Unas Vacaciones Diferentes

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Es sorprendente que ser una mierda sea parte tan arraigada en tantos, que ni el mismo infierno los cambia.

Es cierto, no tengo autoridad moral para reclamar nada, soy Bonita Blade, una asesina a sueldo, pero eso no disminuye mi asombro. No sé si es divertido o decepcionante que, a diferencia de muchos, esa enfermedad que se volvió pandemia no me haya dejado sin empleo.

Tirando una colilla de cigarro en el cenicero de mi Porsche, coloco bien una mascarilla sobre mi nariz y labios. Un par de guantes abrigan mis manos, salvaguardándome tanto del virus, como de dejar mis huellas dactilares regadas, y, por manía, antes de dejar el auto desinfecto con higienizante de mano mi confiable HK y un silenciador, haciendo una nota mental para repetir el proceso después.

Acomodándome en una gruesa gabardina negra, mis tacones tocan la acera. Llueve tan fuerte, y, aun así, con lo gris del panorama, no puedo evitar que los rededores me roben suspiros con su belleza.

Italia es maravilloso, ahora recuerdo porque escogí este lugar para vacacionar. En un inicio, viajé aquí para degustar vino, descansar del encierro, y escuchar las olas del mar rompiendo rocas; pero ¿quién dice que trabajar no pueda ser parte de mi itinerario vacacional? Es divertido, y además mataré dos pájaros de un tiro; uno de ellos literalmente. Rio.

No es necesario caminar demasiado para llegar a una casa inmensa tan sola, que es posible escuchar el sonido de la soledad desde el portón desvencijado enfrente mío. El cliente no dijo nada, más que en ella encontraría mi objetivo: un ser "endemoniadamente divino".

No niego, ni afirmo, que tan escueta descripción encendió una ilógica curiosidad en mí, culpable en gran medida de aceptar este encargo.

Sin dilatar lo inevitable, me sumerjo en aquel cacho de territorio que parece perdido en un vórtice amargo, abstrayendo toda la oscuridad del mundo en su enorme edificación. En un abrir y cerrar de ojos, por irreal que suene, estoy dentro, y ni siquiera tengo que buscar a la presa cuando ella ya me ha encontrado.

—Te estaba esperando—susurra a mi espalda—. Soy Lauren.

Su ronca voz me cala en los huesos. La siento tan cerca de mi oído, que culpo de ello a una ilusión creada por el enorme vacío que hunde toda la casa.

—¿Ah sí? —Enarco una ceja, forzándome a no demostrarle lo helada que me deja la sangre, luciendo tan inmutable como un cadáver.

Lentamente, giro hacia la fuente del sonido. Escondida entre las sombras, veo a una larga figura envuelta en vaqueros deslavados y una camisa percudida, las curvas divinas que posee, solo pueden pertenecer a una espléndida criatura llamada mujer.

—Te he estado esperando una eternidad—responde tan ronco; es como si su garganta se abriese con llagas a cada palabra que suelta. Dando un paso hacia la poca luz que sangran las grietas que consumen la casa, me muestra la mueca ácida y retorcida que enmarcan sus labios pálidos, casi, igual de muertos que su piel blanca.

—No sabía que tenías tantas ansias por morir—resoplo, e inconscientemente, para desechar la tensión que me está calcinando, acaricio con la yema de mis dedos la HK oculta dentro de la gabardina, a nivel de mi pecho.

—¿Morir? —Larga una carcajada—. Creo que has llegado un poco tarde para eso... —Humedeciendo su boca, saborea asquerosamente una palabra que dilata mis ojos y detiene mis latidos: —Camila.

Es inevitable lo que sucede al escucharla regocijarse con mi nombre. El real, el que se había perdido hacia tanto dolor, que incluso llegué a olvidar su sonido. Poseída por una supervivencia instintiva, el arma que estaba en mi gabardina se engancha en mis dedos, disparando el cartucho entero contra su torso.

Sudor frío me empapa, y no me importa lo desprolijo que, por primera vez, he realizado un trabajo. No me importa porque en lugar de que el hueco causado por el silencio se llene con su cuerpo azotando el suelo, escucho su agria risa.

Desgraciadamente, ahora veo sus ojos. Dos esferas de nauseabundo rojo que copian las manchas que causé en su camisa, me enfocan iracundos, y en su sonrisa hipócrita se asoman un par de afilados colmillos. No hay que ser un genio para saber qué ocurre. Definitivamente el estúpido cliente debió decir "vampiro", en lugar de "ser endemoniadamente divino", joder.

No espero que mueva uno solo de sus malditos huesos, lo bueno de ser una asesina profesional, es cargar más de un arma, y haciéndole honor a mi propio nombre, tomo la afilada hoja que estaba sujeta en mi tobillo, lanzándome sobre ella sin importar el estruendoso golpe seco que suena cuando caemos.

Y entonces, cuando estoy a nada de degollarla, mandándola al puto infierno, alguien nos interrumpe.

—¡¿Pueden callarse?!—gritan desde una puerta entreabierta; de ahí, el rostro parcialmente cubierto con un cubrebocas de doña Consuelo, salta—. ¡No deben jugar en la azotea!

Doña Consuelo es una anciana que vive en el mismo edificio que Lauren y yo. Lauren no es un vampiro, es mi mejor amiga. Hemos sido vecinas toda la vida, y tiene un planeta entero en sus ojos verdes.

Para evitar aburrirnos, desde que las vacaciones de verano se cruzaron con la cuarentena, vivimos en su departamento (sus padres están cuidando de sus abuelos). Solemos hacer muchas cosas, pero siempre en casa, y, cuando por alguna razón tenemos que salir, aun si no tocamos nada del exterior, al volver desinfectamos todo, incluso el perfecto cabello de Lauren.

Hoy tocó jugar como un par de niñas. Hoy tocará dejar zapatos y ropa en la cancela para desinfectar luego, y correr semidesnudas para ser la primera en ducharse. Lauren siempre pierde.

—¡Ambas tienen 19! —continúa refunfuñando Consuelo.

Tendida sobre ella, noto como la comisura de los labios de Lauren se elevan un poco. Sé que explotará en risotadas, y aunque ame su risa infantil, me fuerzo a silenciarla sobre su mascarilla con mi mano.

Entonces, mirándonos a los ojos, aguantamos la risa hasta que la gruñona desaparece.



Unas Vacaciones DiferentesWhere stories live. Discover now