~ Ojo de tigre

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AVISO: los hechos en este one shot no se desarrollan en el mismo colegio de Flamingo, ni tampoco se mantiene la misma línea temporal. Es una versión independiente.


Aristóteles le enseñará a su hijo a sacar el ojo de tigre que todo López Córcega lleva en la sangre.



🎵🎶🎵🎶



Al entrar a la casa, Temo se ocupó en destensar el nudo de su corbata color vino mientras se preguntaba dónde estaba su familia. Se sentía un poco desconcertado, no había recibido la habitual bienvenida efusiva y cariñosa. Cuando entró a la sala de estar, su desconcierto creció más. Ahí estaba su esposo ajustando el casco de la bicicleta a su hijo. Entonces, las palabras amorosas de saludo fueron barridas por una interrogante.


—Aristóteles, ¿qué estás haciendo?


—¡¡Papiii!! —respondió Tahiel entusiasmado al notarlo, pero no se movió de su lugar. No tenía el permiso de papi Aris y no quería recibir un regaño.


Tras terminar con el casco, el rizado se dispuso a acomodar una muñequera en el delgado antebracito de su hijo. Luego de finalizar, se levantó con un semblante de satisfacción y se dirigió en un andar despreocupado hasta su esposo, a quien le enmarcó la cara y le estampó un sonoro beso en los labios. Al separarse, se encontró con una ceja alzada y un mohín en la cara de Temo.


—Lo estoy preparando para la batalla.


—¿Cuál batalla?, ¿de qué hablas? —las facciones de Aris se endurecieron.


—La batalla por su honor —explicó al tiempo que levantaba un puño y miraba al horizonte como si fuese un prócer a punto de entrar en contienda campal, pero ahí solo había un comedor y varios muebles.


—¡Por mi honor! —repitió el pequeño también alzando ambos brazos y dando pequeños brinquitos.


El político los miró sin comprender nada. Esta vez no había salido del estado, viajó a la otra punta, eso sí, a dialogar con algunos comerciantes en huelga debido a extorsiones perpetradas por oficiales de la policía regional. Fue una tarea engorrosa que ni siquiera pudo resolver en ese viaje, pues tendría que seguir monitoreando la delicada situación en los próximos días. No obstante, al menos pudo llegar a un conceso con los emprendedores para que retomaran sus actividades normales. Literal, a su querido esposo le había tomado menos de medio día para hacer otra de sus locuras.


—¿Y tú por qué no le has venido a dar un abrazo a tu papá? —exclamó Temo encontrando su reclamo como lo único coherente ahí. Vio a su hijo dirigirle una mirada a Aristóteles, este de inmediato asintió y como Flash, el pequeño corrió a sus brazos y se colgó de su cuello.


—¡¡Papiii!! —ya arrodillado en el suelo, Temo lo abrazó y lo besó en la frente.


—¿Me extrañaste mucho? —Tahiel subió y bajó la cabeza enérgicamente conmoviéndolo. En su mayoría, su hijo era reservado y de pocas palabras, pero cuando se trataba de sus padres, incluso de su hermana, transparentaba sus emociones como un cometa iluminando el oscuro cielo—. Yo también te extrañé, los extrañé a todos —dijo acariciando sus rizados cabellos—. Pero —continuó esta vez en un susurro—, ¿podrías contarme qué pasa? —Temo tomó la mano de su hijo y con la otra apuntó a la muñequera.

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