Ten despertó, no se sentía nada mejor. Estaba en 'su' cama, Taeyong ya no estaba a su lado, por lo que se sintió algo solo. Se quedó observando el techo, preguntándose porque su padre aparecería después de más de 10 años.
—¿Ten? —la voz del mayor lo sacó de sus pensamientos—, voy a entrar.
—¿Desde cuando avisas?
La puerta se abrió y entró el coreano, con una caja de pizza en la mano y una botella de Coca Cola Light encima de la caja. Cerró la puerta y se sentó en el piso, Chittaphon se sentó a lado de él y empezaron a comer la pizza.
—¿Vas a explicarme lo que paso en tú casa? —preguntó Yong cuando empezaba la segunda rebanada—, debió ser algo fuerte.
—Mi padre apareció.
El mayor se atragantó y miró fijamente a Ten, como si esperaba que se echara a reír y a gritar: 'Caíste, caíste', pero no paso.
—¿Por qué no te quedaste? —preguntó el coreano mientras se recuperaba de la conmoción.
—¿Qué hubieras hecho tú? —respondió triste Chittaphon—, no lo he visto desde que nací, pasaron más de veinte putos años y aparece.
—Tal vez extrañaba a tú madre... O a ti.
Hubo un rato de silencio mientras comían la pizza. El asesino había traído esa comida porque era la favorita de Ten, con aceitunas, doble queso, poco jamón y lo más importante (algo que Taeyong odiaba con su vida en la pizza) piña.
—No soy una persona a la que vale la pena extrañar —comentó apenado Chittaphon.
—Yo te extrañe, y mucho —dijo el mayor, mientras sacaba la piña de su trozo.
El tailandés se sonrojo hasta las orejas, aunque había tenido uno que otro novio, nunca lo habían hecho sentir tan especial como lo hacía Yong.
—Maldito síndrome de estocolmo —dijo Ten apenado.
Mientras comían el animo de ambos subió un poco. Todos los días Taeyong se enamoraba aún más de Chittaphon, y cada día Chittaphon cuestionaba su sanidad por estarse enamorando de Taeyong.