Capítulo 11

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-S-Steve...

Se encontraba solo en la habitación. Unas horas atrás fue arrastrado, en parcial inconciencia, contra su voluntad, de la camilla donde descansaba, a una habitación igual de mugrosa y en mal estado, pero completamente sellada sin ventanas ni luz del sol.

El dolor atravesaba todo su cuerpo, le hacía doblegarse. No había sillas o una cama a la cual pudiera aferrarse y liberar la desesperación que tenía en su cuerpo al ser victima del dolor.

Lagrimas brotaban de sus ojos.

Abrazó sus piernas volviéndose un ovillo junto a las manchadas y oscuras paredes. No era más que él junto a esas cuatro asquerosas paredes.

Revisó sus muñecas, sus bolsillos, e incluso, sus oídos, no había rastro de reloj, identificaciones o audífonos con los que pudiera mandar una señal para que su legión de hierro lo encontrara o, en su defecto, S.H.I.E.L.D.

Un chirrido ensordecedor se escuchó proveniente de la gran puerta de metal oxidado que estaba en el otro extremo de la habitación, dejando al pobre omega a la expectativa y sin poder incorporarse hecho un ovillo en la esquina de la habitación.

Un pequeño enfermero entró a la habitación. Vestía un uniforme completamente blanco, con detalles rojos en cada pliegue de las costuras. En sus manos cargaba una pequeña paleta de madera como las que usan los pintores, en esta se veían frascos de pastillas, no pinturas. También cargaba una pequeña riñonera, pero le atravesaba el torso como un bolso, no lo cargaba en la cintura.

-Steve... - volvió a llamar al alfa inconscientemente.

El pequeño beta que entró escuchó cómo el hombre a sus pies se retorcía de dolor, algo muy cruel e inhumano, en especial para un omega.

-No. – respondió el beta. -No soy Steve, pero puedo ayudarte a estar mejor si me lo permites.

Entró en la habitación y cerró la puerta a sus espaldas. Caminó hacia el castaño, notando cómo este no respondía a ninguno de los estímulos del beta.

Levantó la mirada, provocando que sus miradas chocaran por una fracción de segundo, pues, así cómo le miró, así se apartó aterrado.

Notó el mal estado del omega, empezando por las claras heridas que tenía en la cabeza, las cuales aún tenían sangre seca que indicaba un antiguo y fuerte enfrentamiento. Bajó un poco más y se encontró con una horrible, fuerte y tóxica mordida, claramente alterada y poco natural, en su cuello. Estaba seguro de que esta se terminaría yendo, dejando una clara cicatriz dónde antes estuvo una clara mordida.

Se acercó un poco más, logrando asustar más al hombre, el cual dejó su lado animal llorar despavorido. Los aullidos del animal resonaron en toda la habitación. Agradecía que la puerta metálica fuese gruesa, sino ya estaría muerto por aparente maltrato contra el omega.

-Tranquilo. – dijo, extendiendo una mano frente a él pidiendo permiso para poder acercarse, mientras se agachaba para no lucir como amenaza ante los ojos del omega. -No haré nada. Todo está bien.

Tony temblaba en su rincón. Intentaba esconderse o desaparecer entre las paredes, pero no era posible para él.

Saltó al sentir la mano del más grande sobre él.

- ¡No! – dijo entrando en desesperación. - ¡No me toques!

-Tranquilo. – respondió levantando sus manos ante la atenta mirada del castaño. -Solo quiero hacer que te sientas mejor. – terminó, regalándole una sonrisa y viendo directamente a los ojos del castaño.

-Si, eso me queda más que claro. – cerró sus piernas, generando una clara incomodidad en el hombre frente a él. Era muy estúpido si esperaba que se tragara todas esas palabras sin saber qué buscaba el otro.

Transespecie [Stony]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora