~ Prueba de amor

386 26 3
                                    



Aristóteles y Cuauhtémoc necesitaban darse la prueba de amor, solo que no saben cuándo.



~.~.~




En un movimiento casual, el castaño deslizó los papeles sobre el pulcro cristal de la mesita que los separaba. Aristóteles alargó su cuello parpadeando varias veces con genuina curiosidad. A punto de preguntar de qué se trataba aquello, logró leer el encabezado impreso en la hoja.


Su boca se abrió ligeramente en un acto involuntario idéntico a cuando alguna fan le expresaba su admiración. Esas eran situaciones que siempre lo impresionaban a un nivel que, a pesar de sus casi 10 años de carrera artística, lo dejaban sin habla. Justo como en ese momento que estaba sorprendido, muy, muy sorprendido.


—Y tú... ¿tienes el tuyo?


Cuauhtémoc no le perdió pista. Negado a dejarse cegar por sus sentimientos, se había dispuesto a evaluar cada gesto del rizado en cuanto entendiera lo que pasaba. En cierto punto le alivió que no hubiese demostrado algún gesto brusco, o reaccionado de forma ofendida. Eso era un buen indicio, por lo que se permitió relajarse y acomodarse mejor sobre el sofá color ébano. Entretanto su espalda se acoplaba, le dio el primer sorbo a la bebida energizante en su mano derecha. A él esas cosas ni le gustaban, pero no vio extraño aceptar el ofrecimiento del anfitrión en cuanto entró al departamento. Después de todo, la ansiedad le picaba desde el más largo de sus cabellos hasta el dedo gordo del pie. 


—Vaya... —exclamó el rizado. Tomó las hojas junto al sobre manila en sus manos y prosiguió a leer minuciosamente.


Cuauhtémoc seguía atento a sus movimientos, aunque esta vez sintiéndose más relajado que hace unos minutos. Se distrajo viendo su frente arrugada, sus ojitos saltando de línea en línea, sus fuertes piernas y tonificados brazos, pues se había encorvado hacia adelante en el sofá de tres puestos frente a él, con los codos apoyados en sus muslos. Como de costumbre, Aristóteles vestía un short de algodón lo suficientemente corto como para apreciar gran parte de esa extensión de provocativa piel, y una franelilla blanca que, en esa posición, le ventilaba los vigorosos pectorales que tantas veces había probado en los últimos meses.


El castaño tragó apresuradamente como queriendo apagar el calor que comenzaba a invadirlo.


El outfit para estar en casa de Aristóteles jamás lo decepcionaba.


Cinco minutos después, ojeando los exámenes y el nombre del laboratorio, Aristóteles los dejó sobre la mesita central y se levantó. En lugar de palabras, soltó un largo suspiro que Cuauhtémoc no pudo descifrar, mucho menos si ni siquiera alcanzó a ver sus ojos ocultos tras esa cortina de cabellos.


Antes de preguntar nada, Cuauhtémoc lo imitó preguntándose si después de todo, aquello no le había sentado tan bien. Una que otra vez asomaron la idea de practicarse aquellos estudios, en específico luego de que en uno de sus apasionados reconocimientos corporales, a Temo se le escapó un Te amo que el cantante no correspondió más allá de embestirle por última vez sintiendo como el orgasmo debilitaba su cuerpo y le aturdía los sentidos. Pero claro que lo había escuchado.   

~ BACKSTAGE [Aristemo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora