?

- Me gustaría mantener el contacto contigo, aunque no nos volvamos a ver nunca. Mantener una correspondencia a menudo, contarnos qué pasa por nuestras vidas. Al fin y al cabo, somos amigas, ¿no? - me dolía tener que utilizar aquella palabra para referirme a ella, pero era verdad, no éramos más que amigas y, si podía conseguir mantener aquello con ella, me tenía que ser más que suficiente, dadas las circunstancias.

- Me parece bien. Déjame escrita la dirección en la que vayas a estar y prometo escribirte lo máximo que pueda. - después de eso, se acercó más a mi rostro y me besó. - Ahora, ¿podemos aprovechar las horas que nos quedan para estar juntas disfrutando de la otra? - yo asentí, dejándome llevar nuevamente por ella.

Aquella noche fue para el recuerdo. Tenía muchos sentimientos encontrados cuando me dormí. Por un lado, Miyeon no me había dicho que no me quisiera, pero tampoco había dicho que sí. Tampoco le había preguntado directamente qué era lo que sentía por mí y yo tampoco le había dicho de lo que me pasaba con ella, pero es que tampoco eran las mejores circunstancias para hacerlo. Al fin y al cabo, ¿qué iba a ganar diciéndole lo que sentía por ella? Nada, porque ella se iba a ir igualmente a Japón y yo a dónde quisiera que me llevara el destino. Realmente, no podía esperar que nuestro futuro pudiera cambiar solo porque le dijera que quería seguir estando con ella. Las cosas eran como eran, por mucho que quisiéramos hacernos creer por un momento que no era así.

A la mañana siguiente, me sorprendí despertando en los brazos de Miyeon. No me había dado cuenta de que había pasado la noche a mi lado, pero la sonrisa que se escapó de mis labios fue de felicidad por haber compartido, aunque fuera en mis sueños, un rato más con ella. Me dediqué a observarla hasta que despertó. Cuando se dio cuenta de que se había quedado dormida en mi habitación, salió corriendo de allí, excusándose de que, si no, nos encontraría su madre. Aunque me dolió, tenía sentido, por lo que lo pasé por alto.

Después de terminar de recoger las últimas cosas que me quedaban por el cuarto, fui con mis bultos a la cocina y me despedí de Soyeon, desayunando con ella, a la que le había cogido mucho cariño aquellas semanas. Finalmente, a la hora que había acordado con el mismo hombre que me llevó a la isla, el cual me debía un vestido tras arruinar aquel con el que llegué, llamó a la puerta para venir a recogerme. Soojin y Miyeon se encontraban en el recibidor, para despedirse de mí. Cuando llegó el turno de Miyeon, simplemente me dedicó unas palabras de aliento para mi viaje y nada más. Pensé que era porque estaba su madre delante, pero, en realidad, nunca estaré segura de por qué fue así. Con un lío en la cabeza y, lamentablemente, el corazón roto, tomé mis bártulos y salí de aquella casa para siempre.

Una mujer en llamas - MIMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora