CAPÍTULO 4

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Andy no necesitaba hacer aspavientos con las manos para que se le viera en un kilómetro a la redonda. Con su pelo castaño que parecía absorber todos y cada uno de los rayos de sol, y su estilo demasiado desenfadado para ser un agua, se le veía desde lejos. Pero aun así, cuando vio a Khai llegando al sitio donde habían quedado, lo saludó con ambas manos en alto para que lo viera. Khai salvó los últimos metros de distancia que le quedaban.

-Tío, tío, tío -le dijo nada más llegar, omitiendo el saludo, con sospechoso entusiasmo. ¿Qué tramaba?-. Khai, dime que no sacaste del bolsillo del pantalón la horquilla de la chica de la feria.

Khai titubeó. Sí que la tenía en el bolsillo, pero, ¿qué pretendía Andy? ¿Sería buena idea decirle que sí que la tenía? Al final optó por la verdad.

-Pues sí la tengo, pero, ¿por qué? -preguntó metiendo la mano en el bolsillo donde la horquilla residía.

-Para qué va a ser, ¿para que me la regales? Pues para ir a devólversela -antes de que su amigo pudiera abrir la boca para protestar, le expuso su plan-. Como viste que llevaba una funda de un ukelele, no sería difícil encontrarla en el conservatorio de la zona de aire. Y si no la vemos, es tan sencillo como darle la horquilla al recepcionista que esté para que se la dé cuando la chica se pase por allí.

Khai no sabía si prefería no verla y darle el accesorio al recepcionista o verla y devolvérsela en persona. Pero desde luego, y aunque no le apeteciera ir a la zona de aire, debía devolverle el accesorio a su propietaria. Suspiró.

-Nunca pensé que accedería tan rápido a una de tus propuestas, pero está bien. Vamos.

Andy se echó a reír.

-Venga tío, no dramatices que es devolver una horquilla a una chavala, no declararte al amor de tu vida.

-Idiota -Khai negó con la cabeza sonriendo.

Echaron a andar en dirección al centro, para de ahí ir a la zona de aire.

La zona de aire era como un soplo de aire fresco en un día caluroso. Siempre había corrientes de aire en propulsión que llevaban a la gente de un lado a otro, algo así como el agua a propulsión en los conductos de la zona de agua, pero allí no había túneles ni asientos. Era todo más libre. Los edificios eran puro cristal transparente, altos pero no tanto como en la zona de agua, menos imponentes. Había árboles en algunas aceras, y, de vez en cuando, algún parque. Allí todo era frescura y libertad. La gente vestía con ropas vaporosas, sobre todo ahora en verano: camisas holgadas, pantalones anchos, vestidos y faldas ligeros. Khai y Andy llamaban un poco la atención de la gente que se paseaba por las calles tranquilamente. Ahí todos parecían mucho más observadores que en la zona de agua, que sólo miraban hacia sus propósitos, o la zona de fuego, donde la gente parecía estar a su bola.

Tras preguntar a varios transeúntes, llegaron ante el conservatorio. Era un edificio también acristalado, grande y especioso. A través de los cristales podían verse aulas de música con instrumentos, algunas vacías y otras repletas de alumnos. Khai observaba el edificio, impresionado por la estructura, y fue Andy quien lo sacó de sus pensamientos.

-¡Khai, Khai, Khai! -le tocó el hombro con el dedo índice insistentemente-. ¿No es esa la chavala? ¡Tiene el pelo morado, como me dijiste!

Khai se volteó y se dio cuenta de que así era. Era una chica bastante reconocible, con su pelo morado cayendo en ondas sobre sus hombros, y su funda negra de ukelele con una pegatina de una constelación en el borde inferior derecho de esta.

-Pues sí, es ella... -admitió Khai, dubitativo.

-¡Pero corre! -le instó su amigo-. ¡Que va a entrar ya!

La muchacha iba corriendo, posiblemente porque llegara tarde, y estaba alcanzado la puerta.

-¡Khai, tío, vamos!

Khai se quedó paralizado. ¿Qué hacía? ¿Correr e interrumpirle el paso? ¿Y si la molestaba?

Finalmente, la chica entró.

-Caray, Khai, cómo eres -gruñó Andy-. El día que te tengas que declarar te va a dar un parraque o algo. Anda, escríbele una nota y dásela al recepcionista junto con la horquilla.

-¿Pero con qué lo escri...?

-Toma -Andy sacó papel y boli del bolsillo trasero de su pantalón, interrumpiendo a Khai-. Amigo preparado vale por dos -le guiñó un ojo.

-Ya veo -Khai suspiró y fue a apoyarse en un banco-. ¿Y qué le pongo?

-Pues que eres el chico de la feria, el chico del oso o como quieras llamarte, tu nombre y tu número de teléfono.

-¿Mi número de teléfono? ¿Estás loco?

-No, estoy perfectamente cuerdo. Anda, pónselo y calla.

Khai puso los ojos en blanco, pero finalmente le escribió una notita diciéndole que era el chico de la feria al que le regaló el oso, que se le había caído la horquilla ayer y que quería devolvérsela. Le devolvió el boli a Andy y entraron en recepción. Allí, hablaron con el recepcionista, que estaba al otro lado de un cristal, en su oficina, le entregaron la nota y la horquilla y le pidieron que se la devolviera a una chica con pelo morado y ojos azules que toca el ukelele. Al salir, Khai cayó en que se le había olvidado por completo de poner su nombre y su número. No lo había hecho aposta, pero con tanta explicación y a causa de su nerviosismo, se le había pasado completamente. Estuvo por decírselo a Andy, pero pensaba que quizá le obligaba a volver y no quería pasar por esa vergüenza, así que al final, optó por dejar que aquella chica no supiera su identidad.

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Llegó el lunes, y lo primero que llamó a Khai al entrar en el instituto fue la decoración. Habían dispuesto mesas a lo largo del rellano de la entrada, donde probablemente más tarde pusieran la comida. Del techo colgaban guirnaldas y luces, aún apagadas y a medio poner. Había paquetes de globos y otras decoraciones esparcidos por ahí. Para ser un instituto de la zona de agua, no estaba nada mal. ¿Pero cuándo sería la fiesta de fin de curso? Se dirigió a las escaleras para subir al aula pero una mano le tocó el hombro y lo paró. Se giró. Andy.

-¡Hay un baile el viernes! -le anunció contento.

-Ah, genial -sonrió Khai, no muy convencido de si quería acudir.

-Más que genial. Va a ser por parejas. Yo ya tengo la mía. Podría ser la mujer de mi vida, ¿sabes? -exageró.

-Oh, ¿y cómo se llama? -preguntó Khai mientras comenzaban a subir a clase.

-Ah, pues no lo sé -estalló en carcajadas y Khai arqueó una ceja en gesto divertido. Su amigo siempre andaba rezumando alegría pasara por donde pasara.

-Pero no importa, ahora el caso es encontrar pareja para ti.

-¿Cómo? ¿Para mí?

-Claro. ¿O te vas a poner a bailar con un canapé?

-No, pero no sé si es buena idea que yo...

Andy cogió su mano y tiró de él.

-Aún quedan cinco minutos para que empiece la clase. ¡Vamos a buscarte pareja!

Khai suspiró pero se limitó a seguirlo. Había que reconocer que su alegría era contagiosa.

LA ORDEN DEL ZODIACODonde viven las historias. Descúbrelo ahora