Chapter five

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Freya caminaba furiosa hacia los aposentos de Odín, no dejaría que su pueblo, su gente, fuera destruida. Abrió la puerta sin llamar, alertando a los guardias.

—Déjenla pasar. —se escucha la voz potente de Odín, quien estaba sentado en el trono. Cuando las espadas ya no estaban en la cara de Freya, ella caminó por el largo pasillo hasta posicionarse en frente de Odín. —¿Qué es lo que te aflija, mi pequeña?

—Qué no hagas nada por tu reino. Desde que me encomendaste este trabajo, puse todo mi esfuerzo para hacer lo mejor, y cuando vengo a darte cuentas me dices que estoy demente por creer que los Elfos Oscuros están vivos.

Odín suspira cansado del tema. —Porque están muertos, por eso digo que estás demente. Freya, debes entender que no siempre vas a solucionar las cosas. Por ejemplo, el amor que Thor tiene hacia esa midgardiana.

—Yo no estoy aquí para hablar de Thor...

—Lo único que los une a ustedes es el mandato que di—continua hablando y Freya en ningún momento bajó la cabeza, porque era signo de debilidad y, ella no era débil.

—Deme la orden de levantar los soldados—habla ignorando el comentario de Odín.

—No lo haré.

—Entonces es verdad que no lo sabe todo—susurra Freya aún más molesta. —Si me permite, iré hablar con mis hombres.

Estaba por irse cuando el grito de Odín la detiene. —¡Deja de ser una malcriada y obedece lo que te digo!

Freya tensa la mandíbula y se gira a verlo. —No estoy siendo malcriada, solo hago mi trabajo y como futura reina de Asgard, voy a proteger a mi pueblo así sea que no quiera.

Odín estaba por objetar, cuando siente el alboroto en las celdas. —No puede ser.

—¿Qué sucede?

—Ve a los calabozos. ¡Ahora! —demanda alterado, y Freya asiente corriendo hacia donde le había dicho. Toca su collar y su ropa es cambiada al instante por la vestimenta de guerra, preocupada era poco lo que sentía en ese momento, porque lo único que pensaba cuando corría hacia los calabozos era en Loki y en que su vida, posiblemente esté en peligro.

En cuanto llegó, los soldados asgardianos luchaban contra los prisioneros, de su mano fuego apareció creando una espada que usó para enterrarla en uno de los prisioneros, pulverizándolos.

—¡Es como si resintieran el hecho de estar en prisión! —exclama Frandal noqueando a un prisionero, y cuando vio la cabellera roja de su amiga, sonrió. —Hola, Freys.

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