Capítulo 5: Te prometo que no será...

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(Melanie)

Las calles comenzaban a ser iluminadas por postes de luz que adornaban el diminuto sendero a mi hogar; Juan caminaba a mi costado, analizando el llavero en forma de banjo que le había proporcionado con horas de anticipación:

   — ¿Qué ocurre? — cuestiono alzando mis fanales en dirección a la palma que sujetaba su llavero.

   — ¿Cuándo comenzaras a trabajar? — indaga sin desprender su visión del objeto en su mano.

   — Mañana — admito hundiendo ambas de mis palmas en los bolsillo delanteros de mi gabardina oscura.

   — ¿Mañana? — interpela colocando su atención en mi persona.

Nuestro trayecto en el colectivo que se dirigía a la parada más cercana a la casa de mis padres había concluido; otorgándonos una siguiente tarea: emprender una larga caminata a mi destino final.

   — Sí — afirmo, manteniendo mis orbes direccionados hacia el frente —. Por un momento, lo había olvidado; por eso propuse arreglar lo del departamento mañana.

Un silencio se interpuso entre la conversación que se había apoderado de la caminata.

Enfoque mis iris en las siluetas que mi calzado creaba al compás de mis pasos, añadiendo énfasis en las líneas de dividen la acera con el objetivo de evitar pisarlas; como el clásico juego para pequeños y no tan pequeños:

   — ¿Crees que puedas acompañarme al aeropuerto? — analiza desenfocando su atención en mí, colocando su vista paralela a la mía.

   — ¿Cuándo te iras? — pregunto añadiendo un nudo creciente en mi garganta, sin observar al creador del torbellino de emociones.

"¿Por qué olvide contarle cuando iniciaba mi empleo?, ¿por qué no me había informado que iniciaría una gira pronto por más obvio que fuera? "

   — El sábado.

Detengo mi andar al instante.

"¡Se irá de Bogotá en tres días! ¡TRES DÍAS! "

   — ¿A qué hora sale el vuelo?

   — A las diez de la mañana, pero tengo que estar en el aeropuerto desde la siete. La última vez que llegamos tarde a un vuelo, Pedro nos dio un discurso de la importancia de la puntualidad con el cual, perdimos otro vuelo.

   — No creo poder ir — aseguro indagando entre sus orbes esmeralda, en busca de algún destello de emociones negativas por las cuales deba preocuparme —, pero veré que puedo hacer.

Noto como las comisuras de sus labios descienden de forma cautelosa, incorporando a sus facciones un gesto desmotivado:

   — De acuerdo.

   — ¿Por qué no me lo dijiste antes? — interpelo, reincorporando el constante andar hacia mi hogar —, resulta ser algo obvio debido a tu profesión; pero me hubiera gustado enterarme antes para poder despedirte en el aeropuerto.

No era consiente de la agenda de trabajo de Cortés en los próximos meses, así como tampoco era consiente de que en cualquier momento, Juan Pablo debería salir del país para grabar, componer, o formar parte de algún concierto de su agrupación:

   — Esta última semana hemos sido distantes — objeta, resguardando el mini banjo en el bolsillo delantero de sus pantalones de mezclilla.

Nuevamente, lanzo una mirada indagadora al propietario de orbes verde olivo. Éste manifestaba cierta tensión creciente en los músculos que conforman su mandíbula, al igual que su frente; sin tener respuesta de cómo interpretar sus expresiones faciales, exhalo una bocanada de aire acumulado en mi pecho. Detengo mis pasos en conjunto con los de Juan.

ꜱɪ ꜱᴇ ᴠᴀɴ ʟᴀꜱ ᴇꜱᴛʀᴇʟʟᴀꜱ | 🅙🅟🅥 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora