Después del cáncer, Simón encuentra a la persona que cambió su punto de vista en la vida, deseando hacerla feliz, descubre que quien debe ser feliz es él.
Cáncer... Esas palabras rebotan en mi cabeza desde hace tiempo atrás, los días en el hospital me consumían, como todo lo demás.
El doctor dijo que empezó desde mi divorcio. Anna y yo nos conocimos en un carnaval, colores y cosas nuevas, hicieron que nuestros corazones quedarán enlazados.
Pero aquella mañana del jueves 6 de octubre de 2017, cuando las hojas hacían remolinos por el viento, un sobre pequeño cruzaba lentamente por la puerta, creí que era algo más, pero al ver bien, era aquella carta de divorcio que desató todo esto, Anna había salido desde hace una semana, tras una gran pelea que tuvimos, se había ido junto con Charles, mi hijo de 16 años.
La separación hizo de aquel niñito feliz, elocuente y aplicado, un niño triste, solitario, de pocos amigos, sin aspiraciones de nada, no tenía razones para querer seguir en la vida.
El divorcio duró cinco años y un poco más, para ese entonces Charles ya era un muchacho mayor de edad, pero no era todavía quién para lidiar con estos problemas.
Un día de esos, fue cuando Anna y yo volvimos a tener contacto, él se dio cuenta de lo que hablamos, había cierta tensión, Anna parecía no estar bien, pero igualmente no le dejaba que me viera aunque este lo deseara.
Ella solía decirle que no se sintiera mal, que esto acabaría pronto, pero el ya estaba harto, odiaba escuchar esas palabras con frecuencia.
Salió por su motocicleta, se fue sin ningún rumbo, el sólo quería huir de esos problemas. Entonces un accidente hizo de esta enfermedad un maleficio. Charles tras el accidente murió, dejando vacíos, tristeza, dudas sin respuestas...
Anna después de su muerte se dedicó al alcohol, en el funeral ni cruzó palabras conmigo, solo vi su silueta delgada, vestida de negro, con paraguas, y al final se fue en un auto del cual no supe destinatario.
Tras esa pérdida, millones más venían, la muerte de mi madre, la pérdida de mi empleo. Eso era todo mi cáncer.
—Nina...— llamé a la mujer que me acompañaba desde hace tiempo en esta sala del hospital.
—¿Si señor Simón?
—Por favor Nina... ¿Cuantas veces tengo que repetirte que no me digas señor?— reí un poco.
—Lo siento Simón...— ella sonrió mientras ponía el desayuno delante de mí —Aún no me acostumbro...
—Descuida... Yo tampoco me acostumbro de estar aquí en el hospital...
—Hay vamos... Al menos no estás solo...
—Tienes razón...
Ella se sentó al lado de la camilla mientras comía algo de macarrones. Ella era delicada, suave y sincera, le gustaban los viajes, las aves, la lluvia y los paisajes, también los atardeceres en la playa, me daba tristeza el hecho que no podía hacer eso con ella, que una enfermedad me mantuviera atado a esta camilla, que un deseo se volviera tan sólo un sueño inconcebible.
—¿Qué sucede?— cuestionó después de un momento de silencio en la habitación. La ví levemente.
—Siento que en toda mi vida nunca había pensado en lo que realmente deseaba... Ahora que estoy aquí, contigo y con los demás pacientes, me doy cuenta que desperdicié toda una vida... No poder verte si no es aquí me parte el alma, saber que este pequeño cuento acabará pronto... Aceptemoslo... Pronto me iré, pero me iré sin haber disfrutado de ti, o de mi trabajo y mi vida...
—Sabes... Hay muchas personas que pasan por lo mismo que tú... No es raro escuchar eso por aquí...
—Créeme que mi mayor deseo es poder hacerte feliz, poder verte lograr tus sueños... Siento que viví en un rompecabezas toda mi vida... Pero siempre me faltó una pieza...
Ella me miró, no entiendo aún que significaba, era como seriedad, tristeza, risa y algo de melancolía.
—¿Y cuál era la pieza que faltaba?— ella sonrió ligeramente mientras lo decía.
—¿Qué...?
—¿Qué pieza?
—Creo... Que en realidad, esa pieza era yo... Viví en base a un trabajo, en una familia que falló, en una esposa que me desechó...
—Vamos no pienses eso...
Ella estaba triste, tan triste como yo lo estaba en ese momento.
—Tienes razón... Pero viví buscando una salida en un laberinto que no tenía ni un rastro de libertad... Nunca luché contra eso que me hacía sentirme inútil... Esa bestia...
—Oye...— se aproximó hacia mi lentamente dándome un beso en la frente. Sus grandes labios eran cálidos, en cada beso me pronunciaba cariño y amor —Me haces feliz así... No importa que tengas este cáncer... Pero me preocupo por ti, habriste los ojos, y eso está bien... Pero lo malo es que aún no aceptas lo que viste al hacerlo... Te amo, pero en ese rompecabezas, en ese laberinto, esa bestia... Ya es tiempo de que dejes de pensar en ellos... Los tienes que vencer...
—Pero no sé cómo... Entiende, no sé...
—Entonces, solo deja que te ayude... ¿Sí...?
—Si... Te necesito...— la besé en la boca.
—Sólo discúlpate, no conmigo, ni con Anna, ni con Charles... Ellos ya te han perdonado... Debes perdonarte a ti mismo, esa la única forma o solución... Olvídate del cáncer, olvida a tu esposa, olvidalo, olvidalo todo... Sólo así sabrás como se supera...
—Te amo...— ella limpió mis lágrimas —Tengo miedo de poder morir mañana, o tal vez esta noche, no sé cuánto tiempo me quede... Pero quiero estar allí contigo...
—Entonces hazlo... Yo tampoco quiero que mueras, y mucho menos de esta forma...— su cara se tornó de color rojo soltando unas cuantas lágrimas —Pero debes ser feliz, porque si tu no eres feliz entonces yo tampoco lo voy a ser...
—Dios Nina... Te amo... No sé porqué no te conocí antes, de haber sido así, todo esto hubiera sido diferente... Gracias mi amor... Si deseas que lo haga, entonces lo haré, lo haré por ti, pelearé contra esa bestia, resolveré el rompecabezas, saldré del laberinto... Lo haré mi amor... Lo haré por ti... Te lo prometo, lo juro... Gracias...
Nos dimos un beso, ella secó mis lágrimas y yo sequé las suyas, este era el momento de salir de esta prisión, de salir del laberinto y vencer a la bestia de mi falta de perdón.
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Relatos para adultos con insomnio
Short Story¿Quién no ha tenido insomnio alguna vez? Yo sí. Los dolores de cabeza que te producen son horribles, pasas horas y horas revolviéndote como un gusano en la cama y ni con diez golpes de tu cabeza contra la pared logras reparar nada (y tal vez sólo te...