~ Flamingo [Día del Padre]

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Donde Cuauhtémoc López Torres y Aristóteles Córcega Castañeda celebran un año más el Día del Padre.



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—¡Es hoy, es hoy, es hoooy!


Antes de que los pequeños pies se abalanzaran sobre la cama, la pareja de esposos ya vaticinaba el huracán de amor que se les vendría encima no más se abriera la puerta. Y no se equivocaron. Los primeros gritos se escucharon desde el cuarto de la pequeña al otro extremo del pasillo, y en cuestión de segundos, con apenas los rayos del sol despuntando entre las nubes, Alejandra López Córcega brincaba en el colchón y usaba toda la fuerza que tenía para quitarles la colcha gris plomo sin mucho éxito.


—Tahi, has algo —gimoteó el rizado aferrándose al cubrecama como si su vida dependiera de ello. No habían dormido mucho que se diga.


—Es tu hija —gruñó el guapo hombre a su lado pretendiendo hacerse el dormido. Aristóteles no pudo evitar esbozar una tenue sonrisa ante tal contestación. Claro que era su hija, la de ambos, la hermosa nena de ojitos grandes y cabellera chocolate que adoptaran hacia siete años.


—¡Es hoy, es hoy, es hoy! —repitió Alejandra cual sirena de ambulancia todavía saltando en medio de ambos. Sus bracitos se alzaban como si intentara volar y aplaudir al mismo tiempo, mientras su larga cabellera por encima de sus pompis se balanceaba como cortina.


Algunos segundos después, por fin Aristóteles se sentó poniendo los pies en el suelo. Pese a los años transcurridos, aún le impresionaba la energía que su hija tenía, sobre todo en fechas importantes como la de ese día. Se iba a girar para recordarle a su querido esposo que aquel también era su día, cuando unos delgados brazos se colgaron de él por la espalda, y unos labios se estamparon en su mejilla, produciendo un sonoro beso.


—¡Feliz día del Padre, papi! —exclamó la pequeña apretando aún más su agarre.


Aquello bastó para recargarle toda la energía que durante los últimos meses había estado invirtiendo en su más reciente proyecto musical desde que regresara a casa.


Sus hijos lo eran todo para él, y haber estado separado de su familia por casi un año cuando estuvo en su segunda gira internacional, había sido un reto agridulce. Aquel había sido el primer año que no compartieron el Día de los Padres, ni los cumpleaños, ni Día del Niño, aunque al menos alcanzaron a reencontrarse para Navidad. Recordaba como Temo intentaba ocultar su tristeza al no tenerlo a su lado, y como Alejandra y Tahiel robaban toda su atención en las videollamadas —hasta incluso sacar a su otro papá del cuadro— para contarle las cosas grandiosas que habían hecho en la escuela, o con sus tíos y primos, o como todos quedaban fascinados al saber que un cantautor mexicano, su papá —modestia aparte—, llenaba estadios en países tan lejanos como Japón y Corea del Sur.


Porque sí, mientras Cuauhtémoc López Torres arrasaba en las principales encuestas de México y gerenciaba de forma impecable, él, Aristóteles Córcega Castañeda, era un sold out garantizado.

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