VI: Partida. (en edición)

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Dabi cumplió con las sesiones que había programado la psiquiatra solo porque Keigo se lo había pedido, ya que estaba claro que la reacción y el poco control de emociones que había tenido no eran sanos. No querían que volviera a suceder.

Habían pasado tres semanas ya desde que iniciaron una relación formal, cosa que Dabi nunca antes había experimentado, ya que simplemente se dedicaba a ir flor tras flor como una abeja, a él le gustaba llamarse a sí mismo "alma libre", y se sonrojó cuando se lo dijo a Keigo en el momento de pedirle ser su pareja.

Evidentemente todo aquello cambió cuando conoció a Keigo, después de todo lo que había pasado quería hasta casarse con él, pensaba y sentía que era el amor de su vida y que quería pasar todos sus momentos junto a él, quería hacerlo feliz, verlo reír gracias a él, viajar con él, tener sexo únicamente con él. Se había enamorado, y anhelaba una relación. Él mismo se sorprendía que las cosas dulces que podían salir de su boca tan naturalmente, se avergonzaba. Keigo creía que era tierno.

Dabi por primera vez se había enamorado.

Se sentía como si hubiese caminado por un túnel oscuro durante toda su vida, y finalmente, después de veintitrés años, había encontrado la salida luminosa que necesitaba.

Gracias a lo que había pasado, decidieron moverlo a otra habitación, más pequeña, con apenas una cama y un baño pequeño, obviamente sin tina. En aquel punto ni siquiera le dio importancia, se iría en un par de días de allí de todos modos.

Al día siguiente de su cumpleaños, Keigo lo sacó de la cama demasiado temprano para su gusto, diciéndole que debían bañarse antes de que llegara todo el mundo. Dabi se quejó al principio, pero su malhumor se fue apenas se dio cuenta de que todo lo que había pasado era real. Además, por supuesto, no dudó en hacer suyo al rubio mientras estaban en la tina.

Gracias a Keigo, nadie se enteró de lo que había pasado entre ellos dos. Se escabulló del cuarto en silencio, vigilando en todo momento. Fue a su casa en una carrera para cambiarse de ropa, y cuando llegó la hora que correspondía, entró a la habitación fingiendo sorpresa ante los de aseo, que ya se encontraban allí limpiando todo, mientras Dabi ordenaba sus cosas para irse a la otra habitación. El pelinegro se burló de su actuación una vez solos, y se rieron de la situación durante varios minutos.

Todo estaba yendo bien para Dabi. Estaba feliz.

Keigo entró silenciosamente aquella mañana, igual que los demás días, cerrando y dejando su tarjeta puesta para que, si alguien tratase, no pudiera entrar.

Algunas enfermeras creían verlos muy juntos últimamente, paseando por el patio, en la biblioteca, incluso hablaban en el gimnasio. Sin embargo, asumieron que era normal dada la servicial personalidad del doctor. Aunque claro, no podían no conversar sobre el tema, aseguraban que se veían muy bien juntos, y se emocionaban cuando los veían coquetear.

El rubio prácticamente vivía en el recinto, desde que empezó a trabajar, incluso como pasante en un principio, destacó su desempeño. Su amabilidad y paciencia lo llevaron muy lejos con los pacientes, incluso los más conflictivos, y todos a quienes había tratado habían terminado por mejorar un montón. Era casi perfecto.

Normalmente, en ese hospital se trabajaba con turnos, el personal rotaba dos veces al día, cosa cómoda para todos, ya que dejaba mucho tiempo libre, más de medio día, a no ser que tocara turno nocturno. A pesar de tales ventajas, Keigo trabajaba jornada completa. Si bien es cierto que le pagaban más, todos tenían muy claro que a él el dinero poco le importaba mientras viera felices a sus pacientes.

Nunca aceptaba vacaciones, y rara vez se enfermaba, y siempre que ocurría era producto de exigirse demasiado.

Era el ejemplo a seguir de todos, aún con su corta edad, bastaba solo una sonrisa de él para alegrarle el día a cualquiera.

Terapia. [dabihawks]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora