Capítulo 8

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Lo he escrito sobre la marcha
🙈🙈🙈🙈
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No esperó a lo largo de la tarde recibir visita. Estaba inmerso en su trabajo en el despacho que disponía en la mansión, ya que tenía que responder a la correspondencia de otros nobles que le pedían consejo sobre temas económicos, negocios o asuntos de la Cámara de los Lores. La oratoria era lo más importante si quería convencer hasta el mayor de sus enemigos. Así que la tarde la dedicó a ello, sin acordarse de otro asunto que tenía en las manos. 

— ¿Le molesto?

Lobrough se puso en pie, una muestra de respeto que siempre tenía hacia la duquesa Werrington.

—No molesta, milady — ella le sonrió, sabiendo que le había interrumpido.

— Es muy amable de su parte, pero no dude en decirme si está ocupado, que vendría en otro momento.

Tomó asiento mientras él siguió su gesto, se sentó y ordenó un poco el papeleo que tenía en el escritorio. Colocó la tapa en la tinta y dejó la pluma a lado.

— No se preocupe, me imagino que quiere saber lo que he averiguado.

— Esto que quede entre nosotros. Sé que no debería tener secretos con mi marido, pero no quiero causar más problemas entre mi hijo y él. Más adelante, cuando las aguas se hayan tranquilizado, le diré lo que he hecho.

Al ver las arruguitas de preocupación en su rostro, él quiso darle en persona una colleja a Adam. ¿No veía que su actitud díscola, agregaba más inquietudes a su madre? 

— Quédese tranquila, milady, que no le diré una palabra de ello. Además, puede ser que haya venido a preguntarme por el menú de mañana.

— Buena idea. La cocinera tiene en cuenta sus elecciones. Dime — se puso seria, dado el tema que venía allí —. ¿Ha sabido algo? ¿Qué le ha dicho respecto a Adam? ¿Lo quiere o es una aventura pasajera? No quiero que le haga daño. ¿Me entiende, Balthazar?

Ahora era cuando le tocaba ser diplomático y lo odiaba, porque a veces tenía que mentir. Ojalá Florence no le hubiera dicho que aceptaría la proposición de matrimonio.

¿Se lo habría dicho en broma? ¿O en serio?

— No he averiguado mucho — en el rostro femenino se reflejó la clara frustración de no haber obtenido lo que quería —. La dama en cuestión — carraspeó porque ambos conocían el estatus de tal dama —, no ha querido darme detalles. Pero, si le sirve de consuelo, no es malvada, ni peligrosa. Puede ser que hayan sido las circunstancias la que le han llevado a ello.

No hacía falta decir que la culpa había sido de él. Se pasó una mano por la mano, intentando que el sentimiento no lo abordara como se sintió en el carruaje. 

— La trataste durante un tiempo — no preguntó, sino afirmó.

Balthazar tuvo el cuidado de no mostrar demasiado.

Florence. 

 Ella formaba parte de su pasado.

— Fuimos vecinos antes de que ella se marchara de Devonshire. 

— Recuerdo que estuvo comprometida con su hermano. Luego, el escándalo que hubo, el compromiso se rompió. También, recuerdo que esa mujer le puede mover otros intereses que no sean los sentimientos. No se me olvida que ha habido otros caballeros en su vida.

Se levantó de la silla, caminó por la habitación, alterada.

— ¿Cómo puedo confiar que no le hará daño a mi hijo?

— Si me permite el atrevimiento, su hijo es mayor de edad y tiene el perfecto juicio para saber si lo están engañando o no.

La mirada de la mujer se clavó en él.

— Perdóneme si me he excedido.

Alice suspiró y movió la mano para quitarle importancia.

— Tiene razón, se me olvida que mi hijo ha crecido y no lo puedo proteger como quiero. Creo que me iré a descansar. Gracias, Balthazar.

— ¿Milady? — esta se volvió para mirarle.

— Sí, Balthazar.

— Verá que todo volverá a su cauce.

La duquesa asintió y se marchó de allí. Por el contrario que él, que regresó a su sitio, para retomar lo que había estado haciendo. Sin embargo, no estuvo centrado como quiso. 

***

En otro lugar, el marqués le ofrecía una copa a Florence.

— Me sorprende que haya venido a decirme que acepta mi propuesta, ¿qué le ha llevado a cambiar de opinión?

— Digamos, que me quiero vengar de alguien al igual que usted.

Adam silbó y se tomó un sorbo de su copa.

— Bueno, entonces, brindo por eso, querida. Porque estamos en el mismo barco y queramos dar una lección a las personas que nos subestiman.

Ella atinó a esbozar una sonrisa hueca.

— Milord, pero no quiero que se haga castillos de arena donde no los hay.

— Explíquese, por favor — se puso cómodo en el sofá.

— No quiero que llegue a pensar que tengo un interés amoroso hacia usted.

— Me decepciona que no lo tenga — fingió mostrarse ofendido —. No se preocupe, si quiere podemos tener una relación abierta. No me opongo.

Florence miró su vaso, y dudó. No, no podía echarse para atrás.

— También, quería pedirle una cosa a cambio.

— Pide lo que quiera; después de todo, no va a hacer un gran esfuerzo por fingir que está enamorada  de mí durante lo que dure el compromiso y, como no, la boda. 

Pasó por alto su comentario. Era tan arrogante.

— Quiero que cuando finalice nuestro acuerdo, me dé una cantidad bastante para que me pueda ir lejos de aquí y prender una nueva vida.

— ¿Si le gusta la idea de ser marquesa? ¿O mi esposa?

— ¿Tanto cree que me gustará ser su esposa, milord?

Él se encogió de hombros. Sin perder su sonrisa, se inclinó hacia ella.

— Puedo ser muy persuasivo.

Florence se apartó de él, dándole así su respuesta. 

— Preferiría que no lo fuera conmigo, al menos cuando estemos solos.

— ¿Tiene miedo? — la sonrisa de él se amplió.

Puso los ojos en blanco y cogió su bolso para irse.

— Le redactaré mis condiciones. 

— Como mi dama desee.

Ámame #5 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora