UPS!

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Dejó caer su cuerpo sin ningún tipo de delicadeza. El cuero chirrió y eso para él fue música, una que invitaba al descanso, a la tranquilidad. Su humanidad le pesaba tanto que por un instante temió quedarse dormido, pero ese pensamiento se diluyó al mismo tiempo que su espalda encajaba perfectamente en el respaldo y los deditos de sus pies se estiraban.


En verdad estaba reventado. Las dos últimas semanas habían sido un torrente de actividades inagotables, una detrás de otra y semejantes en exigencia. Así que cuando su cabeza se amoldó al cuero, desaparecieron los viajes, los fanmeeting y las implicaciones de ser un padre de familia.


No entendía por qué se sentía tan agotado. Desde sus cortos 15 años de edad que trabajaba, las jornadas eternas no había sido un problema para él. Siempre habia estado de aquí para allá, modelando, tocando su música en bares, cumpleaños, aniversarios y fechas memorables de pujantes emprendimientos. Unos 25 años después, no podría decir que se sentía débil. Al contrario, los 40 eran los nuevos 20, y bien que lo sabría él con el ritmo de vida tan agitado que tenía. Las sonrisas y la buena disposición nunca faltaban, aunque claro, eso también era parte de él. No por nada su marido le recalcadaba que sus sonrisas lo enamoraban cada día más.


¿Y cómo no curvar sus labios en un auténtico gesto de felicidad si se sentía el hombre más dichoso de todos? Sería un mal chiste si osara en gastar fuerzas en alguna queja. 


Se acurrucó mejor en la tersa superficie y recogió las piernas, recreando una pose que si lo viera su querida madre Polita, la haría correr por una manta para arroparlo, algo que él mismo haría por sus hijos. Entonces, con esa imagen recreándose en su mente, sonrió en medio de su semiinconsciencia. 


Sus hijos.


Aún no se terminaba de creer que fuese una realidad la familia que tanto soñó tener con su persona especial. Azucena y Laureano habían llegado a sus vidas en un momento donde, aunque no se lo hubiesen dicho continuamente, sí que ambos desde sus trincheras habían estado sopesando la idea de darle un buen uso a los restantes cuartos de la casa.


Ahora podía decir que su familia estaba completa. Su esposo era un hombre en exceso  ocupado, desempeñando un cargo que cada vez que lo mencionaba, sonaba a chiste, pero siempre estaba atento a él para demostrarle que lo amaba y que era de las personas más valiosas de su universo. Y también estaban sus niños, quienes eran dos adorables terremotos capaces de avisparlo más que las bebidas energéticas que tomaba cuando estaba de gira.


Eran ocurrentes, curiosos y retadores. Pudiera ser que no tuviesen sus genes ni los de Temo, pero bien que podrían pasar por sus hijos biológicos. Cualquiera podría notarlo.


A veces les recordaba a los pequeñines de la tropa Unidos, brincando, inventando, buscando o creando problemas que al final ellos debían resolver como los padres responsables y abnegados que eran. Por eso los lapsos de silencio y sosiego eran tan valorados en esa casa. Y es que si le ofrecieran una píldora roja con las propiedades de erradicar todos los problemas de la sociedad, y otra azul con el poder de aplacar un tantito la inagotable energía de sus hijos, ya hubiese hecho un pedido para cinco años de la segunda.


¿Cómo es que eran tan madrugadores? ¡No lo entendía!


~ BACKSTAGE [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora