Epílogo

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La luz del sol se colaba a través de las ventanas. La habitación se iluminaba ante la ferocidad con la que los rayos de luz atravesaban las blancas cortinas que cubrían el gran ventanal de la habitación.

La mañana se mostraba orgullosa sobre los complejos, con el sol alzándose lleno de poder sobre el cielo azul surcado de nubes. El ambiente era fresco, típico de una mañana invernal. Las ráfagas de aire, que burlaban las cerradas vidrieras, eran un claro aviso de lo pesada que sería la época invernal con las próximas nevadas.

La habitación se iluminaba, dejando ver una gran cama en el centro con dos personas dormidas bajo las sábanas.

Stark se despertó al sentir cómo la luz del sol molestaba en su cara. A pesar de estar fresca la mañana, la luz solar seguía quemando. Se removió entre sus sábanas, incorporándose para soltar un gran bostezo mientras se daba la vuelta en la cama.

Se acomodó de tal forma que la luz solo pegaba en la parte baja de su cara, para así conciliar el sueño nuevamente

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Se acomodó de tal forma que la luz solo pegaba en la parte baja de su cara, para así conciliar el sueño nuevamente. Centró su mirada en el cabello rubio, suave y despeinado del hombre que estaba a su lado.

Antony moría de sueño, así que le era imposible identificar al hombre que se encontraba bajo sus sábanas. Sus ojos recorrieron ese cabello rubio sedoso. Estaba seguro de que el hombre brillaría bajo los rayos del sol. Bajó su mirada a las arrugas que se formaban entre las cejas del hombre, sobre el nacimiento de su nariz. Ese leve ceño fruncido le hacía saber que estaba descansando plácidamente. Sus cejas eran doradas como el oro, pobladas como la selva amazónica y sus pestañas... Su mirada se perdió en esas pestañas por el magnífico arco que se mostraba sobre sus párpados.

El hombre era hermoso. Su piel era tan blanca como la de los dioses de las antiguas civilizaciones nórdicas. Su mandíbula era ruda, pero elegante y delicada al mismo tiempo. Estaba seguro de que su nariz era la nariz más hermosa que había visto en todos sus años de Playboy. Sus labios eran gruesos, pero no excesivos como los de muchas mujeres en su pasado. Pero lo que más lo cautivó fue esa hermosa barba tan masculina y poblada que tenía.

Estaba seguro de que esa descripción era la de un alfa perfecto

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Estaba seguro de que esa descripción era la de un alfa perfecto. Se encontraba junto a un alfa en su cama, cegado del sueño y haciendo lo más idiota que un omega sin marcar podría hacer; exponerse de tal manera, pero se sentía seguro bajo las frazadas de su cama con aquel hombre.

Transespecie [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora