Un invierno lejos de casa

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"A veces me dan ganas de empezar las entradas diciendo "querido diario", pero el mero hecho de llevar en español ya se me hace lo bastante raro como para añadir eso.

Han pasado varios días desde que Alfred se fue a Alemania a arreglar algunas cosas y me es extraño pensar en que, de un modo u otro, él va a estar en estas fechas en casa.

Se bien que aquella bella ciudad de nuestra infancia ya no ha de estar igual, muy seguramente se encuentre en ruinas y quien sabe si siquiera siga siendo parte de Alemania. Pero es un extraño sentimiento de nostalgia el que siento.

Cuando estuve en Inglaterra sentía que de un modo u otro estaba cerca de mi patria, que cualquiera de esos días podía escaparme y volver a casa en unas fugaces vacaciones. En Estados Unidos trabajábamos empeñados en dar fin a la guerra, y aquello era lo único que pasaba por mi mente.

>>Debemos acabar cuanto antes este conflicto, esta mortífera guerra.

Decir que era ingenua en esos días seria irracional, ya que eso fue hace muy poco, aun cuando me parezca que ha pasado un eternidad desde esos días extraños. Lejos de la luz solar y del mundo en general, todo se vuelve extraño y difuso si lo vuelves a ver en retrospectiva.

Horas, días, semanas sin ver algo más que números y cálculos. Por sugerencia de la señora Dampierre fue que redoble mi esfuerzo en la Universidad para que, a pesar de no ser inglés, el gobierno yankee me reclutase para el proyecto.

Quizá es porque ahora soy capaz de tomar un respiro de lo agitado que ha sido el panorama de mi vida desde el '36 y con ello pensar más a fondo en mi propia situación, no en lo que sucede con otros o con el mundo en general.

Pensar demasiado en mí, el poder hacerlo, me está haciendo mal."

- Doppler, el señor Martínez dice que el coche ya está listo para partir y que se apresure – exclamó Rodrigo

- En un momento acabo esto, me acomodo los vendajes del rostro y bajo – contestó Doppler

Mientras este terminaba de escribir en su diario, Rodrigo miraba desde el marco de la puerta su espalda. Aquel que cuidaba de el era rubio, con un corto cabello desordenado y las puntas ligeramente quemadas. En el cuello poseía algunas pecas, con lo que Rodrigo intuía que debía de tener más en el rostro.

En los casi 5 meses que llevaban juntos, era la primera vez que era capaz de ver algo del aspecto real de Doppler, siempre llevaba la gabardina, guantes y sombrero además de unos sucios vendajes sobre el rostro. En aquella mañana decembrina no llevaba el sombrero ni los vendajes. El detective tenia la suficiente confianza en que su compañero no intentaría verle el rostro, que podía estar tranquilamente de espaldas a este.

Rodrigo por un momento consideró arriesgarse y ver el rostro del alemán, sin embargo, prefirió no hacerlo y solo fue capaz de soltarle una pregunta.

- Doppler, ¿usted fue herido en la guerra?

- ¿Porque pregunta eso, amigo mío?

- Siempre usa esos vendajes en el rostro y cuida bastante que nadie vea ni una mínima porción de su aspecto. Usted va igual o mas cubierto que una monja.

Doppler soltó una pequeña risa.

- Mis heridas no son tan recientes, y hace no mucho hice cosas despreciables. No he de ser visto, nadie ha de ver mi rostro.

Rodrigo no respondió nada, solo bajó a la planta principal y se sirvió un vaso de café para esperar allí, y no en el auto, a su compañero.

- Nadie ha de verme, ¿es eso lo que realmente quiero?,¿soy realmente así? – dijo Doppler para sus adentros

Detective DopplerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora