Prensa Libre (Parte 1)

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"He de reconocer que nos tomó varios dar con la gente del PCC. Además Rodrigo se preocupó bastante cuando terminé de explicarle a grandes rasgos lo que era el comunismo perse.

- Nos hemos metido en un gran aprieto, Doppler – dijo Rodrigo

- ¿Por qué lo dice? – le pregunté

- Siempre han estado en conflicto los Liberales y los Conservadores. Con los comunistas aquí, todo podría ponerse ... espantoso, catastrófico para nosotros los colombianos – me respondió

En su tono de voz noté una cierta indecisión que se sumaba al temor, pero luego de reflexionar un poco tras tranquilizarlo un poco, caí en cuenta que esa duda en su voz al final se debía a que iba originalmente a decir una expresión típica. Pero luego pensó que quizá yo no le entendería, por lo que la cambio.

Después de unos 20 días, ya en octubre, pude hacer contacto con alguien más o menos importante (creo) del partido. Fuimos a una reunión del partido en una casa al sur del sector conocido como "El Restrepo"

Astolfo Arciniegas era un personaje bastante... particular, o al menos eso diría yo si debiese describirlo en muy pocas palabras. Era oriundo de la región cafetera del país y tenía un acento bastante fuerte y golpeado, además de que era muy energético y expresivo al hablar.

Nos presentamos luego de que concluyó la reunión, un mitin bastante largo y aburrido en los que se habló de la cortina de hierro, de los aliados en Alemania y de la Unión Soviética (debo recordar que es Yosef Stalin su líder para que se entienda mi incomodidad).

- Señor Rangel, ¿Ese apellido tan curioso de donde es? – me preguntó Astolfo

- Portugués, aunque mis padres eran ingleses – respondí

- Y dígame, ¿Qué lo motivo a unírsenos? – me preguntó

- La lucha de los sindicatos en mi natal Europa, el manifiesto comunista y la resistencia a la dominación por parte de los Estados Unidos – le respondí

- Bienvenido al partido, camarada Rangel – dijo Astolfo

Había logrado entrar en el partido comunista colombiano luego de un tiempo considerable intentándolo, así que me sentí feliz por ello. En ese momento me hubiese gustado escuchar Katyusha, pero lo que habían eran coplas colombianas. Bonitas pero ajenas a mí.

En el viaje de regreso me hizo falta la compañía del buen Rodrigo Camargo, pero seguramente se habría sentido incómodo y ajeno en este entorno. Se lo comenté y él estuvo de acuerdo.

Lo que si me sorprendió fue que me pidiese permiso para devolverse a su pueblo natal, momentáneamente, para poder resolver unos asuntos que había dejado pendientes. Le manifesté que él era mi compañero, por lo cual no debía pedirme permiso.

Estar en completa soledad ahora si me resulta extraño y desagradable, pero lo principal es que me asusta. Temo que no tenga a nadie cubriendo mi espalda en caso de que la gente de Oppenheimer me encuentre..."

Jesse Doppler cerró su diario y lo guardó otra vez en su maleta. Desconfiaba de todo el mundo hasta el grado de haber desempacado realmente muy poco del equipaje que había traído ya hacia un par de meses a aquella habitación de hotel.

A pesar de lo tarde que era, al no haber tenido tiempo de preguntar por la correspondencia en la entrada del hotel, decidió bajar para preguntar si algún paquete o carta le había llegado en su día de ausencia.

- ¿Intenso el día, señor Doppler? – preguntó el recepcionista

- Se podría decir – Entre las joyas extraviadas de aquel joyero de la Jiménez y una reunión con políticos, fue un día sumamente agotador.

Detective DopplerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora