14. Om Igen

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Angelo (Death Mask) di' Lota Cancri
Shura Al Giedi
Afrodita Alrisha
Shaka Heze 
Mu Arietis 
Saga/Kanon Polux 
Camus Labelle 
Milo Gliese 
Airoia Chertan 
Aioros Rukbat 
Dohko He 

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El dolor en mi rostro y en mi cuerpo era poco comparado con lo que sentía en el fondo de mi corazón, quizá debí quedarme con aquel hombre gentil que me miró con lo que nadie me había mirado, con preocupación y cariño, pero como siempre, fui un idiota que no hizo caso a lo que su mente le decía, gracias a eso me golpearon y casi... bueno, eso, hasta que apareció Pólux, creí que era amable pero solo fue un aprovechado, como todos...

Quizá dentro de todo aquel embrollo, Alrisha por fin notó que no era como todos decían, que a pesar de ello, nunca se rendía, trataba, incontables veces de ser él mismo, pero en un mundo como en el que le había tocado vivir, aquello era solo para valientes, y él lo era, pero al parecer no se daba cuenta de ello y aunque trataba de hacerlo, las voces en su cabeza le impedían salir del abismo, una y otra vez, seguía cayendo en aquel agujero, como una Alicia en su viaje para entrar al país de las maravillas, pero él no era Alicia y no iba persiguiendo a un conejo blanco, era Afrodita Alrisha e iba tras una utópica y necesitada paz.

Se había quedado en casa despues de lo ocurrido con el menor de los Pólux, sanando las heridas físicas pues las emocionales no se cerraban con un algodón bañado en alcohol y una bendita adhesiva, y al parecer, Alrisha tenía más de esas heridas, muchas más, ya había perdido la cuenta de ello, trataba de olvidarlas y de hacer, de alguna forma, que dolieran mucho menos, no obstante, las cosas no era tan fáciles, mucho menos para alguien que cada día es herido de nuevo.

Los días pasaron y de aquella noche solo quedó el mal recuerdo de una desgracia más, los hematomas y las aberturas ya habían desaparecido y eso le dio un poco más de animó, salió de casa como era de esperarse, exactamente a las nueve de la noche, la blanca camisa adornada con una pañoleta celeste y sus jeans ajustados del mismo color, sonreía, quizá, con hipocresía o quizá solo para tratar de creer que era feliz, se adentró en el bar, se sentó y degusto un par de copas de un delicioso Martini de Vodka, exactamente doce copas despues salía de aquel recinto, suspirando, consumiéndose por su propia oscuridad, de nuevo, como siempre y quizá como nunca.

Caminaba bajo las luces de las lámparas, abrazándose así mismo, creía que sería una noche distinta a las demás, sin embargo, tal parece que era igual que las otras, frías, distantes, carentes de la calidez con la que a menudo se ilusionaba, soltó un suspiro cuando paso cerca de una banca, lo recordaba, aquel hombre que sin conocerle le había sonreído, que sin saber a ciencia cierta lo que le pasaba, le acuno entre sus brazos, quizá, esa era una señal, no obstante y como ya lo había dicho: la falsedad y el dolor también vienen disfrazados de amabilidad, así que evito a toda costa pensar en He y en lo que había hecho.

De pronto, perdió el sentido del tiempo, sus pensamientos se apoderaron de él y se perdió entre los recuerdos de su infancia, de cómo su hermano mayor era su confidente, su soporte, su cómplice de travesuras y su refugio, se perdió entre las veces que le abrazo y le salvo de los regaños de su padre, volvió a suspirar, quería regresar el tiempo justo en ese momento, para su desgracia eso no era posible; a lo lejos, un par de ojos verdes le veían caminar en su dirección, sonrió de manera tenue y fue a su encuentro, con la única idea en mente: llamar la atención de aquel chico que iba perdido entre sus pensamientos.

Camino un poco más, era cierto, estaba perdido entre su mente y las imágenes que le mostraba, unos cuantos metros más y alguien le golpeo en el hombro, más bien, choco con él, su mente le hizo regresar a la ocasión en donde conoció a Labelle, por un instante juraría haberlo visto de nuevo, sacudió la cabeza, no, no era él pero vaya que su mente le había hecho una mala jugada, reaccionó de repente.

— ¡Fíjate por donde vas, idiota! — dijo Alrisha

—Lo lamento mucho — dijo el otro joven, sus ojos verdes le miraron con detenimiento, como queriendo leer su mente — ¿te hice daño?

— No — respondió frío

— Puedo compensarlo

Recibió una negación, Afrodita no podía creer que alguien le hablara de ese modo, ya lo había experimentado pero se negaba a creer que estaba pasando otra vez, las copas del Martini ya estaban haciendo efecto en su organismo, nunca había tomado más allá de un par o incluso 4 o 5, se había excedido, eso estaba claro y ahora la cabeza le daba vueltas, de un momento a otro perdió el equilibrio, antes de que su cuerpo cayera de lleno en el suelo, el otro chico le detuvo, le llevó a la banca más cercana y le sentó ahí, esperó hasta que recobro la conciencia.

— ¿Estás bien? — pregunto

— Eso creo, ¿qué sucedió? — Alrisha estaba un poco preocupado, solo recordaba haber chocado con ese muchacho y haberle dicho idiota.

— Te desmayaste

— ¿y por qué me ayudaste? — ahí estaba de nuevo la negativa de saberse importante o al menos considerado como lo que era.

— ¿y por qué no? — se encogió de hombros

— no debiste, pero muchas gracias por tu ayuda...

— Mu, Mu Arietis — dijo y le extendió la mano.

— Afrodita Alrisha — correspondió.

Un poco más de un par de preguntas más y se veía siendo acompañado por aquel joven a su casa, no sabía porque razón se lo había topado, más bien, aquello no le importaba en absoluto, pensó, por un momento que Arietis sería igual que Pólux, pero no fue así, simplemente le llevó hasta su cama, le arropó y se quedó a su lado hasta que se quedó dormido, dejando en la mesa de noche un vaso con agua y un par de pastillas para la resaca, salió de aquella casa con la mirada melancólica, ahora que lo recordaba, esa mirada ya la había visto, si, era la misma, la misma de Al Giedi y la de Di' Lota Cancri, pero ¿Por qué?, quizá solo había una persona que lo sabía.

Aquella noche, la calma se instaló por un rato en su corazón, aquella mirada le dijo que todo se arreglaría, que todo estaría bien, que nada más tenía que esperar un poco más, unos días, una semana, un mes quizá, pero... ¿Cuánto más podría esperar un corazón que anhela la paz más que nada en el mundo?


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Por fin, un poco de paz para nuestra amada rosa.

Se que al borreguito no le haran nada pero, de todos modos, ya pueden proceder contra él, sea bueno o malo.

Minos, Pharao y yo, no estamos disponibles para cualquier queja con respecto al destino de Aries de aquí en adelante.

Om Igen = Otra vez/ de nuevo 

Dan R

Tres Historias, Tres TragediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora