[18] Enséñame lo que tienes.

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Lo primero que sentí al entrar fue ese horrible olor a cigarrillos y marihuana, lo que ocasionó que fruncir mi nariz.

El lugar no está lleno de gente, habrá a lo mucho unas treinta personas repartidas en todos lados. Algunos en la barra a mi izquierda, con el cantinero tras de ella, sirviendo tragos a lo loco, otros estaban en la parte de al fondo, jugando billar o tiro al blanco, y otros en la parte derecha, estaban sentados en mesas hablando.

Alexander está a mi derecha, un paso más adelante y Natasha está a su derecha, a mi altura.

—Tú dirás. —hable alto, para que ambos pudieran oírme.

—¿Me darás ese honor, cielo?

—Enséñame lo que tienes.

Sonrió y avanzo algunos pasos, apartándose de nosotras.

—¿Acaso no es él maravilloso? gire en su dirección.

—¿Qué? —lo que dijo no era una pregunta, lo estaba afirmando.

—Pero está enamorado de ti. —suspiró.

—¿Qué?

—Pero no por mucho.

—¡¿Qué?!

Okey, está bien, me exalte, pero fue porque no me esperaba que dijera algo como eso, tampoco esperaba que avanzara por el lugar como si fuera la dueña.

Me aparte de todo ellos y termine en un rincón del lugar, específicamente, al final de la barra, junto al cantinero.

—Pablo Rodríguez. —habló alto Alex, en la mitad del lugar, con Natasha pegada a él. —¿Quién es?

Su voz sonaba molesta por la forma en la que dijo eso último, sé que engroso su voz y lo de molesto... imagino que debe de ser por tener a la pequeña rubia colgada a él.

Pobre.

—¿Quién pregunta? —hablo una voz al fondo del lugar.

—¿Eres él?

—¿Quién pregunta? —volvió a preguntar.

Para este momento, Alex había avanzado hasta la voz y se plantó frente a él.

—Vengo por lo que le debes a Dominik, ¿Te suena?

—No se dé qué hablas niño, ahora largo antes de que te maten.

Al escuchar la respuesta, Alex se dio media vuelta, dispuesto seguramente a buscar una alternativa que no implique sangre o policías.

—¡Tu no entiendes que debes pagar, ¿no?! —salto Natasha.

—Nat, vámonos. —la jalo del brazo.

—¡No! —negó soltándose de un tirón. —Deber pagar, así sea con su vida.

¿Qué está haciendo?

—¿Qué estás haciendo? —volvió a hablar Alex. —Hora de irnos.

—Hazle caso güerita, vete antes que mis amigos y yo te enseñemos modales. —hablo una vez más el idiota, ocasionando que todos en el lugar se rían.

Oh, oh.

Alex derrumbó de su silla al tipo con un puñete, quien algo desorientado, se levantó y arremetió contra Alexander, iniciándose así una pelea en todo el lugar.

Al ver todo el embrollo, decidí abrirme paso hasta Natasha, quien veía todo con algo de temor.

—Ven aquí pequeña idiota. —la tome por la tela de su casaca.

El silencio de un alma rota [Alma #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora