Capítulo XVIII: La Fuga

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No pude volver a la Casa Black en lo que quedó de las vacaciones. Tal y como me lo había advertido mi abuela, estuve castigada en la mansión de los Lestrange. Según había escuchado, Parkinson estuvo un par de días en San Mungo, pero ya le habían dado de alta. A Lacerta no le dijeron nada, desde luego, pero a mí no me dejaban salir de la casa. La única manera que tenía para más o menos saber qué estaría pasando en la Casa Black fue la snitch que me regaló Harry. Siempre la miraba para rectificar que siguiera «en casa» y no en «peligro de muerte».

También me habría gustado saber qué le aparecía a él. El caos que se había formado en la mansión de los Selwyn disipó todos los humores sobre cualquier otro tema que no fuera Voldemort, y mantuvo alerta a todos en mi familia y la de mis amigos. Nunca me había sentido tan desprotegida en la casa de mis abuelos; sé lo que había escuchado y, si había entendido bien, por ahora Cepheus no intentaría sacarme de Hogwarts, ¿pero qué garantizaba eso? No había hora en la que no me llegara el pensamiento de que un mortífago entraría por esa puerta a por mí.

La puerta sonó, sobresaltándome.

— ¿Puedo pasar? —era mi madre. Hice a un lado un pergamino en el que hacía garabatos desesperados y afirmé—. Hey, ¿no tienes hambre? Tu abuela dice que no has bajado a desayunar. ¿No estás emocionada por volver a Hogwarts?

Asentí sin ánimo y, sin evitarlo, rompí a llorar. ¿Volver? ¿A Umbridge? ¿Sabiendo todo lo que está pasando afuera de Hogwarts? ¿Ahora sin Margot? ¿Sin despedirme ni siquiera de mi propio padre? 

Mi madre me miró sorprendida.

— ¿N-no... puedo d-despedirme... de Canuto? —sollocé e intenté secarme mis lágrimas con el dorso de mi mano. 

— Lo harás cuando salgas a vacaciones de verano.

— P-pero... —tragué e intenté respirar—. Vas a estar con él, ¿verdad? ¿Vas a estar con la Orden?

— ¡Black! —gritó escandalizada y se volvió alerta a la puerta. Rápidamente realizó un encantamiento alrededor de la habitación. Al no escuchar sonido alguno, se tomó el puente de la nariz con los ojos cerrados y suspiró—. ¡¿Cómo se te ocurre mencionar eso acá?!

— Madre, no puedes quedarte con ellos —me acerqué a ella para poder hablar más bajo—. No he podido decirte, pero Cepheus va a asesinar a alguien y quieren tomar algo del Ministerio y me va a sacar de Hog...

— ¡Basta! —masculló tosca con los ojos muy abiertos—. ¿Me oyes? ¡Basta! —su tono de voz sólo me había asustado más. Ella, al notar que estaba al borde de las lágrimas nuevamente, se sentó en la cama y me miró—. Estás asustada, lo sé. Yo también lo estoy. Todos lo estamos, pero tienes que aprender a controlarte y saber cuándo, en dónde y qué decir, ¿comprendido? —asentí—. ¡No sé dónde escuchaste todas esas cosas, pero no debiste hacerlo!

— ¿De qué estás hablando? ¡Por supuesto que sí, hablaban de mí!

— Y no creo que lo hicieran en la calle agitando campanas para que todo el mundo escuchara las noticias del día, ¿o sí? No te expongas de esa manera, Sirrah. Dum... —exhaló—. Nosotros sabemos lo que está pasando y lo que hacemos al respecto, ¿de acuerdo? Tienes que confiar, por supuesto que no te vamos a dejar a la deriva.

— ¿Pero vas a volver con Canuto? 

— Por supuesto que sí —corrió un mechón de mi cabello—. Estás muy relajada con este tema, Sirrah. Cuida lo que haces, lo estás llevando todo demasiado lejos.

Fruncí el ceño.

— ¿A qué te refieres? —me miró fijamente por unos segundos—. ¿Qué?

— ¿No tienes nada para decirme? —no respondí—. ¿De verdad? ¿Nada sobre ese collar que llevas? ¿Nada sobre tu novio? 

Sirrah Black & la Orden del Fénix | SBLAH #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora