IV: Cumpleaños. (actualizado)

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Desde ese día no hubo rastro de Keigo.

No lo vio entrar más por la puerta cada mañana, no se lo topaba por los pasillos, o marcando la asistencia en la entrada del comedor, no oía su voz, ni su risa. Keigo se había esfumado.

El primer día no se preocupo demasiado, fue comprensivo, dado lo que había ocurrido la última vez. Dabi estaba avergonzado, y si era sincero, no hubiese sabido cómo actuar si se presentaba como si nada.

El segundo día lo puso nervioso, tampoco apareció, y el pelinegro empezó a sentir la necesidad de verlo y conversar correctamente con él. Pero, cuando llegó el tercer día, su nerviosismo pasó a ser preocupación, y consecutivamente a cierto enfado, reflexionando consigo mismo que, fuera de lo que sea que pasó, Keigo al menos debería ir a explicarle qué rayos estaba ocurriendo.

- Sé que no tengo derecho a pedirle explicaciones de nada, pero hay cosas que me involucran, ¿no?, como por ejemplo, que casi me lo follé, maldición. Al menos, ven y mándame a la mierda, pero ven.

Hablaba consigo mismo, enojándose con la nada.

Y así, a medida que los días pasaban, sus emociones y sentimientos se fueron intensificando, jugando a la montaña rusa dentro de su mente, dispuestos a dejarlo sin dormir tranquilo.

De pronto, todo se sentía gris, con un ambiente pesado, triste y lúgubre. Estaba tan enfocado en sus pensamientos que no notó cuando llegó el día que tanto aborrecía; su cumpleaños.

Aunque le importaba una mierda, tenía la esperanza de que su terapeuta lo recordara -él se lo dijo en una ocasión-, y pasara con él, aunque sea, una pequeña parte del día. Pero viendo lo visto, deseaba que al menos se dejara ver unos segundos.

Lamentablemente para Dabi, Keigo no aparecía hacia casi dos semanas, 14 largos días, y nada indicaba que lo haría.

No podía llamarlo, no podía mensajearlo, no podía ubicarlo de ninguna manera, y aunque se consiguiera un celular, no tenía nada de él, apenas su nombre y la imagen de su precioso rostro en su mente.

Odiaba todo aquello, y empezó a culparse por todo.

Llegó un terapeuta de reemplazo, pero no le dijo nada de su ángel por más que preguntó, con la excusa de que no podía dar información ninguno de sus colegas, indicando que era completamente confidencial y ajeno a su motivo de residencia en el internado.

"Procura preocuparte por ti y mejorar"

Le decía el doctor.

Se sentía melancólico, y más de una vez pasó por su mente que al fin estaba ahí con un humor a la par con los demás.

Sus respuestas a las preguntas rutinarias, ahora hechas por otro doctor, eran sí y no. No asistía a recreación, era voluntario, pero resaltó entre las enfermeras el hecho de no verlo metido en el gimnasio. Sin embargo, le había sido inevitable ir al comedor.

Cada vez que se sentaba a comer, era invadido por un grupo de "matones", arrogantes hijos de familias extremadamente adineradas, familias que él aseguraba que simplemente los lanzaron ahí como si de basura se tratarse. No denotaban ningún rasgo típico de incapacidad mental, se veían completamente normales. ¿Quizá narcisismo? Dabi tenía la teoría de que los padres los habían metido ahí por drogas elite a las que podían acceder gracias a su dinero.

Lástima para ellos que Dabi no era una persona muy paciente, y sus nudillos morados e interminables castigos ridículos eran la viva evidencia de ello.

Pensaba en Keigo y ya no le importaba asumir que le gustaba, que estaba enamorado de él, y quería estar con él por siempre. Pensaba y recordaba a su familia, en como poco a poco ha ido sanando respecto al tema, y no podía no escuchar las palabras del ángel en su cabeza, diciéndole que estaba orgulloso de ello, dándole consejos, y despejando su malestar.

Terapia. [dabihawks]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora