[28] Piensa en ti.

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—Alexander. —solté al verlo parado detrás del cuerpo de Ryan. —¿Qué demonios hiciste?

—De nada, ahora vámonos.

—No se supone que deberías estar aquí.

—Tu tampoco.

No le respondí, le di la espalda y camine de vuelta a la habitación en donde recogí los pies de Will y lo arrastre hasta la sala con mi hermano aún en el suelo.

—Cielo, debes irte del país, escapa. —volvió a insistir.

¿Qué tienen todos hoy que quieren que escape?

—No puedo dejarlos así.

—Solo están inconscientes, ya despertarán, en cambio, tú... sí Christopher se entera que viniste, te matará.

—Que lo haga. —ignore lo que dijo continúe acomodando a los chicos.

Ahora que ambos estaban en un mismo lugar, debo subirlos al sillón y dejarlos en una posición de descanso, así cuando se levanten, piensen que solo tomaron una siesta.

—¡Es que no lo entiendes! ¡Te matará! —me grito desesperado, sujetándome por los hombros.

—¡No! ¡El que no lo entiende eres tú! —subí aún más la voz, quitándome de su agarre. —Ellos dos... —los señalé. —¡Son lo único que tengo! ¡Lo único que me queda! —las lágrimas salían sin parar de mí, pero las aleje bruscamente. —No permitiré que les hagan daño así que lárgate y déjame sola, traidor.

—¿Traidor? ¿De qué estás hablando?

—¡Oh, por favor! No te hagas el inocente conmigo.

—No sé de qué estás hablando.

—Ah, ¿no? ¿Entonces me dirás que tu jamás le contaste sobre nuestra aventura en México a tu jefe? ¿Sobre la casa que compré? ¿Sobre los vecinos que tenía?

—Sobre eso, yo...

—Los mato Alexander, —interrumpí. —Christopher mato a los adorables vecinos que ningún daño hacían. —dije sarcásticamente.

—¿Murieron los señores Rodríguez?

—¡Ay, por favor!

—Realmente no sabía nada de eso.

Su descaro no tenía límites, volteé en dirección a los idiotas desmayados y me las empeñé para subirlos y acomodarlos en el sofá.

Una vez acomodados, caminé hasta la cocina abierta y me serví una copa del primer licor que encontré y lo tomé lentamente apoyada en la encimera mientras miraba a Alex apoyado en una pared con los brazos cruzados mirando el suelo.

—¿Sigues acá?

—Necesito que me escuches.

—No, lárgate, aún no acabe lo que tengo que hacer.

—No es lo que crees. —levanto la mirada.

—¿No es lo que creo? ¿Qué no es lo que creo? ¿Acaso no es cierto, que le dijiste sobre lo que pasó en México? ¿Acaso no es cierto, que le dijiste que compré una casa? ¿Qué jodí mucho a Domink? ¿Acaso no es cierto Alex, que pudiste poner en peligro a Natasha? ¡A Natasha!

Caminó hasta donde me encontraba, solo la mesa nos separaba.

—Así no fueron las cosas, créeme. —pidió mirándome herido.

—Creer... ¿Qué mierda pasa contigo, Alex? Nat no se merece esto. Sabias perfectamente que, al contarle, el averiguaría si es cierto y conseguiría información sobre ella.

El silencio de un alma rota [Alma #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora