Capítulo 9.

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Amaris...

Nerviosa, con miedos, pero un tanto llena de ese algo que te hace cometer las mejores o peores tonterías. Subimos al auto y me eché a andar sintiendo palpitaciones en la entrepierna, sinónimo de deseo carnal, de lujuria y de algo que comenzó y quizás no terminé ¿o sí?

Amaris: Listo, ¿habías venido aquí?


Habíamos llegado a una parte de la ciudad que pocos conocían, daba una vista alucinante, en medio de árboles sobre la montaña, teniendo la luna sobre nosotras y la ciudad justo enfrente. No había nadie, pero era lo suficientemente seguro para relajarme y preocuparme solo por ella.

Azul...

Amaris: ¿Dirás algo?

Azul: ¿Qué puedo decir? -ni siquiera puedo pensar porque si lo hago sé que esto no está nada bien.

Amaris: Este es un lugar especial, para alguien especial -me sujeto de la mano.

Azul: Tengo miedo es como si nunca hubiera estado con nadie ni siquiera sé que debo hacer, ni siquiera sé si debe de estar pasando todo esto

Amaris: En realidad no es que debes hacer algo, debes dejarte llevar por el momento y el miedo es normal, yo también tengo miedo, pero no quiero quedarme con está sensación en el pecho, porque me gustas y quiero hacer las cosas bien contigo, pero no puedo hacerlo sola, te necesito para que esto funcione.

Azul: Primero dime ¿dónde estamos?

Amaris: En las afueras de la ciudad, no te preocupes, es seguro, he estado aquí un par de veces, nadie puede interrumpirnos, no a estas horas. He venido aquí en los peores momentos de mi vida y en los mejores como ahora. Es mi segundo lugar seguro, porque el primero eres tú -me sonrió tiernamente.

Azul: El primer lugar seguro no soy yo, mira tiemblo más que una gelatina, solo que tu me ves con ojos de no sé que .

Entonces tomé a Amaris, y comencé a jugar con su cabello, enredé cuidadosamente mis dedos en su cabello, pasando ocasionalmente mis dedos por sus labios, podía ver como brillaba su mirada, sabía que eso era síntoma inequívoco de una invitación a perderme seductoramente en ella.

Amaris: Ven acá -dijo sin previo aviso.


Comenzó a besarme desesperadamente, con tanto deseo como el que yo tenía por ella, por primera vez, me permití disfrutar el momento sin preocuparme, perdiéndome en sus labios y en sus caricias repentinas sobre mis brazos y ligeramente sobre mi abdomen.

Amaris: Si algo es demasiado, sólo dilo por favor -dijo.

De momento sentí que no era lo que ella merecía, el lugar si era maravilloso pero ella merecía más, no sé que era ese más pero la magia estaba ahí y temía que si le decía que no, se rompiera el encanto, así que la tome entre mis brazos en tanto le sugerí pasarnos a la parte de atrás del auto.

No sé ni como le hicimos pero la acomode, me pose con sumo cuidado sobre ella no sabía que hacer solo entendía que mi cuerpo es el que estaba respondiendo, era la primera vez que estaba desnudando a una mujer, muy bella por cierto, podía admirar poco a poco su pecho que se iba asomando con la misma lentitud y nervios con los que yo desabotonaba su blusa, quería arrancar la botonadura pero se que todo debía ser despacio, tierno, no soy un niño, no sabía muy bien como hacerlo pero si sentía lo que ella estaba haciendo con sus manos sobre mi cuerpo

Amaris...

Nuestros movimientos me provoca querer arrancarle la ropa de una, pero sé lo que ella está sintiendo, sé que no es la manera y sé que debo demostrarle la sutileza y delicadeza del roce de cuerpos entre mujeres, debo mostrarle el camino y me controlo para no arruinar el momento. Comienzo a besar su cuello y acarició sus brazos, siento como se van erizando poco a poco, me pierdo en los gemidos silenciados que emite, en sus movimientos involuntarios ocasionados por el placer.

TÚ MI MAYOR Y MÁS GRANDE MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora