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—¡Vamos Hayes! ¡Hay más personas jugando! —Escuché el grito del entrenador y bufé, mientras arrojaba el balón a Tom.

Tom corrió esquivando a varios chicos más hasta la línea de anotación, y el entrenador sonó su silbato.

—Buen trabajo muchachos… y Hayes. —Dijo el entrenador Milton, viéndome con desprecio disimulado.

Yo simplemente sonreí con falsedad y alcé ambos pulgares, queriendo alzar otros dedos. Me quité el casco, dejando que mi cabello negro con ondas cayera sobre mis hombros. Estaba mojado por el sudor y no resistí más y lo até en un moño.

—Nada mal para ser una chica, Reaven —comentó Milton—, pero recuerda que tienes compañeros que te pueden facilitar el trabajo, ¿vale?

—Vale —suspiré sin aliento.

Me palmeó el hombro y me dirigí a las duchas. El entrenador no se había tomado demasiado bien mi entrada al equipo. «No se supone que las chicas jueguen fútbol americano», había dicho en la oficina del director, pero con un gran discurso de mi parte acerca de la igualdad de géneros y que la institución no podía acepar eso, que era racismo y discriminación, no les quedó otra manera para hacerme callar que aceptar mi ingreso.

En cuanto a mis compañeros de equipo… no querían una «chica hormonal que les contagie estrógeno», pero al ver lo buena corredora que soy y que con mi pequeño y ligero cuerpo puedo esquivar con facilidad a cualquiera, comenzaron a amarme.

Tomé mi bolso de las gradas, donde mi mejor amigo, Jared, me esperaba.

—Cuando ingresaste, jamás creí que serías tan buena jugando Hayes —me dijo, sonriendo de medio lado. Su cabello estaba despeinado y una gota de sudor corría sexymente por su barbilla.

No crean que me gusta Jared. En absoluto. Hemos sido mejores amigos desde mi llegada a Nueva York —hace más o menos cinco años—. Además, es un baboso que folla con todo lo que tenga una vagina bajo una minifalda. Pero debo admitir como adolescente con las hormonas desatadas, que Jared es jodidamente sexy.

—Te dije que era buena, tonto. —Le di un golpecito en el abdomen, y él rió—. ¿Qué tal el soccer?

Nos encaminamos a las duchas y él rodeó mis hombros con su brazo.

—Cooper es jodidamente fuerte. Nos hizo mierda a todos ahí.

—Linda boquita.

—Y eso que no te he besado.

Saqué la lengua, haciendo una mueca de disgusto. Tan solo imaginar a Jared besándome, me provocaba arcadas.

—No comiences a tirarme onda a mí Jared, no soy una de esas zorras con las que follas —advertí.

—Lo sé. Por eso eres mi mejor amiga, estúpida. Dah.

Ambos reímos finamente.

—¿te enteraste del chico nuevo? —Inquirió Jared.

—¿Hay un chico nuevo?

Él rió.

—Sí. Dicen que viene de Italia, las porristas no dejaban de hablar del «sexy ragazzo[1]».

—Ni idea, pero estas chicas se vuelven locas con cualquier culo masculino.

 Jared rió y continuamos nuestro camino, charlando sobre las prácticas en nuestros equipos. Una vez en las duchas, él me dio un rápido beso en la frente y se dirigió a las duchas de los hombres, cuya puerta quedaba frente a la de las mujeres. ¿Mala idea? Sí que sí. Estas duchas han sido testigos de más escenas sexuales que un canal pornográfico.

Y estoy segura que el 90% de las veces, Jared ha sido el protagonista.

Ugh.

Abrí la puerta y lo primero que escuché fueron risas femeninas. Me frené en seco y maldije al recordar que las porristas acababan de terminar su entrenamiento.

No soy la típica chica que odia a las porristas porque son unas zorras femeninas, de hecho, mi única amiga mujer, es porrista, yo fui porrista, y soy bastante femenina. Es el hecho de lo huecas y superficiales que son.

Dejé mi bolso en una banqueta y saqué mi toalla, jabón y champú. Guardé mi uniforme en un bolsillo aparte, me enrollé en la toalla y me dirigí a una regadera.

Por favor que no esté Alisson. Que se haya caído dando una pirueta y se rompiera el cuello.

Para mi desgracia, la zorra de Alisson Green estaba presente, con su cuello en la dirección correcta. Y lo peor del caso, es que la única ducha libre, era a su lado.

No soy penosa con mi cuerpo, mis padres me hicieron con ganas y me dieron este maravilloso cuerpo, y mucho menos le temo a Alisson. El problema es que:

1-    Su voz es insoportable.

2-    Ella es insoportable.

3-    Me odia.

4-    La odio.

No podemos estar demasiado cerca sin comenzar una discusión. Ella es el perro, yo el gato. Ella el aceite, yo el agua. Siempre ha sido así.

Pasé junto a ella y me miró de reojo con desdén, haciendo que apretara los puños para no abofetearla. Ingresé a la ducha contigua a la suya y pude escuchar cómo le susurraba algo a Mandy, la chica que estaba a su lado.

—Oh, no. —Dijo Alisson con su voz de pato, dirigiéndose a mí—. Disculpa, tú… cosa. —La miré elevando una ceja—. ¿Te molestaría cambiarte de ducha a una lejana? Temo que me violes.

Sus zorras amigas rieron, y yo simplemente respiré hondo, tratando de controlarme.

—No te preocupes Alisson, no estás en peligro. No me gustan las cosas baratas y de segunda —le sonreí falsamente, callándole la boca.

Las demás chicas rieron discretamente, mientras Alisson me miraba con la boca en «o», sin saber qué responder. Me encogí de hombros aún sonriendo victoriosa, y abrí la regadera para ducharme.

Terminé de ducharme por última, ya que me gusta la privacidad, el silencio y tomarme mi tiempo en la ducha. Estiré el brazo para tomar mi toalla y mi corazón se aceleró al no sentirla. Caminé a ver si se había caído, y mis miedos se cumplieron al ver que no estaba.

Me quedé en silencio unos momentos y luego eché a reír. ¿Alisson de verdad pensaba que me afectaría el que me robara la toalla? Podía secarme con mi uniforme.

Tomé mis cosas y caminé como Dios me trajo al mundo hasta la banqueta donde había dejado mi bolso, y ahí entré en pánico.

Mi bolso no estaba.

Esa zorra me las pagaría.

[1] Significa «chico» en italiano.

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Holaaaaaa<3. Bueno, este es el primer capítulo. Espero que les guste esta historia, la verdad la inspiración me atacó y comencé y no he podido parar. 

Cuando llegue a 10 estrellitas, subo el siguiente. Gracias por leer<3.

ReavenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora