Extra 1/2: Confusión. (en edición)

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Keigo abrió los ojos pesadamente, tratando de enfocar su vista en el ventanal de su habitación, tapado por unas pesadas cortinas color vino (Touya las había elegido porque dijo que era la mezcla perfecta de los colores favoritos de ambos, morado y rojo, el rubio intentó explicarle que la mezcla realmente sería café pero no fue escuchado para nada.), para verificar si ya había amanecido.

El doctor tiene la mala costumbre de despertar cinco preciados minutos antes de su alarma para ir a trabajar, así que simplemente no se movía hasta que esta sonara, pensando en la ropa que se pondría y repasando su lista mental de "tareas del día".

Estaba en eso, cuando sintió la respiración de Dabi acelerarse a su lado, junto a un movimiento brusco. Miró a su lado y Touya tenía el ceño fruncido y respiraba pesado. Tenía a Keigo abrazado fuertemente de la cintura.

El chico se preocupó por su novio, como psiquiatra, sabía que los traumas de Dabi podían hacerlo actuar de diferentes maneras, y entre ellas existen las constantes pesadillas. Normalmente duerme como un tronco, y según las propias observaciones de Keigo, él no tiene secuelas graves de su infancia. Sin embargo, las últimas semanas había estado inquieto por las noches, despertaba alterado y sudoroso, pero no le contaba nada a pesar de la insistencia del ojimiel.

Se quitó el brazo de Touya de su alrededor y se giró hacía el pelinegro. Tomó su cara entre sus manos y la acarició, sin querer despertarlo. Movió sus piernas y frotó sus pies con los de su novio bajo las frazadas, intentando transmitirle tranquilidad.

La cama matrimonial que habían decidido comprar fue una completa buena decisión, ya que si bien dormían abrazados y usaban 1/3 de espacio, Dabi amaba estirarse y revolcarse por toda su extensión, además de que solía caerse mucho en la cama del psiquiátrico.

El psiquiátrico... Keigo recuerda esos tiempos con nostalgia, a pesar de que Dabi no tuviera ningún problema además de un padre de mierda, agradeció mucho conocerlo, le hizo creer en el destino y en el verdadero amor.

Ya han pasado seis años de aquello y aún no puede dejar de disfrutar cada pequeño momento entre ambos, se enamoraban cada día más, y seguían igual de tranquilos y felices igual que el primer día en que decidieron vivir juntos. Keigo dijo en alguna oportunidad que era muy sano a diferencia de la mayoría de las relaciones, evitaban las mentiras y las peleas no duraban más de quince minutos, todo se solucionaba luego de una conversación civilizada.

Estaban bien, hasta ahora.

-¿Ángel...?

Despertó Dabi, despejando la mente del rubio.

-Buenos días...

Le sonrió, siguiendo sus facciones faciales con sus dedos.

-Dios, Keigo, estás aquí.

Se abalanzó sobre su novio, casi prácticamente subiéndose a él, tomándolo por sorpresa.

Dabi estaba respirando agitado y sudando. Apretó al rubio contra sí, asegurándose de su existencia.

-Dabi, ¿qué ocurre? Déjame verte.

Negó con la cabeza.

-Solo dame unos segundos.

Susurró, más calmado, frotando su nariz con la oreja y cuello de Keigo, olfateandolo.

-¿Qué eres, un perro? No me huelas.

Dijo, dándole pequeños y suaves tirones a su cabello, tratando de alivianar la situación.

-Hm, quizá, pero si soy un perro, ¿los perros lamen a sus amos, no?

Terapia. [dabihawks]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora