Princesas y Dragones

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I know you
I walked with you once upon a dream
I know you
That gleam in your eyes is so familiar, a gleam
And I know it's true
That visions are seldom all they seem

But if I know you, I know what you'll do
You'll love me at once
The way you did once upon a dream...

Once upon a dream || The Sleeping Beauty

—Erase una vez... uhm, una joven de cabellos color...—Empezó Steve.

—¡rojo!

—De cabellos color rojo— Continúo— Que vivía encerrada en una alta torre donde la mantenía encerrada uhm... ¿una bruja?.

—La bruja Sharon— La niña agregó, haciéndole un ademan con su manita al rubio para que continuara más rápido con su historia.

—¿Sharon?

—Si, Sharon, la bruja con pelos de escoba que come hombres.

Steve giró para encontrarse con Natasha, que lo veía divertida. Pero solo se hizo la desentendida, volviendo su atención a la niña.

—Si hay brujas que comen niños en los cuentos... ¿porque no una que coma hombres?— Teorizó Natasha, viendo sus uñas.

Steve rodó los ojos.

—Anda, continúa tío...

—Bien, esa chica era una princesa y...

—Se llamaba Nat, como mi tia.

—Entonces la princesa Nat...

—Se va— Dijo la pelirroja, levantándose de su lugar en la cama de la niña, con cuidado de no caer entre las piezas de lego regadas por el suelo— Ahora que veo que los dos estarán bien, puedo irme tranquila.

Natasha se acercó para besar la mejilla de la morenita y revolver su cabello, para después hacerle cosquillas en los laterales de sus costillas.

—¿Pórtate bien, quieres? — Susurró a la niña.

—Quédate con nosotros tía...—La niña brincó de la cama, para alcanzar a rodearla por el cuello— por favor. Será más divertido que ir a una fiesta aburrida, con gente vieja.

—Tu tío Steve es muy malo contando cuentos... no quiero quedarme dormida, cuando puedo estar bailando con un príncipe ahora mismo.

La niña frunció el entrecejo.

—Yo lo haré— Dijo con seguridad, cambiándose a los pies de la cama— Siéntense, ahí, junto a las almohadas.

Los adultos obedecieron. Natasha decidió esperar a que la niña se quedara dormida, igual ya iba con retraso y un poco más no haría la diferencia. Además poco era el tiempo que podían pasar con ella últimamente, pues el trabajo y las ocupaciones de adulto siempre estaban a la orden del día. Desde que Morgan llegó al mundo, había revolucionado la vida de todos en el complejo, pero en especial la de ella, pues desde el primer momento en sostuvo entre sus brazos a ese pequeño ser humano, supo que sólo la pequeña Stark tendría el poder para tener lo que quisiera de ella, con solo una sonrisita y un balbuceo.

La castaña se aclaró la garganta para comenzar con su historia.

—Erase una vez un príncipe que durmió por mucho mucho tiempo, hasta que un día lo encontraron en el hielo, donde viven los osos y los pingüinos. Lo despertaron y le dieron mucho chocolate caliente, pero aun así estaba medio congelado por dentro... Papá dice que porque era demasiado cabeza hueca— La niña rió. Natasha codeó al rubio que solo frunció el ceño cuando entendió la referencia— Durante mucho tiempo el esperó a que el hielo en él se derritiera, pero el sol estaba muy lejos y seguía sintiendo frío por mas cobijas que se pusiera encima. Extrañaba mucho a su mami y sus amigos, pero habían pasado muchos años... Como... así— Morgan mostró todos los dedos de sus manos— Y ellos ya estaban bailando con los angelitos.

—¡Pero un día conoció a la princesa llamita! ella tenía miedo porque todo lo que tocaba lo derretía... y la gente la veía mal, por algunos incendios que provocó sin querer. Parecía que siempre estaba enojada, pero solo era para espantar a los que querían acercarse, porque tenía miedo de quemarlos. Ella había crecido entre dragones muy malos y creía que era un dragón y no una princesa...

—Ella y el príncipe se hicieron amigos... y la princesita estaba muy feliz, porque a él no le importaba lo que contaran sobre ella las otras personas, además no podía quemarlo como a los demás... él sentía calorcito cuando ella estaba cerca y eso lo hacía sentir bien. No quería que la princesa llamita se fuera nunca de...—Bostezó— su lado... pero aunque los dos se sentían muy bien juntos, siempre peleaban por cosas sin sentido; el príncipe quería proteger a la princesa, pero ella quería hacer muchas cosas sin ayuda... porque ella era tan fuerte como un dragón.

Natasha le hizo espacio al centro de la cama, para después levantar las cobijas y hacerla entrar en ellas.

—Mami dice que... los adultos son muy tontos a veces, pero que con poquita magia el príncipe del hielo y la princesa llamita podrán ver que siempre estuvieron destinados para encontrarse— Morgan se acomodó sobre su costado, perdiendo la batalla contra el sueño unos segundos después.

Steve acomodó las almohadas, en el sofá que estaba a su lado, para dejar solo las suficientes para dejar a la niña más cómoda. Repasó en su mente las palabras de Morgan una y otra vez, preguntándose porque tenía que escucharlo de una niña de cinco años para comprenderlo todo.

—Yo creo que sus papás vieron demasiadas películas para niños— MurmuróNatasha mientras arropaba a la pequeña.

Ambos salieron de la habitación luego de apagar la luz, dejando solo la lamparita en el buró encendida.

—Cualquier cosa, tendré el teléfono cerca... pero imagino que dormirá toda la noche sin ningún problema— Natasha dijo en voz baja, rehuyendo de la mirada de Steve.

—Nat... perdóname.

La rusa negó.

—Está bien, cualquiera tiene un retraso.

—No por eso, por no saber cuidarte, dejándote ser tu misma... me enamoré como un loco de la mujer más fuerte y valiente en el mundo... pero no podría vivir con la idea de que alguien volviera a dañarte.

El rubio se acercó con paso lento, dándole la oportunidad de retirarse si era lo que ella quería. Al ver que no se movió ni un centímetro de su lugar, Steve alcanzó el tirante en su hombro izquierdo y lo dejó deslizarse por el brazo femenino; justo sobre la lencería negra que llevaba debajo, alcanzaba a distinguirse una cicatriz rosada... la cual él acarició con su índice, antes de inclinarse para besarla repetidamente.

—Steve...— La rusa se estremeció con la sensación sobre su piel.

—No me pidas que no pretenda mantenerte en una caja de cristal, Natasha... eres lo único que le da sentido a mi vida, lo que más amo en este mundo— El capitán subió por su hombro y clavícula, besando toda la piel disponible a su paso, hasta alcanzar la parte alta de su cuello, donde concentró sus caricias— Mi miedo más grande es perderte y no poder hacer nada para traerte de vuelta...

—Si aceptas, que así como tú, elegí este camino para ayudar a otros y que muchas veces he sido y seré herida... entonces no me dejes ir y hazme el amor— Le levantó por el mentón para hacerlo verla a los ojos— Si no... 

No hubieron más palabras que no fueran dichas con amor esa noche. Al final la magia de la que había hablado Morgan había llegado para desvanecer el orgullo que les había cegado a ambos... 

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