4. Original y Copia

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-¿Cómo van tus dolores de cabeza? - preguntó el Doctor como si nada.
-¿Qué? - inquirió Ámbar estupefacta - No te lo he contado. A tu otro yo.
-No es necesario - respondió el Doctor serio - Te acabo de hacer un escaner completo.
-Ahora mejor, a decir verdad - dijo Ámbar.
En ese momento, sonó el móvil de la chica, el Doctor le indicó con un gesto que contestara.
-¿Si? - dijo Ámbar insegura.
-No puedo aterrizar todavía, algo interfiere con la Tardis - dijo su Doctor al otro lado de la línea.
-Creo que he encontrado el problema - dijo Ámbar rascándose la cabeza, incómoda.
-¿Y qué es?, ¿una alienación estelar?, ¿una nave sontaran?, por favor, dime que no son los daleks, cualquier cosa menos daleks - comentó el Doctor, a medio universo de distancia, tan cerca y tan lejos a la vez.
-Hmmm, no. Eres tu mismo - dijo Ámbar apretando los dientes en una mueca de medio lado, y cerrando un ojo. Hubo una pausa larga - ¿Hola?, Doctor, ¿estás ahí?
-Trae - dijo el Doctor de negro, quitándole el móvil - soy tu futuro yo.
-¿Por qué? - preguntó el Doctor ausente.
-Todo esto es un punto fijo, lo que pasará debe pasar. Sé que tienes un problema con los puntos fijos, o lo tendrás, no estoy seguro, siempre me confundo con esto - dijo el Doctor viejo a su yo joven.
-Déjame aterrizar - pidió el otro Doctor.
-Aún no. Igual que cuando llegues a dónde estoy yo, no te dejarás aterrizar. Si lo hiciera, podría romper el universo y crear una línea alternativa, paralela y superpuesta. Te llamaré cuando sea seguro - dijo el Doctor de negro, colgando el teléfono.
Con un movimiento fluido, se lo lanzó a Ámbar, que lo cogió al vuelo.
-¿Y ahora qué? - preguntó la chica, guardandose el móvil en un bolsillo del pantalón.
-Lo primero es salir a echar un vistazo - contestó el Doctor abriendo la puerta de la Tardis.
-¡Espera! - exclamó Ámbar.
El Doctor paró en seco, la mano ya en la segunda puerta.
-No podemos salir del baño de mujeres - dijo Ámbar sonrojandose - llamarías mucho la atención.
El Doctor se quedó mirando la puerta, sorprendido.
-Cierto - dijo él - vamos a solucionarlo.
Volvió a la consola, tan diferente de la que Ámbar recordaba, todo tan ordenado, sin cables sueltos. Presionó unos botones.
-Estoy enviando una señal disuasoria a baja frecuencia. Nadie se acercará a esta zona, les dolerá la cabeza, como radiofrecuencia para los insectos, ¿te acuerdas de Zennithia? - explicó el Doctor - Vamos, ya está.
Abrieron con cautela las puertas del baño, efectivamente, toda la planta estaba desierta; con gesto impaciente, el Doctor instó a la chica a salir.
Salieron del centro comercial, sin que nadie se fijara en ellos. Fuera, el día terminaba, aunque no parecía haber ningún cambio, el cielo seguía encapotado, con una alta tasa de humedad.
El Doctor sacó su destornillador sónico, para sorpresa de Ámbar; la última vez que lo vio llevaba unas gafas sónicas. Iba a decirle algo, pero una mirada del Doctor bastó para cerrarle la boca.
Por su parte, el Doctor, inspeccionó toda la plaza, diminutas gotas de rocío se adherieron a su ropa y cabello. Al otro extremo, empezó a formarse la niebla.

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