Capitulo 7: Sin Alma

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Hace muchos, muchos años cuando el hombre no había perdido la capacidad de escuchar. Podían comunicarse con las bestias. Los lobos y zorros eran especialmente conversadores y eran venerados como Dioses entre ellos.

Con una infinita sabiduría y listos para la batalla, eran los favoritos para rendirle culto. Cuando otros seres malvados intentaron invadir al hombre, las bestias a los que ellos veneraban los ayudaron a cuidar sus campos y sus familias.

Fue en una de esas largas batallas en las que uno de los Dioses fue herido de gravedad. Tal así que lo dieron por muerto, abandonándolo en un campo cuyos maizales tapaban el cuerpo del guerrero. Aquel Dios maldijo su suerte en donde la herida que le causaron era tan profunda que ni sus poderes podían curarlo.

Pensó que ese era su final, hasta que una ninfa de cabellos oscuros lo encontró, con su vida pendiendo de un delgado hilo. La tierna muchacha curó con paciencia y dulzura las heridas del guerrero y fue recompensada con el amor de este.

El Dios ya no quiso pelear, ni volver a su forma de lobo. Sin importar cuanto le doliera mantener la apariencia de hombre frente a la hermosa joven. Cada luna llena se escapaba para tomar su forma original y cada amanecer volvia a los brazos de su amada. La muchacha curiosa siguió a su hombre en una de esas tantas lunas llenas y encontró la verdad que tanto quiso esconder el guerrero.

El Dios aterrado pensó que su preciosa ninfa lo rechazaría. Pero su amor tenía un corazón generoso y lo aceptó en todas sus formas. Porque cuando el amor es verdadero, se aceptan hasta en su peor versión.

Los retoños no tardaron en aparecer, pero la tierna mujer no pudo aguantar el nacimiento de sus gemelos. Dejando al guerrero solo con las criaturas. Claro que cuando los humanos se enteraron de sus hijos no tardaron en atacar con su odio.

El regalo que le había dejado su amor, era más fuerte que todo y así como en el pasado. El guerrero decidió morir protegiendo a sus criaturas, que escaparon de la mano cruel del hombre a vagar por el mundo. Sin entender el por qué los humanos a los que su padre había protegido los repudiaban y temían.

Los lobos al enterarse de este trágico suceso decidieron tomar la vida de esos hombres que atacaron con odio y maldecir toda su progenie. Portarían en sus cuerpos la maldición de ser invadidos por los Dioses y cuando estos los consideraran indignos los abandonarían, dejando solo una cascara vacía, perdiendo su alma.

Así fue como los hombres y las bestias perdieron la capacidad de comunicarse y como nacieron los omegas y alphas.

- ¿perder mi alma? - dijo con sus ojitos abiertos de par en par sosteniendo el libro de cuentos en el regazo de su mamá.

- No la perderás cariño, eres un buen niño, es solo una leyenda.- explicó cariñosa su madre mientras acariciaba los cabellos de su pequeño curioso de 4 años.

- Pero, eso dice ¿Qué pasó con los hijitos? mami

Se quejó un pequeño Changkyun con su ceñito fruncido, ganándose un beso en la frente de su madre para aplacar sus preocupaciones. Su amorosa madre lo volvió a acunar en sus brazos, mientras la mecedora lo instaba al mundo de los sueños. Changkyun era testarudo, frotó sus ojitos una y otra vez intentando concentrarse en las palabras que se hilaban y bailaban en los reglones. Pero, pronto perdió la conciencia, amortiguado en la mejor almohada del mundo. Los brazos de mamá.

Brazos que dejaron su cálida y mullida apariencia. Brazos cuya piel se empezó a caer. Brazos rígidos y esqueléticos. Brazos que ya no le regalaban paz y tranquilidad, sino un infinito terror.

La voz de su madre ya no era ese dulce susurro que llenaba sus oídos. De aquella garganta escapaban sonidos guturales y de ultra tumba. Sonidos distorsionados y aterradores. Changkyun intentó bajarse de aquel regazo. De la prisión de huesos y podredumbre que lo envolvía.

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